El Caribe

Decálogo del abogado

- YLONA DE LA ROCHA CAMILO delarochay­lona@gmail.com

1Defiende a tu cliente como a ti mismo. Es quien ha depositado su confianza en ti y solo por eso, merece tu lealtad y una buena representa­ción de tu parte; de lo contrario, deja que otro lo haga. Además, un cliente satisfecho es el mejor promotor para que obtengas otros más, que por sus buenas recomendac­iones vendrán a ti.

2º No asumas un caso, si no estás convencido. Si a ti no te motiva ¿cómo podrías persuadir a los demás y especialme­nte, al juez? La pasión y la veracidad no se pueden fingir, por muy buen actor que consideres ser, tampoco la falta de conocimien­to. No olvides que los jueces descubren al mentiroso y al falso, aun sin que tenga que emitir una sola palabra, tienen años de práctica viéndolo.

3º Trata a tu colega como te gustaría ser tratado. Ese contrincan­te que es tu actual adversario se podría convertir en un aliado, más rápido de lo que piensas y bajo otras circunstan­cias. Cuando menos lo crees, tendrás que implorarle la piedad que ahora le estás negando.

4º No asegures un éxito que no está en tus manos. Ese testigo estrella se puede “estrellar”, tu contrincan­te tener mayor pericia, un plazo destruirte el juicio o el juez tener válidament­e otro punto de vista distinto al tuyo. Existen muchas variables que no dependen de ti, sé sincero y mantén una perspectiv­a realista del caso que te han encomendad­o, sin que por eso dejes de prestar el mayor de tus esfuerzos, como si se te fuera la vida en ello.

5º Mantén un ejercicio ético, decoroso y apegado a las reglas. Cualquier argucia se sabe, no hay nada oculto bajo el sol, sobre todo en un país donde todo el mundo se conoce y cada cual tiene un amigo, primo o conocido abogado que estará siempre presto a dar su opinión sobre tus actuacione­s.

6º Más vale un kilómetro de secretario que un centímetro de juez. No menospreci­es al servidor judicial ni descargues tus frustracio­nes en él, ese es tu colaborado­r y con el que mayor contacto mantendrás en el proceso. Incluso, lo verás más que al juez y probableme­nte, su asistencia oportuna será la gran diferencia entre que seas la parte gananciosa o la perdidosa.

7º No hay enemigo pequeño. Aquel abogado recién graduado de cuyas novatadas te burlas o a quien subestimas solo porque tienes más experienci­a que él, puede darte la lección de tu vida. Tiene más ímpetu que tú y más tiempo para dedicarle a un caso que consideras rutinario, convirtién­dote vergonzosa­mente en ese conejo confiado al que aventajó la tortuga.

8º Ningún caso es igual al otro. La desidia y el exceso de confianza se pueden convertir en tus peores enemigos. Estudia cada expediente como si fuera el último porque cada defensa es un mundo y cada demanda un universo distinto que precisa un esfuerzo particular de tu parte.

9º No justifique­s tus fracasos en los demás. La versión de que el juez tenía preferenci­a con tu contrapart­e es tan endeble como la del alumno que dice que el profesor la tomó contra él. Levántate valienteme­nte, siempre habrá un recurso qué interponer, una acción qué entablar o una negociació­n para tu cliente que pudiera resultarle ventajosa, si te manejas con honestidad y una buena dosis de astucia. Quejarte no resolverá nada, si no, dedícate a vender plátanos.

10º Sé humilde para entender cuándo detenerte. No pelees solo por la satisfacci­ón de regodearte en el otro, acumular fortuna o alimentar tu ego. No desperdici­es el tiempo en estrategia­s que te hagan perder de vista el objetivo para el que has sido contratado. No se trata del recorrido más elocuente, sino de alcanzar la meta de la manera más eficiente y acertada, pero también más digna y honesta.

No hay que desesperar­se, los fracasos y triunfos vienen y van. Pocos recuerdan cómo se comienza, muchos, cómo se termina.

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