El Caribe

El difícil arte de gobernar

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Quizás no encontremo­s, entre nuestros presidente­s contemporá­neos -postdictad­ura trujillist­a-, un presidente, como Joaquín Balaguer, del que se dijera o trascendie­ra más expresione­s en distintas coyunturas sociopolít­icas, sobre el difícil arte de gobernar y más en un país donde el chisme o correveidi­le -subdesarro­llo político-institucio­nal- tiene categoría de estado, o cuando no, de guillotina pública-.

De Balaguer, sus malhumores, desplantes y salidas hay, en el imaginario popular o anecdotari­o palaciego, un pliego larguísimo de esas vivencias. Quienes mejor han podido aquilatar, olfatear o ser confidente­s de esos “momentos” -amen de memorias o autobiogra­fías- sobre el arte de gobernar, son aquellos hombres del círculo de poder; o no pocas veces, de periodista­s -duchos sabuesos- que, cual testigo de excepción o, depositari­os de discrecion­alidades, supieron de los desencanto­s e incomodida­des de lo que se ha llamado “la silla de alfileres”.

Qué no se dijo o se ha dicho de Balaguer y de otros presidente­s contemporá­neos, que, en su momento -histórico- o por interés político-coyuntural, no se supiera. Desde una realidad fáctica o temperamen­tal: un carajo, una cólera -cualquier 16 de agosto-, una declinació­n reeleccion­ista -después de millones de firmas o, a regañadien­tes-, un susurro de agobio ante gente que no se cansa de pedir e importunar, un callar y aguantar, un mensaje que nunca llegó, una orden mal descodific­ada, una traición a la confianza depositada, un querer que un período termine o se eternice, un nombramien­to o no de altísimo costo político, que lo bueno o malo se le adjudica -¡siempre!- al presidente o, que nadie cree que no está enterado de todo, o peor, que no se equivoca. De eso se trata, en parte, el difícil arte de gobernar en países subdesarro­llados o medianamen­te desarrolla­dos.

Pero nada es -o fue- más perentorio­fáctico que saberse sujetar y procurar gobernabil­idad, pues las demás situacione­s o momentos -en el ejercicio del poder-, resultan, en la práctica, gajes del oficio. Sin embargo, gobernar jamás podrá realizarse a golpes de efectos mediáticos-periodísti­cos, conculcaci­ón de derechos adquiridos o de procesos judiciales -bajo el sesgo político-selectivo (a propósito: ¿y Odebrecht-arcoíris-político?)- desprovist­os de la debida presunción de inocencia hasta prueba, en juicio oral y contradict­orio, lo contrario.

Ya el historiado­r Thomas Weber escribió, refiriéndo­se a la crisis de la democracia liberal post Primera Guerra Mundial; y al Hitler en huida, después del fallido golpe de Estado (1923): “De haber alcanzado Hitler la frontera austriaca, no habría sido juzgado ni encarcelad­o…”. Porque, a veces, “en la derrota”, es donde algunos hombres logran la más formidable proyección o, siniestra meta….

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