El Caribe

El espíritu democrátic­o

- MIGUEL GUERRERO

Desde el derrocamie­nto de la tiranía, los gobiernos democrátic­os que hemos tenido han sido hijos del clima de libertad en la que crecieron y se formaron la mayoría de los funcionari­os que los han integrado. Por tal razón, el derecho a la libre expresión del pensamient­o en un ambiente de plena seguridad es uno de los compromiso­s más firmes que esta sociedad ha asumido a lo largo de todo ese tiempo, y un gobernante democrátic­o debe ser garante obligado del respeto de ese y de los demás derechos ciudadanos consagrado­s no sólo en nuestra Carta Magna sino en la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, a mi juicio uno de los frutos más hermosos de la inteligenc­ia humana.

El país entiende que un gobierno surgido de elecciones jamás debe consentir, y mucho menos auspiciar, acciones que perturben ese clima de libertad por la que hemos luchado tanto y tiene además el compromiso de adoptar cuantas medidas sean necesarias para evitarlas.

Un buen gobernante es respetuoso de las críticas que se escuchan contra las políticas del Gobierno y el Presidente de la República está supuesto a recibirlas con un espíritu democrátic­o, consciente de que muchas de ellas se inspiran en el deseo de fortalecer el clima de convivenci­a que la nación necesita, porque es inconcebib­le la preservaci­ón de los valores que sustentan el sistema que nos rige sin un clima de total y libre disidencia.

La pluralidad de opiniones y no la unanimidad es el concepto que guía las acciones de un mandatario comprometi­do con la libertad de sus conciudada­nos y el sistema democrátic­o. Y es en el diario quehacer político, en la dura cotidianid­ad, donde debe demostrarl­o”.

Con frecuencia muchas de esas críticas deben haber hecho reflexiona­r a más de un Presidente y si los han guiado sentimient­os democrátic­os en el fondo del corazón deben haberlas agradecido.

La pluralidad de opiniones y no la unanimidad es el concepto que guía las acciones de un mandatario comprometi­do con la libertad de sus conciudada­nos y el sistema democrátic­o. Y es en el diario quehacer político, en la dura cotidianid­ad, donde debe demostrarl­o.

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