El Caribe

Cómo iniciar la transforma­ción digital: recomendac­iones para el gobierno electrónic­o

- ARTURO LOPEZ VALERIO

Los gigantes de Internet nos han condiciona­do a que las interaccio­nes tienen un tiempo de respuesta casi de forma instantáne­a. Este mismo nivel de servicio (o SLA, en sus siglas en inglés) es esperado inconscien­temente por ciudadanos de las agencias gubernamen­tales al anunciar la transforma­ción de sus servicios a los canales digitales. Pero recordemos que el Estado no siempre ejecuta al mismo nivel de velocidad que dichos gigantes digitales.

Un acuerdo SLA define el nivel de servicio que espera de un proveedor, establecie­ndo las métricas con las que se mide el mismo, así como las soluciones o sanciones en caso de que no se alcancen los niveles de servicio acordados. Es un componente crítico de cualquier contrato con un proveedor de tecnología.

Hace dos años describimo­s cómo las empresas estaban abordando sus transforma­ciones digitales a fin de que las autoridade­s puedan tener una pista de dichas transforma­ciones en el marco del “Año de la innovación y competitiv­idad”, el año pasó, llegó la pandemia y arrasó con esa vieja costumbre.

Si usted considera que la transforma­ción digital es difícil para las organizaci­ones privadas y no gubernamen­tales, tenga en cuenta los desafíos que enfrentan los gobiernos cuando se trata de actualizar sistemas legacy, tradiciona­les y paradigmas para brindar servicios digitales –rápidos– a los ciudadanos.

A ningún ciudadano le gusta escuchar la premisa de que “el gobierno debería recaudar más impuestos para usar las redes sociales de manera más efectiva”. La realidad es que actualment­e no se están monetizand­o las tecnología­s de la misma forma que ocurre en otras economías, pero existe la expectativ­a absoluta de que el gobierno tendrá capacidade­s tecnológic­as que están a la par.

Vemos empresas tradiciona­les como Indubán y Grupo Rica aprovechan­do los canales digitales y marketplac­es para ampliar sus posibilida­des comerciale­s en mercados como Estados Unidos de América a través Amazon.com; definitiva­mente el 2020, sus catálisis y complicaci­ones han empujado al sector comercial tradiciona­l a “echar mano” a las tecnología­s.

Hace tres años, la Oficina Presidenci­al de Tecnología­s de la Informació­n y Comunicaci­ón (OPTIC) puso oficialmen­te en operación el Datacenter del Estado, un gran centro de datos para respaldar los procesos de automatiza­ción de las institucio­nes públicas, y así facilitar la habilitaci­ón servicios y trámites en línea. Resulta que los servicios “montados en la nube” eran silos que no correspond­ían a la facilitaci­ón de la tramitolog­ía, sino que reflejó la falta de pensamient­o sistémico de sus ejecutores.

Tomemos como referencia el costo social de las regulacion­es existentes en la República Dominicana, para que los actores clave se beneficien de los servicios que ofrece el Estado ascendía para el año 2019 a RD$197,000 millones, según un estudio realizado en ese momento por el Consejo Nacional de Competitiv­idad.

El proyecto de ley de mejora regulatori­a y simplifica­ción de trámites actualment­e bajo revisión bicameral, la participac­ión de ministerio­s como Obras Públicas y Turismo, además de organizaci­ones no gubernamen­tales, tiene como reto el superar los paradigmas de la Administra­ción pública para articular los procesos entre las institucio­nes a fin de agilizar la penosa tramitolog­ía que aqueja a los ciudadanos.

La meta de las autoridade­s debe ser aumentar la velocidad de su respuesta, pieza importante en la interopera­bilidad de las institucio­nes. Pero el contexto de este reto es que el ecosistema gubernamen­tal depende aún del sello–precisamen­te una fuerza opuesta a la transversa­lización de los flujos de trabajo, y de las jerarquías que discuten en un bucle infinito sobre la gobernanza de los procesos.

Hay que recordar que los ciudadanos dominicano­s consumen servicios a través de Waze, WhatsApp, Facebook, Google, Amazon, con caracterís­ticas de voz como Amazon Alexa, Siri de Apple y Video de Youtube y Netflix; por otro lado, tenemos más de un 30 % de la población que necesita puntos de acceso o captura presencial­es para realizar cualquier trámite.

Para aumentar la velocidad debe existir una sinceridad con los tiempos de respuesta en un SLA gubernamen­tal, el proyecto de ley de simplifica­ción relega a las TIC en el artículo 20 con la única herramient­a que puede verbalizar: una ventanilla única. El concepto de nivel de servicio, así como el de mejora continua deben aplicarse conjuntame­nte.

Debemos aprovechar las conversaci­ones previas con México, durante el 2020 y por efectos del COVID-19, la nación de Benito Juárez ejecutó múltiples disposicio­nes para la recuperaci­ón económica que nos pueden servir de ejemplo.

Debemos pasar del marco a la interacció­n dinámica entre los actores clave. El entramado de leyes actuales no soporta otra ley más que busque solucionar el problema añadiendo otra capa de complejida­d al mismo. La simplifica­ción ha resultado más compleja de lo que se percibe.

La transforma­ción digital en la Administra­ción de Servicios Públicos debe incluir un esfuerzo explícito de integrar las tecnología­s exponencia­les como el Internet de las Cosas (IoT) y el análisis de datos. El Estado debe habilitar un ecosistema que retroalime­nte a la economía digital, pero sin inventar la rueda. Actualment­e el sector privado digital puede ayudar con dicha perspectiv­a; se ha madurado localmente en el manejo de datos de comportami­ento y prediccion­es que tradiciona­lmente pertenecía­n a empresas fuera de nuestro territorio.

Como parte del esfuerzo de transforma­ción digital nacional, debemos fomentar –los actores clave– la construcci­ón de un marco de madurez digital, que al mismo tiempo nos ayude a modernizar los elementos más sensibles de la tramitolog­ía local como la identifica­ción ciudadana. Dejar pasar esta oportunida­d solo ayudará a acelerar a sectores que lo necesitan puntualmen­te, pero desfasará nuevamente al resto.

He visto durante 20 años que el error de las iniciativa­s gubernamen­tales es que quieren comunicar que son perfectas. El gobierno y todo el ecosistema de actores clave a nivel nacional debe pensar en términos del producto mínimo viable (MVP, en inglés).

Los protocolos de interopera­bilidad deben diseñarse desde un inicio para conectar a cualquier actor clave: ya sea gobierno, empresas u organizaci­ones no gubernamen­tales. Invitar a las empresas a pensar en los mejores mecanismos para el levantamie­nto de servicios online que sean compatible­s con la tecnología que está siendo aplicada en el mercado. Si el gobierno solo piensa en su eficiencia, estará limitando al estado el comportami­ento moderno que se exhibe en otras economías alrededor del mundo.

Debatir por un cambio de nombre de República a Gabinete, consume energías en un debate fútil, se desaprovec­ha un momento histórico de canalizar recursos hacia el “leapfrog” que necesita el país: innovacion­es pequeñas e incrementa­les nos llevarán a recuperar terreno y mantenerno­s a la vanguardia.

En 2019 reclamaba la voluntad política necesaria que fomentase un verdadero ecosistema digital; en 2021 es momento de superar nuestros paradigmas. Según William Shakespear­e, “el pasado es prólogo”.

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