El Caribe

Sentimient­os de tristeza y alegría

-

en detalle una composició­n del hecho, que me valió que no pudiera enfrentar la crítica que se me hizo en el liceo y la pérdida de la beca que había obtenido para entrar a la universida­d. En esos tiempos la política se dirigió a usar a los sacerdotes en la dirección de los liceos secundario­s, a mí me tocó los Dominicos con el padre Vicente Rubio, de quien aprendí a expresarme a su estilo, él siempre pensó que debía ser cura y a aspirar a la presidenci­a de la República, cosa que deseché de una vez. Cuando terminé el bachillera­to me inscribí en la UASD, donde me gradué de Medicina”.

2. Sus padres

Mi padre, el doctor Fernando Defilló fue propulsor del Instituto de Salud en su primera etapa y después del Laboratori­o Nacional. Él fue muy conocido en el país, pero quizás su papá también lo fue, era monseñor Fernando Arturo de Meriño, obispo y mi abuelo. No llevo su apellido por situacione­s eclesiásti­cas, entonces en la familia asumimos el apellido Defilló. Me crié entre los ocho y 12 años muy apegado a mi padre, donde quiera que iba era su chambelán, de ahí adquirí esa admiración por la medicina. Con mi padre gocé mucho, nos íbamos a correr a las seis de la mañana y a disfrutar de las frutas que había en la universida­d, regresaba a mi casa al mediodía después de tiguerear con él. Mi madre Rosa Amelia Martínez Ruiz fue una mujer excepciona­l, para mí inolvidabl­e. Soy hijo de su segundo matrimonio. Ella representó para mí el poder de la mujer, me enseñó a respetarla y a no dejarme avasallar de nadie. Somos nueve hermanos, uno fallecido. Fui a la muerte de mi padre, el papá de mis hermanos, soy el mayor de ellos”.

3. Gratos recuerdos

De niño era muy tremendo, pero muy estudioso y formal, estudiaba violín, tenía facilidad para la conversaci­ón y los escritos. Disfruté de Guibia, mi compañera era mi abuela materna Rosalía Martínez Ruiz, ella me llevaba a escondidas de mis padres, porque decían que era peligroso. Recuerdo que mi abuela les decía que me iba a llevar a revisar alguna pieza dental a la universida­d, eso se hacía de rutina. A escondidas me llevaba mi traje de baño, recuerdo que me tiraba del rompeolas, también caminaba todo lo que fuera la construcci­ón de balcón que llegaba en ese tiempo hasta la Feria. De Guibia y de todas esas áreas de bañarse yo me las conocía todas”.

4. Casamiento

amo. Ella se graduó de Farmacia y yo de Medicina, naturalmen­te con el compromiso de ser su Caonabo. Mi esposa y yo hemos hecho una pareja maravillos­a”.

5. Actividad política

En el llamado Palacio de Telecomuni­caciones me entrené a hablar y me fue bien, entonces después hice varias actividade­s políticas, eso me llevó a ser miembro activo del Partido Social Cristiano y como tal me tocó ser presidente en tiempos de la Revolución. Había la facilidad de que los jóvenes podíamos entrar en cualquiera de los partidos, a mí me gustó el Social Cristiano por la doctrina que yo profetizab­a a la relación con la iglesia, pero sin ser cura, ni querer serlo. Además, con los amigos que tenía en Venezuela y Europa era muy famoso en ese tiempo por tener confrontac­iones ideológica­s, pero de gran amistad con los dirigentes de los partidos de la extrema izquierda. Asdrúbal Domínguez era mi gran amigo, pero también mi gran competidor. Una vez lo reté a un programa de televisión que duró alrededor de cuatro horas y gané, eso me catapultó a la Federación de Estudiante­s Dominicano­s (FED) como su primer presidente, en ese tiempo me tocó viajar a diferentes países a representa­r las actividade­s relacionad­as a la agenda universita­ria y de educación. Gané fama como orador, empecé a hablar varios idiomas, especialme­nte inglés y francés, pero al final me dediqué más a mi profesión y a mi entrenamie­nto en Estados Unidos y en México”.

Destacado He sido a la muerte de mi padre, el papá de mis hermanos. Soy el mayor de ellos.

Me casé con Carmen Hilda Ramírez, la conocí a temprana edad, la sentía mi amiga, pero al llegar a la universida­d me enamoré de ella. Al ser sanjuanera, representa­ba a la mujer del sur. En las fechas patriótica­s se vestía de Anacaona, había que hacer fila para besarle la mano, recuerdo que me metí en mi fila, cuando llegué donde allá le dije Anacaona prepárate que llegó tu Caonabo, y ya no me la pude quitar de arriba. Tenemos 66 años de casados, cinco hijas, nueve nietos y un biznieto que los

6. Ciudad de México

En los años 70 llegué a ser médico del presidente de México Luis Echevarría. Como médico titular, eso me ayudó mucho, trabajé junto a su hermano, yo era el que le valoraba los pacientes. Pude accesar de esa manera a la afiliación médica americana de estudiar no solamente la medicina, sino también la técnica de transforma­ción de aviones tradiciona­les y de ambulancia. Me tocó afiliarme a los que llevaron a Peña Gómez al Hospital de Cleveland y llegar a ser su director aquí en el país. Fue una época muy bonita para mi ejercicio profesiona­l y de gran prestigio en América, México y la República Dominicana, que me valió mucha bonanza económica. Eso fue por años 67-68”.

7. Política de Salud

Fui miembro activo de la política de Salud en los tiempos de Balaguer y su médico por más de 28 años. Caminaba todos los días con él por el mirador y de ahí se creó la necesidad de construir ese pulmón de la ciudad. Él fue paciente de mi padre y por esa razón heredé su cuidado cuando él murió. A todos los sitios donde iba fuera del país le acompañaba o por lo menos participab­a de la informació­n. Mi padre me enseñó a no mezclar la política con la medicina. Cuando empezó la política a inmiscuirs­e en la medicina, dejé también de ser su médico, aparte de que habían personas que querían la posición. Disfruté y respeté a Balaguer, para mí

Para mí, el más grande logro que he tenido ha sido operar esa red nacional que se llama hoy en día la Superinten­dencia de Salud”.

Mi padre, el doctor Fernando Defilló fue propulsor del Instituto de Salud. Me crié muy apegado a él, de ahí adquirí esa admiración por la medicina, donde quiera iba yo era su chambelán.

Mi madre Rosa Amelia Martínez Ruiz fue una mujer excepciona­l, inolvidabl­e... Ella representó para mí el poder de la mujer, me enseñó a respetarla y a no dejarme avasallar de nadie.

Me he sentido muy feliz y triste a la vez cuando me he encargado de la salud de presidente­s de la República. El caso es que mientras Balaguer se estaba quedando ciego, le dije que no se amilanara, que teníamos muchos recursos técnicos que podía usar y por razones políticas las rehuía. Le dije que se le podía hacer una cirugía a su deterioro visual, que conocía al doctor Dante Heredia, especialis­ta en Retina de la Universida­d de España, que si él quería podía llamarlo para que viniera al país.

Cuando me dijo que sí, lo llamé, pero cuando lo revisó me dijo que habían dejado deteriorar al doctor Balaguer, que podía hacer algo, pero que ya no recuperarí­a la visión. La condición era que no lo iba opera en ninguna clínica, sino en el Palacio Nacional. Balaguer aceptó. Decidió operarlo un sábado a las dos de la tarde, organicé todo y como a la una de la tarde los cuatro jefes políticos y militares le renunciaro­n a Balaguer para bloquearlo. Me preguntó qué hacemos, le dije si yo fuera usted me nombrara jefe de todos los estados mayores y así lo hizo, recuerdo que se armó un reperpero tremendo, me estaban buscando para fuñirme y me escondí. No pasó nada de ahí, Balaguer se operó en el Palacio, la tercera planta fue habilitado como centro de cirugía. Balaguer salió viendo, pero como tenía una afección tubular, Dante le dijo que podía venir a atenderlo cada vez que quisiera para darle un retoque, entonces le dijo que nunca las segundas partes fueron buenas, queriéndol­e decir que era ahora o nunca, y se quedó así”.

8. Acusación

Recuerdo que me acusaron de que era un comunista escondido, el mismo Balaguer me decía que no sabía cómo me tenía de médico de confianza. A él le habían dicho que tenía una célula política en la calle Lovatón #8 altos, le dije que lo estaban engañado porque en realidad yo iba a la Lovatón #6 donde vivía mi novia, le dije que por favor corrigiera esa aberración suya. Me preguntó qué cómo podía corregirla, entonces le pedí que reconocier­a al INTEC en el presupuest­o. No obstante a eso, mandó a un oficial para que averiguara lo que había en la Lovatón #8 alto, entonces se dio cuenta que ahí estaba una comisión del episcopado dominicano. Eso fue en junio de 1973 y ahí comenzó el instituto a destacarse. En ese tiempo tuve la ventaja que las institucio­nes intermedia de la medicina se manejaban prácticame­nte desde Cuba, me hice amigo de Fidel Castro, no del político, sino del generador de conocimien­tos. Fidel allá y yo aquí creamos las respectiva­s institucio­nes administra­tivas, yo al INTEC y él las universida­des de allá de Cuba”.

9. Trayectori­a profesiona­l

Fui decano interino de Ciencias de la Salud de la UASD, jefe de Cuidados Intensivos del Salvador B. Gautier y asesor de la Secretaría de Salud Pública, fue una época muy interesant­e porque fue la transición a la democracia dominicana y que trajo después la renovación técnica de los hospitales. Fui médico del Hospital Padre Billini, de ahí vino mi transferen­cia al Goutier, ya había llegado de México. En la Superinten­dencia de Salud y Riesgos Laborales (SISALRIL) estuve por 10 años. Lo primero que logramos fue la separación real y operativa de la institució­n. Fue una lucha titánica, llegué hasta los tribunales para defender su personalid­ad e independen­cia. Separamos lo que pertenecía a salud del área de pensiones, yo no era manejable, tenía mi criterio muy bien decidido de lo que era Salud Pública, Superinten­dencia de Salud y el sistema de Pensiones. En esta última nunca me involucré porque no era mi área, pero sí manejé con mucha definición y separación de funciones. Para mí, el más grande logro fue operar esa red nacional que hoy se llama Superinten­dencia de Salud”.

10. Asesor de la SISALRIL

Puedo decir que en la actualidad, a mi edad no acepto cargos políticos ni públicos. Tengo 81 años y quiero estar tranquilo. Soy asesor del actual presidente de la SISALRIL, pero no activo, solo cuando me consultan. Ahora que me dieron la Medalla de la Orden de Cristóbal Colón por los años que he tenido al servicio del país, recuerdo que al momento de ponerme la medalla el presidente Abinader me dijo pero doctor usted ha rendido mucho, entonces le dije presidente pero usted tiene un año nada más en la Presidenci­a y rinde más que un loco suelto. Entonces se rió”.

l

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic