“Sanar el alma”
La expresión es del virtual presidente electo de Estados Unidos Joe Biden. Utilizó esta frase en las últimas horas de la campaña y la retomó en su discurso de agradecimiento al pueblo estadounidense por “hacerme el honor de ser el líder de esta gran nación “.
Sanar el alma de los Estados Unidos, ver el país como una sola nación y cerrar la herida provocada por el recrudecimiento del odio racial, motivado por las ínfulas de los supremacistas que en los últimos años han enarbolado la bandera de la intolerancia, sintiéndose apoyados por un importante sector se poder.
Muy propicio, muy adecuado, muy propio de una persona con el nivel de ecuanimidad y serenidad que caracteriza al señor Biden, pero también aplicable a todo.
En los seres humanos siempre es bueno tratar de cuidar el alma de malos sentimientos, de malos deseos hacia los demás.
Debemos evitar que nuestra alma enferme, debemos preservarla de los odios y resentimientos.
Es una obligación evitar que personas llenas de odio y maldad influyan en nosotros y nos contaminen con sus frustraciones y envidia.
Si se diera el caso, que no tomamos las precauciones y terminamos enfermos del alma, nunca es tarde para buscar la cura.
Lo más importante es reconocer que nuestra alma se ha contaminado con lo que sea y por lo que sea, para así ser conscientes de que se hace necesario buscar el remedio adecuado.
Solo si estamos conscientes de que nuestra alma está enferma, nos dedicaremos a sanarla, de lo contrario, buscaremos todas las justificaciones a nuestras malas acciones.
Tomemos unos minutos, analicemos nuestras acciones recientes, nuestros pronunciamientos, nuestra forma de tratar a los demás, solo eso bastará para saber si nuestra alma está sana o si por el contrario, está tan enferma que nos va convirtiendo en personas despreciables a las que los otros prefieren mantener bien lejos.
Si es así, es tiempo de tomar las acciones que nos ayuden a ser mejores, a aprender a pedir perdón, a corregir y a retomar el camino bueno que alguna vez perdimos.