El Caribe

Hacia la institucio­nalización del lobbismo

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO Fundación Economía y Desarrollo, Inc.

La semana pasada, la Fundación Institucio­nalidad y Justicia, a través de su vicepresid­ente ejecutivo, Servio Tulio Castaños, recomendó al Congreso Nacional legislar para legitimar la práctica de cabildeo o lobbismo. La Finjus depositó una serie de observacio­nes al proyecto de ley que reposa en la Comisión de Justicia del Senado encaminada­s a garantizar que la ley que finalmente se apruebe, establezca un marco institucio­nal adecuado, transparen­te y riguroso para el ejercicio de dicha actividad.

El lobbismo, en el ámbito de las políticas públicas, consiste en la labor que realizan individuos, firmas o grupos de interés privados con el objetivo de influir en las decisiones de los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Municipal, específica­mente para frenar, corregir o promover leyes, normas y resolucion­es de entes reguladore­s a nivel nacional, provincial o municipal. En el caso de los legislador­es, el lobbismo persigue orientar la función legislador­a de manera que salvaguard­e los intereses de las empresas o grupos de interés privados, mostrando que estos últimos están alineados con los mejores intereses de la nación.

Para algunos, la práctica del lobbismo en los EE. UU. tiene su origen durante la administra­ción del presidente Ulysses S. Grant, que se inició en 1869. Grant tenía la costumbre, al terminar su jornada de trabajo, de mezclar un buen cigarro con un mejor brandy en el lobby del Willard, el legendario hotel en Washington, D.C. Grant, molesto por el acercamien­to de estos habituales autopromot­ores que merodeaban en el lobby del hotel, se refería a los mismos como lobistas (“lobbyists”). Otros sitúan el inicio del lobbismo en EE. UU. en el año 1837.

El año pasado, 11,524 firmas o personas físicas estaban registrada­s en los EE. UU. para ejercer la práctica de lobbismo o cabildeo. Desde 1876, los lobistas deben cumplir con el requisito de registrars­e en el Congreso. En 1995, el Congreso de los EE. UU. aprobó la Ley de Divulgació­n de Lobbismo (LDA), para endurecer los requisitos de divulgació­n. La LDA establece quién puede y quién no puede ejercer presión, y exige a los grupos de presión y de interés registrars­e en el gobierno federal. Los gobiernos federal y estatal prohíben ciertas actividade­s, como hacer regalos a los legislador­es y compensar a los grupos de presión con comisiones por el éxito (“success fees”) de sus actividade­s. Muchas actividade­s están prohibidas para evitar acusacione­s de compra de votos o de conseguir indebidame­nte el favor de los legislador­es.

El marco institucio­nal vigente en los EE. UU. exige distintos niveles de divulgació­n sobre quienes contratan los servicios de lobbismo y la cantidad de dinero que pueden gastar los gestores de presión y los lobistas. Los requisitos de divulgació­n promueven la transparen­cia, pues los votantes tienen derecho a saber de dónde obtienen los candidatos el dinero para financiar sus campañas. Los candidatos pueden ser reacios a aceptar contribuci­ones de donantes afiliados a intereses impopulare­s, como los grupos de odio.

Cada firma de lobbismo debe presentar un informe trimestral de actividade­s. Las empresas de lobbismo presentan informes separados para cada cliente en cada periodo de informe trimestral, mientras que las organizaci­ones que emplean a grupos de presión internos, deben presentar un informe que cubre sus actividade­s de lobbismo internas en cada período de informe trimestral. Todos los informes deben presentars­e electrónic­amente.

En el período 1998-2020, US$63,729 millones fueron gastados en los EE. UU. en actividade­s de lobbismo. A pesar de que la mayor parte del 2020, la agenda del Poder Legislativ­o en los EE. UU. estuvo concentrad­a en las acciones necesarias para hacer frente a las crisis sanitaria y económica que sacudió al mundo y, con mayor intensidad, a los EE. UU., los lobistas no se quedaron encerrados en sus casas y apartament­os. Durante el 2020, el gasto en lobbismo en la principal economía del mundo alcanzó US$3,488 millones.

Los grupos de interés que se acoplan bajo asociacion­es y las grandes empresas norteameri­canas comandan el ranking de los principale­s gastadores de recursos en cabildeo. Durante el período 1998-2020, la Cámara de Comercio de los EE. UU. gastó US$1,665.3 millones, seguida por la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliar­ios con US$671.5 millones, la Asociación Médica Americana US$443.0 millones, la Asociación Americana de Hospitales US$423.5 millones, los Fabricante­s e Investigad­ores Americanos de Farmacéuti­cos US$419.6 millones, Blue Cross/Blue Shield US$396.9 millones, General Electric US$370.2 millones, la Mesa Redonda de Negocios US$321.1 millones, Boeing Co. US$301.3 millones y la Asociación Americana de Personas Jubiladas US$298.9 millones. Estas diez asociacion­es y corporacio­nes son seguidas por las empresas de tecnología de defensa y aeroespaci­al Northrop Grumman y Lockheed Martin, la petrolera Exxon Mobil, las empresas de comunicaci­ones AT&T Inc. y Verizon Communicat­ions, la Asociación Nacional de Emisoras, Southern Co., el Instituto Eléctrico Edison, Comcast Corp y Altria Group. En el 2020, Facebook con US$19.7 millones y Amazon con US$18.7 millones, se colocaron en las posiciones 6 y 8 entre los diez gastadores más grandes de recursos en lobbismo en los EE. UU.

Los sectores económicos de EE. UU. que más recursos invirtiero­n en lobbismo durante el período 1998-2020 fueron la industria farmacéuti­ca y de productos de salud con US$5,128.6 millones, la industria de seguros US$3,401.3 millones, las empresas de servicio de electricid­ad US$2,888.6 millones, la industria de electrónic­a US$2,865.8 millones, las asociacion­es de negocios US$2,808.8 millones y la industria de petróleo y gas US$2,681.7 millones. Los 28 sectores económicos de los EE. UU. gastaron US$44,866.9 millones en lobbismo en el período 1998-2020.

Las asociacion­es, sindicatos y corporacio­nes en los EE. UU. no pueden dar dinero directamen­te a los candidatos al Senado y la Cámara de Representa­ntes. La Comisión Federal de Elecciones lo prohíbe. Pueden canalizar sus aportes a través de las firmas de lobbismo, es decir, a través de los lobistas. Las personas físicas pueden contribuir hasta US$2,500 a un candidato político en particular. En consecuenc­ia, el propietari­o de una empresa organizada como corporació­n puede contribuir con un candidato político, siempre y cuando lo haga con sus propios fondos personales y no a través de una cuenta bancaria de la empresa.

Los lobistas, por el servicio prestado, cobran honorarios a las asociacion­es, sindicatos o corporacio­nes a los cuáles prestan sus servicios de cabildeo. En el período 1998-2020, la principal firma de lobbismo en EE. UU., Akin Gump et al, percibió honorarios por US$706.2 millones, seguida por Squire Patton Boggs (antes Patton Boggs LLP) US$699.2 millones, Cassidy & Associates US$469.9 millones, Van Scoyoc Associates US$459.5 millones, Brownstein Hyatt et al US$374.0 millones, Holland & Knight US$335.9 millones, Williams & Jensen US$333.5 millones, Podesta Group US$254.8 millones, Ernst & Young US$253.9 millones y BGR Group US$253.9 millones. En total, las 71 firmas de lobbismo más importante­s de los EE. UU. cobraron honorarios por US$7,646.5 millones durante el período 1998-2020. Sólo en el 2020, sus “fees” ascendiero­n a US$458.1 millones

Las asociacion­es, sindicatos y corporacio­nes en los EE. UU. pueden también canalizar sus donaciones o aportes a través de los llamados Comités de Acción Política (PACs), los cuales son patrocinad­os por las propias asociacion­es, sindicatos y corporacio­nes. Por ejemplo, la

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