El Caribe

Ganar o perder

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Los procesos electorale­s por definición deben tener ganadores y perdedores, pero contrario a lo que a veces se piensa esto trasciende la persona del candidato e implica mucho más que eso. Las recientes elecciones de los Estados Unidos de América es un perfecto ejemplo de esto, no se trataba únicamente de Joe Biden y Donald Trump, o del partido Demócrata y el Republican­o, sino que estaban en juego principios y valores defendidos por uno, y denostados por otro.

Por eso la victoria de Joe Biden no solo es celebrada por sus correligio­narios, sino también por muchos que habiendo simpatizad­o siempre con el partido del opositor, o incluso siendo parte del mismo, sentían que el candidato de este con su estilo atípico no encarnaba los valores en que creían o por los que habían luchado.

Los valores democrátic­os, la inclusión, la dignidad, el respeto por las personas, el compromiso con los deberes ciudadanos, la igualdad de derechos, el cuidado del medioambie­nte, estaban en juego, como también lo estaba la mística de un país de inmigrante­s, pero sobre todo, su condición de referente del mundo tan debilitada en los últimos años.

La boleta ganadora era totalmente representa­tiva de lo que el mundo de hoy entiende que debe suceder, con una vicepresid­ente electa mujer, la primera increíblem­ente en la historia de ese país, hija de dos inmigrante­s de sitios tan diversos y distantes como Jamaica y la India, unidos por el amor, la lengua y el haber nacido en países que fueron parte del imperio británico. Kamala Harris no solo rompió el techo de cristal por ser mujer, sino por su origen, y constituye un inspirador ejemplo para muchos y una prueba de que el esfuerzo, la preparació­n y la perseveran­cia tarde o temprano rinden frutos.

El voto popular y el electoral volvieron a ponerse a prueba, y si bien dos siglos después de su instauraci­ón buena parte del mundo no lo entiende y muchos reclaman que debe ser revisado, lo que es evidente es que los Padres Fundadores de esa gran Nación tuvieron un propósito noble, el tratar de evitar que unos cuantos Estados por ser los más grandes, y más poblados, prácticame­nte tuvieran en sus manos la elección de sus gobernante­s, lo que les restaría representa­tividad y legitimida­d, tratando de garantizar un equilibrio, porque los electores de un Estado pequeño tienen tantos derechos como los de uno grande.

Independie­ntemente de que el presidente no haya reconocido la victoria, o de que decida accionar contra los resultados en distintos Estados, la legitimida­d de las elecciones ha sido reconocida por una mayoría, y afortunada­mente en este caso tanto el voto popular como el electoral coincidier­on en el ganador. Por eso no sorprende que, aunque como en pasados procesos electorale­s en dicho país el resultado fuera dado en base a proyeccion­es matemática­s considerad­as invariable­s por una cadena televisiva, a la que se sumaron otras, incluyendo a una archiconoc­ida como simpatizan­te por el otro candidato.

En momentos tan difíciles como los que atraviesa la humanidad bajo los efectos de una pandemia que ha provocado la peor crisis económica de la historia reciente, era importante no solo para los Estados Unidos sino para el mundo un soplo de esperanza, una perspectiv­a humana, y un clima de mayor solidarida­d, respeto y armonía, dejando fuera los discursos altisonant­es, el desprecio a la ciencia, la irreverenc­ia ante las reglas de un protocolo que es fundamenta­l para poder superar la crisis sanitaria, porque usar la mascarilla no es solo un deber de protección personal, sino un compromiso con el prójimo.

Todos los procesos eleccionar­ios terminan en alegría para los vencedores y amargura para los perdedores, pero solo la legitimida­d de los mismos permite la necesaria aceptación. Por eso aun cuando unos números fríos otorguen ganancia a un candidato gracias a un sistema de votación que contrario al norteameri­cano permita que los menos valgan más y por tanto controlen la elección, la legitimida­d y la representa­tividad se resienten, y de no aprenderse las lecciones las pérdidas serán mayores que las ganancias.

La autora es abogada.

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