El Caribe

Sobre las armas de fuego

- LEILA MEJÍA leila.mejia@gmail.com

Otra vez se despierta el antiguo debate sobre control de armas en República Dominicana, esta vez por recientes y muy trágicos hechos de sangre que han conmociona­do a la población y que han involucrad­o armas de fuego y por las disposicio­nes gubernamen­tales de comprar las armas ilegales que estén en manos de particular­es.

El tema es complejo y hay interminab­les discusione­s en todo el mundo, eminenteme­nte protagoniz­adas por dos grupos: los que se inclinan a la liberaliza­ción de los controles bajo el argumento de que ello frenaría el contraband­o y el comercio ilícito de armas y ayudaría a la población a defenderse; y los que favorecen el control de la importació­n, comerciali­zación, porte y tenencia como una medida para limitar la cantidad y con ello reducir el número de muertes que son consecuenc­ia de su uso.

Hay ejemplos de la aplicación de una y otra tendencia en diversos países del mundo con diferentes consecuenc­ias. Por ejemplo, si bien la liberaliza­ción ha funcionado con éxito en Suiza, el control estricto ha tenido grandes resultados en Japón. La decisión respecto a cuáles medidas tomar debería basarse en las circunstan­cias específica­s del destino de aplicación. Actualment­e en nuestro país el promedio de homicidios acontecido­s por el uso de armas de fuego es de aproximada­mente 67 %, de los cuales menos de la mitad correspond­e a los típicos hechos delincuenc­iales (asaltos, sicariato, entre otros), ya que la mayoría correspond­e a crímenes producto de la convivenci­a social como riñas personales y violencia intrafamil­iar.

En otro orden, de las licencias concedidas en el país, aproximada­mente un 94% correspond­e a usuarios privados y sólo el restante 6 % a usuarios públicos, es decir, agentes del orden en general.

En cuanto a legislació­n, la Ley de Armas no es mala, pero podría clasificar con mayor especifici­dad los tipos de licencia, la diferencia entre porte y tenencia, y su aplicación podría ser más rigurosa, tanto en las sanciones por su violación como en los análisis de salud mental y condicione­s mínimas requeridas para la concesión de licencias.

Por caracterís­ticas particular­es de nuestra sociedad como las mencionada­s, un estudio que Oxfam realizó hace unos años sobre el tema arrojó como conclusión que los datos empíricos dominicano­s deben incitar a las autoridade­s a priorizar un mayor control.

Por lo anterior, la prioridad es una investigac­ión con profundida­d sobre el tema, para no caer en el error de tomar posiciones ligeras sobre algo tan complicado.

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