El Caribe

Las composicio­nes clásicas

- MIGUEL GUERRERO

Adiferenci­a de las obras literarias, las composicio­nes musicales clásicas suelen numerarse conforme son escritas, aunque no siempre los autores lo hacían y muchas famosas obras, incluyendo las de algunos de los más grandes maestros, se numeraron después de muertos. Por lo regular, la numeración dada a una composició­n se hace de forma cronológic­a. La palabra utilizada para esa catalogaci­ón es opus, práctica conocida desde el siglo XVII, según se ha comprobado a través de numerosos estudios. En el caso particular de las obras enumeradas después del fallecimie­nto del autor, la numeración se hacía de la manera siguiente op.posth, para dar a entender que se trata de una obra publicada póstumamen­te, como han sido los casos de algunos compositor­es clásicos y barrocos.

Sin embargo, ha habido muchas excepcione­s. Una muy conocida es la del genial Juan Sebastián Bach, quien nunca enumeró sus obras y se sabe de otros ilustres compositor­es, como es el caso de Mozart, en los que la numeración no se hacía de forma ritual ni cronológic­a. Existen otros ejemplos en los que el número correspond­ió a trabajos e investigac­iones del editor que publicaba las composicio­nes. La numeración ha permitido en muchos casos entender la evolución y los cambios de muchos autores importante­s, como por ejemplo la forma en que circunstan­cias ajenas a su control y otras propias de su temperamen­to determinar­on el contenido de su producción y la época en que fueron concebidas y concluidas.

También es muy conocido en los ambientes clásicos la situación derivada de la muy difundida práctica de la catalogaci­ón póstuma, que solía generar mucha confusión en el estudio de algunos de los más brillantes compositor­es, dado el hecho de que distintos editores daban diferentes numeracion­es a algunas de sus partituras más famosas, lo cual sucedió con Bach y otros de los más grandes de su tiempo.

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