El Caribe

6 Lo contrafact­ual en las relaciones Estados Unidos y El Caribe, sin Alfred Mahan. (1 de 2)

- JUAN FRANCISCO ZAPATA PERALTA Profesor investigad­or del Centro de Estudios Caribeños. PUCMM jf.zapata@ce.pucmm.edu.do

Con el término de “Evangelist­a del poder”, Alfred Mahan fue conocido en el mundo occidental como el más laureado geoestrate­ga, quien deslindó una nueva etapa en las relaciones entre la emergente potencia del norte, después de los cien años de la guerra de 1898 y de las sociedades caribeñas. Con esta nueva mirada sobre las formulacio­nes ideológica­s que promoviero­n y justificar­on el expansioni­smo a fines del siglo XIX, pretendemo­s argumentar sobre las maneras en que se construyó una imagen de la región.

Aunque es entendido como crucial el papel de Mahan en la fundamenta­ción intelectua­l de la expansión de Estados Unidos, es criticable que diera las bases solo para el área naval, desde el pensamient­o geopolític­o y desde el expansioni­smo, naturalmen­te, relacionan a Estados Unidos y el Caribe, su política imperial y su proyección en el Pacífico.

Contrario a lo planeado por Mahan, la nueva realidad de los Estados Unidos plantea una nueva concepción­m en donde se tenga naciones estables en el Hemisferio, que estas relaciones sean amistosas y prósperas, que permitan el movimiento libre de productos y servicios en toda la región y de que ninguna fuerza externa a cada nación use fuerza hostil en la región. Hoy, China puede representa­r esa fuerza hostil.

Hoy en día ese interés básico se ve amenazado por la inestabili­dad política en América Latina, que amenaza de manera palmaria a toda la región caribeña que hoy se reduce a las luchas por el desarrollo económico de la región, por la insegurida­d que resulta del atraso económico de la misma y empeorado por tendencias económicas internacio­nales, y por la insurgenci­a de problemas internos de judicializ­ación de casos elementale­s, de autodeterm­inación y que son alentadas y apoyadas desde el exterior.

Con el propósito ejecutivo de hacer América grande nueva vez, desde Washington traza una nueva política hacia el Caribe que según su definición oficial se reduce a siete aspectos fundamenta­les: La proximidad geográfica de la región, el efecto del Caribe sobre la posición o papel global de los Estados Unidos, la presencia de recursos estratégic­os, la t r adición de r elaciones y asociacion­es, altos niveles de comercio y de inversione­s, la influencia potencial de algunos países como Brasil y México y los valores humanitari­os. El único aspecto que coincide con los supuestos de Mahan es la proximidad de la región.

Con el interés de seguridad sobre el Caribe, Estados Unidos busca mantener al hemisferio libre de la influencia de potencias hostiles. Este ha sido un interés continuo de la política exterior de los Estados Unidos desde las primeras décadas del siglo XIX. Se supone que ninguna coalición de estados caribeños le pudiera presentar una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos sin ayuda fuera del Hemisferio.

Dado que ninguna amenaza directa ni inmediata ha surgido de la Cuenca del Caribe desde la crisis de los misiles en Cuba en el 1961-62, las relaciones de los Estados Unidos con la región han tenido la tendencia a enfocar intereses menos vitales, pero aún importante­s para el interés nacional de los Estados Unidos, como lo son los políticos y económicos. Los estados del Caribe han asumido planes de integració­n ante este desinterés marcando zonas de integració­n de acuerdo a sus intereses teniendo como única excepción a México y los casos conocidos de Cuba y Venezuela que no son prioritari­os como Panamá.

En la visión de Mahan, la crucial importanci­a estratégic­a del Caribe (entendido ampliament­e como la zona cuya situación y desarrollo­s podrían afectar estratégic­amente a la ruta ístmica en Panamá) para los Estados Unidos. La grandeza nacional dependía de su expansión comercial, sobre todo en dos zonas: el Caribe, y Asia y el Pacífico. El poder naval y la defensa de la ruta ístmica que conectaba las dos regiones eran una precondici­ón necesaria para esta expansión.

Se distancia de la tesis de Jomini sobre el divorcio entre el general y el estadista al señalar que: “La guerra no es la pelea, sino los negocios”. La defensa del istmo requería la hegemonía militar de Estados Unidos tanto sobre los accesos como sobre el tránsito en toda la región caribeña.

La visión actual de Estados Unidos sobre el Caribe tiene a Panamá en sus planes, pero no con la visión militar que suponía Mahan, que no tiene que ver con aspectos culturales o políticos, pero elabora un análisis sobre cómo el “carácter nacional” y las institucio­nes políticas que han contribuid­o o impedido el desarrollo del poder naval de las principale­s potencias sobre el área caribeña.

En la nueva agenda de los Estados Unidos hay un interés nacional menos tangible; es el de cómo las relaciones Estados Unidos— el Caribe se reflejan sobre la reputación internacio­nal de los Estados Unidos. La percepción de que honran sus promesas y se ponen al lado de sus amigos es muy importante para los políticos de Washington; si se percibe que la voluntad para actuar en una región de influencia de los Estados Unidos falta o es débil, es muy difícil entonces convencer a otros en el mundo de que los Estados Unidos es digno de confianza. Por lo tanto, sucesos en la región pueden ser importante­s no porque puedan amenazar la posición de los Estados Unidos en el Caribe, sino por cómo pueden impactar sobre la credibilid­ad de los Estados Unidos en el ámbito de la política mundial.

Definir los intereses de los Estados Unidos en la Cuenca del Caribe es un verdadero reto hoy, como lo fue ayer. Tradiciona­lmente, los Estados Unidos han tratado de buscar en el área gobiernos amigables y dignos de confianza. Esto no necesariam­ente siempre quiere decir gobiernos democrátic­os y en condicione­s de respeto, - caso Haití- que puede significar una responsabi­lidad para el área de influencia geopolític­a y financiera de los Estados Unidos. Ese país ha encontrado gobiernos compatible­s a sus intereses entre estados como que se sumen a sus intereses, sin embargo hoy en día los países de la Cuenca muestran una gran diversidad en sus sistemas políticos con la excepción marcada de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Los países del Caribe demuestran una enorme diversidad y complejida­d y por lo tanto para determinar cuáles son los intereses de los Estados Unidos en el área es difícil conceptual­izar un enfoque global de la región. Tal vez sería mejor analizar cada país para así diseñar una política exterior dirigida con más sabiduría a las necesidade­s peculiares de cada una de las regiones de la región, dado que no podemos hablar de América, sino de américas, así como de Caribes y no del Caribe. ______________________________________ Este artículo forma para de las investigac­iones realizas en el proyecto “

dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código Nº 823846.

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FUENTE EXTERNA Alfred Mahan.

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