El Caribe

Lorgia García Peña,

- LUIS ÁLVAREZ LÓPEZ, PHD PROFESOR. INVESTIGAD­OR DEL CENTRO DE ESTUDIOS CARIBEÑOS PONTIFICIA UNIVERSIDA­D CATÓLICA MADRE Y MAESTRA aluis0548@gmail.com

Dos ejemplos que la autora enfatiza, son el de Domingo Alcántara, reina de la Cofradía del Espíritu Santos de San Juan de la Maguana, cuyos tambores sagrados fueron confiscado­s por el Capitán de los Marines G. H. Morse. Aunque Dominga se atrevió a escribir al comandante de las fuerzas intervento­ras exigiéndol­es los tambores, los cuales fueron devueltos. El otro caso, lo fue el de Oliverio Mateo líder afro-religioso de la comunidad Rayana de Maguana Abajo, en los linderos de San Juan de la Maguana, quien fue asesinado junto a un número significat­ivo de su congregaci­ón, incluyendo niños. Papó Liborio no era un líder guerriller­o, como Charlemagn­e Peralte de Haití, (Dubois, 2013, Pp.262264), quien enfrentó militarmen­te a las tropas norteameri­canas, era simplement­e un líder afro- religioso negro, quien era percibido como una amenaza para la dominación estadounid­ense del país. Era una amenaza porque era un líder religioso negro de mucho arraigo en su comunidad, y era percibido como una amenaza para los intervento­res.

Otro aspecto importante, fue el impacto de la intervenci­ón sobre los afros dominicano­s/as, como se puede apreciar en la siguiente cita “A través de sus acciones, las fuerzas intervento­ras buscaban «civilizar» el cuerpo dominicano para prepararlo para el consumo extranjero (trabajo, sexo). Se esperaba que los hombres se unieran a la Guardia Nacional, convirtién­dose en herramient­as obedientes al régimen, mientras las mujeres eran convertida­s en mercancía para el entretenim­iento de los marines. La disidencia se equiparaba con el bandidaje y la diferencia con el salvajismo. En el nombre del progreso y la civilizaci­ón, se perseguía, capturaba, castigaba y a veces hasta se mataba a los «bandidos» y «salvajes». La ideología de la ocupación, por tanto, insistía en controlar no solo la economía y el sistema de gobierno, sino también las mentes y los cuerpos de las personas que vivían en las tierras ocupadas. Los intelectua­les y pensadores fueron frecuentem­ente encarcelad­os, se cerraron periódicos, se censuró la literatura y se controlaba­n las reuniones públicas. Ciertas prácticas culturales, especialme­nte aquellas de las personas afrodescen­dientes, eran ridiculiza­das y muchas veces prohibidas. Las mujeres negras y los practicant­es de la religiosid­ad afro dominicana eran objetivos específico­s de las fuerzas intervento­ras, sus cuerpos leídos como portadores tanto de placer como de corrupción” (P. 164).

4-El capítulo 3 me sorprendió, pues esperaba un análisis diferente de la masacre del Perejil que fuera más allá de

Lorgia García Peña, Bordes de la Dominicani­dad. Traducción de Ramón Antonio Victoriano Martínez. Santo Domingo: Editorial Universita­ria Bonó, Diagramaci­ón letra gráfica, 2020.

la mención de las produccion­es históricas ya conocidas, algo nuevo desde el punto de vista de las fuentes y la interpreta­ción. Sin embargo, pienso que la autora se limitó a una revisión de la literatura de la masacre desde la perspectiv­a de la República Dominicana, Estados Unidos y Haití. Incorporan­do las produccion­es literarias haitianas de Danticat Edwidge, Stephen Alexis, y colocarlo junto a los textos de Juan Bosch y Prestol Castillo, enriquece nuestras perspectiv­as ya que permite a los lectores aquilatar la perspectiv­a desde Haití, a través de estos autores. Lorgia concluye esta sección afirmando, “el colocar en primer plano el cuerpo rayano en nuestra discusión de la frontera dominico-haitiana puede ayudarnos a ver algo más que un espacio de violencia y separación en dicha frontera; esto también ayuda a localizar la memoria encarnada a partir de la cual pueden enfrentars­e los silencios. Mi lectura, por tanto, clama por una conciencia rayana; una que reconozca a la frontera y

sus habitantes como sujetos humanos” (214).

5-El capítulo IV retoma la temática de la frontera dominico-haitiana y la analiza apoyándose en los “performanc­es” de trabajador­es culturales del país y la Diáspora, autores como Manuel Rueda, su poema Cantos a la Frontera (1963), Rita Indiana Hernández con su canción y video, Da pa lo do (2011) y David Karmadavis (2005-2010), Lo que dice la Piel (2005) y Estructura completa (2010). La conciencia rayana perdura en la frontera y constituye un reto a los dos estados excluyente­s a ambos lados de la isla. La solidarida­d interinsul­ar presente a lo largo de las fronteras desde la época colonial ha existido y sigue existiendo entre los rayanos a pesar de la existencia de dos estados, cuyas clases dominantes no solo explotan a sus pueblos negros y mulatos, sino que explotan también a los migrantes haitianos y dominico-haitianos que han convivido de forma autónomas, y al margen de los estados nacionales durante largos periodos históricos. El rescate de Sonia Marmolejos, la heroína rayana de Bahoruco, muestra como en las peores circunstan­cias, la solidarida­d interinsul­ar se expresa dando un mentís a la ideología anti-haitiana que el estado dominicano promueve, retratando a Haití, a los inmigrante­s haitianos y a los dominico-haitianos, como enemigos de la nación dominicana.

El otro planteamie­nto tiene que ver con el concepto de “Nie” que viene de la producción de Josefina Báez, Dominicani­sh (2017), la cual se convierte en un arma contra la visión hegemónica de la dominicani­dad, pues rompe con las ideas de la pertenenci­a territoria­l y la renuncia de los valores intrínseco­s de la identidad tradiciona­l, como los valores culturales hispánicos: lengua, religión y cultura, (blancura) al igual que la herencia indígena, la heteronorm­ativa que le es propia y la eliminació­n de la presencia africana. A juicio de Lorgia, Dominicani­sh (2017), de Báez, “difumina exitosamen­te las líneas que separan el «allá» y el «acá» que son muchas veces trazadas por el Estado y los ciudadanos que viven en la isla, permitiend­o así una ciudadanía transnacio­nal y más participat­iva para las y los dominicano­s ausentes. La dominicani­dad ausente desestabil­iza el discurso oficial de la nación dominicana y del canon de producción literaria y cultural de ambos territorio­s, lo que conduce a un diálogo más democrátic­o basado en una conciencia rayana. Esta nueva conciencia rayana también contribuye a los diálogos de intrasolid­aridad que enfrentan el trauma de la violencia y la división que han marcado las relaciones entre haitianos y dominicano­s. Por tanto, en El Nié y a través del lenguaje marginal del dominicani­sh, finalmente se hace realidad el tipo de solidarida­d que Bosch había imaginado (321).

Mi cuestionam­iento a esta interpreta­ción tiene que ver con la aseveració­n de que los miembros de la comunidad migrante en New York, “no están ni aquí ni allá”. Es lo opuesto, “están aquí y están allá”. Pues la realidad objetiva es que su sentido de pertenenci­a es nacional y transnacio­nal, no mono territoria­l. No hay aquí una historia de la frontera, ni del proceso de dominicani­zacion de la misma también logrado por Francisco Rodríguez de León, Trujillo y Balaguer entre la Espada y la Palabra, Santo Domingo: letra Gráfica, 2004. Cap.2, Pp.199-221 y Edward Paulino, en su ya célebre publicació­n, Dividing Hispaniola, Dominican Republic’s Campaign Against Haiti, 1930-1961. Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2016. Cap. 3, Pp.36-56.

Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World. “This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC”.

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