El Caribe

Aprender y corregir

- EVELYN IRIZARRI

No importa cuántas veces digamos que seremos o debemos ser agradecido­s, felices con lo que tenemos, orgullosos de quienes somos, sin mayores pretension­es, simplement­e valorar la persona que somos, nuestras capacidade­s, nuestras oportunida­des y las cosas que logramos.

No importan las muchas experienci­as que nos enseñan que no siempre estamos en la dirección correcta.

No parecen ser de mucha utilidad los tropiezos y errores para aprender lo suficiente y no cometerlos más. Nada parece enseñarnos.

No aprendemos de los fracasos. La lección nos dura solo el tiempo que tardamos en olvidar el mal momento.

La prueba sólo nos obligó a estudiar para pasar con buenas notas, no para aplicar lo aprendido a lo largo de la vida.

La traición nos enseñó a distinguir rostros, no actitudes, palabras, no acciones.

La mentira con que nos hirieron no nos enseñó a valorar la verdad lo suficiente, solo nos llevó a pagar con la misma moneda.

Que nos ocultaran las verdades con mentiras, no nos estimuló a descubrir a los farsantes y ponerlos en evidencia, solo nos hizo ver que en su momento, nosotros también podíamos maquillar las mentiras o simplement­e callar ciertas verdades.

No importan las tantas veces que un duro golpe nos estremeció el alma y nos prometimos aprender de ese dolor, al final seguimos siendo los mismos o peores, pues sentimos que nuestra actitud es la correcta.

El camino de la vida suele ser un trayecto de aprendizaj­e, un rumbo de altibajos en el cual se nos pone a prueba constante, se nos enseña que no todo es hermoso, que nada es fácil y que no todos los que llegan caminarán por siempre con nosotros, pues por múltiples razones, un día se alejarán y cuando uno menos lo espere se encontrará solo.

El recorrido nos llevará de la tristeza a la alegría, del miedo al valor, de la insegurida­d a la más absoluta confianza, de la mejor compañía a la más terrible soledad, pero si cada paso no nos deja un aprendizaj­e que nos ayude a entender y corregir, el de nuestras vidas, terminará convertido en un terreno intransita­ble, que por un tiempo irrecupera­ble nos dejará estancados y sin voluntad para continuar. .

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