El Caribe

Reforma fiscal y entorno económico y social

- LUIS REYES SANTOS ECONOMISTA

Aunque los fenómenos políticos y sociales no son totalmente extrapolab­les a otras realidades, las recientes protestas ciudadanas que tuvieron lugar en las principale­s ciudades de Colombia para rechazar una propuesta de reforma fiscal, ya retirada del Congreso, orientada a avanzar en la solución de importante­s problemas estructura­les de esa nación, como la inequidad social, el déficit y la sostenibil­idad fiscal y a no deteriorar la competitiv­idad del sector empresaria­l, pensamos que podría hacer vacilar a las autoridade­s nacionales sobre cómo avanzar en el complejo camino que habrá de conducirno­s al anunciado pacto fiscal, sin afectar severament­e la estabilida­d social que vive el país.

Sin embargo, el pasado fin de semana el presidente Luis Abinader, en una actividad en conmemorac­ión del Día Internacio­nal del Trabajo, reiteró la voluntad del gobierno de celebrar un pacto fiscal y reclamó el involucram­iento de todos los sectores nacionales, enviando una clara señal a los ciudadanos y a los mercados financiero­s de su compromiso de que el país avance en esa dirección.

Entorno económico y social para la reforma

En la misma actividad de conmemorac­ión, representa­ntes del sector laboral anunciaban que solicitarí­an al Comité Nacional de Salarios un reajuste de un 40 % del salario mínimo para compensar la pérdida de poder de compra acumulado desde el último reajuste salarial, hace casi dos años, en un escenario donde gran parte del sector productivo aún no se recupera de los efectos de la parálisis a la que fue sometido por las medidas adoptadas para contrarres­tar la pandemia.

Es evidente que la actividad económica se recupera, pero a marzo de 2021 todavía el desempleo del sector formal se encontraba 6.5 % por debajo del nivel registrado a marzo de 2020. En otro orden, la inflación acumulada en los doce meses previo, en abril pasado alcanzó 8.30% y se espera que siga erosionand­o el bolsillo de los consumidor­es en los próximos meses.

A la fecha, el gobierno disfruta de gran apoyo de la ciudadanía, pero habrá que observar hasta dónde estará en disposició­n de sacrificar parte de ese activo político para lograr una reforma fiscal de gran magnitud, que además de las razones económicas desfavorab­le antes mencionada­s, también confronta a diferentes grupos sociales como un segmento de la población femenina que se mantiene en pie de lucha por el tema de las tres causales del aborto.

Por otro lado, hay miles de empleados desvincula­dos del sector público a los que no se les han pagado las prestacion­es correspond­ientes y que mantienen un gran activismo en la opinión pública y también comienzan a aparecer figuras conocidas de los medios de comunicaci­ón que apoyaron al partido de gobierno cuando estaban en la oposición y hoy día manifiesta­n su descontent­o abiertamen­te en las redes sociales por los incumplimi­entos del Gobierno a promesas de campaña, como las tres causales, al tiempo que expresan su preocupaci­ón porque los posibles perjudicad­os de la reforma sean los sectores menos ricos de la población.

Aunque hay sectores empresaria­les que salieron claramente ganancioso­s de la crisis económica provocada por la pandemia, hay otros, verbigraci­a el turismo, que no recuperará­n su nivel de actividad hasta el próximo año y arrastrará­n las secuelas de más de un año de penurias. Habría que esperar cómo les afectaría la reforma a estos sectores y cuál sería su posición en torno a ella.

Colombia y RD: algunas comparacio­nes relevantes

Se estima que la pobreza monetaria en Colombia pasó de 37.5% en 2019 a un 48% en 2020. En República Dominicana se prevé que la crisis podría aumentar la pobreza a corto plazo en unos 7 u 8 puntos porcentual­es sobre el 21% verificado al cierre de 2019, sobre todo, si se confirma la eliminació­n de los programas de transferen­cias sociales del gobierno previstos para concluir en abril pasado. Previo a la pandemia, Colombia presentaba un nivel de desigualda­d superior a República Dominicana, con un Indice de Gini de poco más del 50 %, versus un 44 % en el país.

La reforma fiscal planteada por el Gobierno colombiano tenía como objetivo recaudar casi un 3 % del producto interno bruto, monto similar al que se estima que podrían aspirar las autoridade­s nacionales, pero con la particular­idad de que una parte importante de las recaudacio­nes estaba destinada a otorgar medidas compensato­rias al 40 % de la población más pobre. El 10 % más pobre aumentaría­n sus ingresos a casi un 70 %, lo que tendría repercusió­n importante en el cierre de la desigualda­d económica prevalecie­nte en ese país.

Desafortun­adamente, en nuestra realidad el gobierno no dispone del espacio fiscal que se planteó en Colombia para realizar una reforma fiscal y financiar un amplio programa de medidas compensato­rias para los sectores más pobres, porque el peso del pago de los intereses de la deuda pública respecto al total de los ingresos corrientes supera el 30 %, lo que genera un balance primario muy por debajo del que se requiere para hacer converger la deuda pública a una senda sostenible en un plazo razonable. Esto implica que gran parte de los ingresos de la reforma serían para financiar el pago de los intereses de la deuda y mejorar el balance primario, indicador importante de la capacidad de repago del Gobierno de sus obligacion­es de deuda.

La ausencia de medidas compensato­rias, dificulta la construcci­ón de una narrativa justificat­iva desde el Gobierno del porqué del aumento de los impuestos, pues estaría impactando negativame­nte el bolsillo de los contribuye­ntes sin que pudiera devolver algo significat­ivo en término de bienestar, al menos al segmento más pobre.

Lo anterior se torna aún más complejo si el gobierno no puede acompañar el aumento de impuestos de una reducción de gasto equivalent­e a la propuesta de aumento, tal como prometió durante la campaña y luego de su ascenso al poder, al expresar de forma reiterada que era posible disminuir el dispendio de gasto de la pasada administra­ción en un 3 % del PIB. En esta parte, el gobierno parece estar atrapado en su propio discurso.

El tiempo en contra

El gobierno bebe presentar una reforma fiscal, como parte del pacto fiscal, con tiempo suficiente para que sea conocida, debatida, aprobada e incorporad­a al Presupuest­o General del Estado 2022, cuya fecha límite para ser sometido al Congreso es el 1ro. de octubre próximo. No someter la reforma este año generaría muchas dudas sobre el compromiso del gobierno, pues un proyecto de reforma fiscal a ser sometido en 2022 para aplicarse en 2023, sería poco creíble por ser este último un año preelector­al.

Las consecuenc­ias de no presentar una reforma fiscal o presentar una reforma que nos satisfaga las expectativ­as de los agentes económicos, de los organismos internacio­nales y de las firmas calificado­ras de riesgo, es que estas últimas otorguen una reducción en la calificaci­ón de riesgo soberano y esto aumente el costo de financiar los déficits fiscales y el refinancia­miento de la deuda.

Si la reducción en la calificaci­ón fuera significat­iva, el gobierno podría verse obligado someter una nueva reforma a corto plazo y/o a realizar recortes de gastos para intentar darle credibilid­ad a las metas de política fiscal, aunque esto haga más precario el ya exiguo gasto gubernamen­tal. Aún así, el nivel de gasto público ha sido históricam­ente tan bajo que esa decisión podría no ser creíble para los mercados financiero­s.

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