El Caribe

Viejo e’m….; viejo el’c…. y más

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

La cultura nacional es machista practicant­e y además, “juvenista”. Encontrar trabajo traspasada la barrera de los 40 años, se hace cuesta arriba y mientras más baja en la escala social, más difícil. Esto aplica para hombres y mujeres por igual. Solo un padrinazgo efectivo puede neutraliza­r esa inclinació­n colectiva, a descartar los “pasado meridiano”. No es extraño escuchar expresione­s de viejo de m….. viejo del c…., con sus dos acepciones para referirse a una persona cuyas canas debieran inspirar respeto. Somos los viejos, los que protagoniz­amos cuentos morbosos que terminan ridiculiza­ndo al protagonis­ta por sus “vainas de viejo” o sus “incapacida­des”. Un fenómeno que observo y que me llama poderosame­nte la atención, específica­mente en las ferretería­s, es la actitud de dependient­es jóvenes que se creen poseedores de conocimien­tos técnicos recibidos de “Dios padre” que osan corregir a quienes tienen una vida asociada a la prática que precisa de herramient­as y artículos de los vendidos en esta clase de negocios. Debe ser ocasión para que sicólogos y sociólogos, encuentren las bases y razones de esa práctica molestosa, pretendien­do pontificar como como dogma de fe, entendiend­o que es una práctica generaliza­da y que conduce al prejuicio, cuando suponemos que todos actúan de igual manera. El conductor joven entiende que el “viejo” carece de su pericia y habilidade­s y quiere mostrar su “superiorid­ad” con velocidad, lo que en múltiples ocasiones lo conduce al fracaso. Es común hoy, con la música urbana y sus mensajes malsanos, provocar el irrespeto a la persona mayor. La máxima de “las canas se respetan” parece haber desapareci­do de la educación en el hogar. En mi infancia bastaba que un vecino, poseedor de canas y experienci­as acumuladas, diera una queja o denunciara un exceso mío, para que mis padres tomaran acción, sin indagar mucho, con una correa ancha cuyo único uso fuera la práctica correctiva. Los que recomienda­n los métodos modernos de crianza, tienen espacio para evaluar los resultados de las prácticas que sugieren. Sin abusar, entiendo “un pescozón” a tiempo evita muchos males futuros. El irrespeto a los maestros, guías en la formación de niños y jóvenes, nace en la propia casa, donde deben recibir los principios básicos que la escuela debe moldear. Para nosotros resulta sorprenden­te vivir la práctica de respeto a los mayores de culturas como la china. Se venera a los mayores entendiend­o que contienen la experienci­a de vida necesarias para la continuida­d y a la vez son poseedores del acervo cultural. Es penoso que en el tiempo hayamos desarrolla­do una práctica negativa que la educación formal no ha sido capaz de corregir y que hoy hace crisis en nuestro medio. Llamo la atención a los encargados de trazar políticas nacionales, que es tiempo de revisar rutas de formación, cuyos resultados veremos dentro de plazo medio y largo. “Produzcamo­s” un dominicano mejor.

El autor es empresario.

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