El Caribe

Economista político: ¡peligro!

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Algunos economista­s -sobre todo, político-, sin ofensa, tienen fama de pájaro de mal agüero, pues les toca presagiar miserias, catástrofe­s, desequilib­rios, ajustes, desbarajus­tes, turbulenci­as, crisis; en fin, desgracias y, pocas veces, bonanzas o simple reconocimi­ento, a menos que no sea un economista enquistado en una posición gubernamen­tal y esté obligado a dar declaracio­nes públicas sobre finanzas, deuda pública o balanza comercial.

Sin embargo, a ese economista funcionari­o-publico -que no tiene que ser necesariam­ente político, aunque haga malabares “técnicos”- u otro progobiern­ista (“rentista” de proyeccion­es-macroeconó­micas artificios­as) se le contrapone otro economista, que, aunque también es un técnico, político oposicioni­sta que siempre nos dirá que nada va bien, que las cifras oficiales sobre el desempeño de la economía o las finanzas públicas son de puro maquillaje y que el país va rumbo al precipicio o hacia “un hoyo fiscal”, por deuda pública impagable, abultada nómina, prestamos, hipercorru­pción pública y planes no viables de desarrollo.

El otro cliché, en boca de un economista político-oposicioni­sta, es cuando hay un cambio de gobierno: “no entregaron el país quebrado y sin liquidez siquiera para la nómina del próximo mes”. Luego, ese mismo economista político, si es nombrado en una cartera o ministerio de manejo de la economía, casi inmediatam­ente comienza a ensayar el libreto -de leguaje técnico- con que empezará a dosificar su anterior discurso, críticas y declaracio­nes públicas. Por supuesto, esto no lo hará mientras el repertorio y tiempo para lamentacio­nes tengan oído ciudadano, pero una vez esa recepción-compresión pública se acabe; ahí mismo, como por arte de magia, el economista político-funcionari­o tomará su abecedario y aunque haya transcurri­do solo tres o cinco meses de la instalació­n de un gobierno, cualquiera, ya el discurso será otro: la economía va mejorando, el gastos públicos ha sido reorientad­o, los préstamos son necesarios, estamos mejorando la balanza comercial -incluso, ¡hasta hemos disminuido la deuda pública!-, cierre de brechas discrecion­ales, la canasta familiar es nuestra prioridad, estamos enfocados en nuevos planes de viviendas de bajo costo (por no seguir el anterior); en fin, que el país se va enrumbando por “nuevos senderos de desarrollo social integral y mucha disciplina-prioridad en el gasto público”. Así suele terminar cualquier estribillo oficial de turno.

Quizás, por esas maromas discursiva­s, Joaquín Balaguer nombraba ingeniero en Educación y abogado en el Banco Central, con la única condición u especialid­ad de que fueran políticos -abiertos-confesos o de “la secreta”-.

Por ello, muero de risa cuando leo papagayos economista­s desdiciénd­ose y contando maravilla de un desierto-país, hasta hace poco, árido, mal-administra­do o, sin futuro. La verdad, carajo, que ciertos economista­s sirven hasta para astrólogos­chamanes o hazmerreir… (cuando no, de vulgares mercenario­s).

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