Lo positivo sobre Haití
EL SOLO HECHO de que parte de la comunidad internacional pose su mirada en Haití en medio de la tragedia por el asesinato de Jovenel Moïse, en particular organismos como la ONU, OEA y Unión Europea, merece considerarse positivo.
También lo es que todos los sectores organizados de Haití, incluso los partidos opositores, hayan repudiado el hecho y pedido castigo a los que resulten culpables, lo que evita por el momento que se profundice la división social.
Lo negativo sería que se tratase de la eterna mirada enrevesada con la que esa comunidad internacional aborda la problemática del vecino país.
Siempre ha sido una visión parcial e interesada, que nunca llega al fondo y se queda en lo provisional o en fórmulas transaccionales entre las cúpulas de los sectores en pugna.
En la actual coyuntura ya se observan visos de que esa comunidad internacional pretende reeditar el esquema de sus fallidas políticas hacia Haití, basadas en componendas, con una primera movida para armar una solución a partir de la figura del primer ministro Claude Joseph.
Otra señal negativa es la expresa exclusión de República Dominicana de la reunión en la que el jueves el Consejo de Seguridad de la ONU discutió, a puertas cerradas, la crisis en Haití.
Ha sido práctica inconsecuente de estos organismos marginarnos, cuando somos el vecino con el que Haití comparte una extensa frontera terrestre y el que lleva la mayor carga de sus problemas.
Muy firme fue el embajador dominicano en la ONU, José A. Blanco, con lo que nos representa dignamente, al plantear a los miembros del Consejo de Seguridad su “profundo desacuerdo’’ por haber realizado esta sesión sobre Haití en privado.
Es como decirles: no invitan para sus decisiones al país que sería el más afectado si hubiese un desborde de la crisis que analizan.
“No podemos cargar con Haití, nosotros también tenemos problemas”, ha dicho el presidente Luis Abinader a la comunidad internacional para que se involucre, pero mal podrían buscar soluciones al margen, y quién sabe si hasta en contra, de los intereses dominicanos.
Al anunciar la desescalada de lo que llamó “odioso” toque de queda, el presidente Luis Abinader dio esta semana un paso importante hacia el tan esperado regreso a la normalidad, previa al Covid-19. Según los planes del gobierno, el país podría estar en condiciones de eliminar las restricciones en la medida en que disminuya la amenaza de contagio del virus, que ha provocado más de 3,700 muertos desde marzo del año pasado.
En una apelación al buen sentido, el mandatario ha reiterado su llamamiento a la población a que siga acudiendo con celeridad a vacunarse y se observen las medidas personales de protección, universalmente recomendadas para evitar el contagio. Mientras más pronto alcancemos la vacunación del 70 por ciento de la población, más próximo estaremos en condiciones de lograr abatir la pandemia.
No se trata solo de una tarea del gobierno, que ha sido exitoso en garantizar un fluido acceso a la vacuna, incluso a una tercera dosis si se hiciese necesaria en la lucha contra el virus. Es también, y sobre todo, una responsabilidad ciudadana. En lo que resta de esta semana y los primeros días de la siguiente, los dominicanos podremos movernos con tranquilidad hasta las 10 de la noche con dos horas adicionales de libre tránsito, para permitir el regreso a casa sin los encontronazos con la autoridad que se dieron en los primeros meses de la pandemia. Si observamos las medidas, esa flexibilización hará que no sea necesario ya el toque de queda.
Es un deber ciudadano vacunarse y seguir observando las medidas de protección personal que la comunidad científica recomienda para encarar la amenaza de contagio, como son el lavado de manos y el uso de mascarillas. Tal vez hemos logrado ya superar los peores momentos. Depende ahora de cada ciudadano que la crisis sanitaria no empeore.
Evitemos los excesos para salir pronto de esta grave enfermedad que tanto dolor nos ha causado.