El Caribe

3 Un llamado al Ministerio de Cultura < PORTADA

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Johnny no solo negó sus orígenes desde el mismo cambio de su nombre, sino que en su discografí­a ni siquiera menciona a Santiago ni le dedicó ningún concierto. Como tampoco lo hizo al país. Fueron famosos sus conciertos “LIVE IN AFRICA”, “LIVE IN JAPAN”, “LIVE IN SAN JUAN”, “CALIFORNIA JAM”, “HAVANA JAM”, “VIVA COLOMBIA” , “THE CALI CONCERT”, “LIVE IN PUERTO RICO”, “SPANISH FEVER”, “A TRIBUTE TO TITO RODRÍGUEZ”. Su nombre no da ni siquiera para cambiarle el del Bar de Keka, pues Antonio sí que es un músico pepinero de la tradición de Piro Valerio.

Lo peor es que ni los santiaguen­ses, ni los pepineros han dicho esta boca es mía, como tampoco se dijo nada cuando sembraron el Monumento de monigotes de fibra de vidrio, ni cuando el mondonguer­ismo tomó por asalto la ciudad con autoprocla­maciones de poeta para que la vergüenza no nos deje olvidarlo.

Cuando Pacheco llegó a New York, tuvieron la habilidad, por no decir la avivatez, de ponerle el nombre de “salsa” al son montuno que Celia Cruz se llevó junto a sus resabios anticomuni­stas. Que popularizó el son montuno con un nuevo nombre, ni se niega ni se duda, pero na’ que ver con Santiago y menos con el Teatro del Cibao.

Es hora ya de que los politiquer­os dejen de tener un protagonis­mo en un área que no les correspond­e y si la Ley lo dice así, que se cambie. ¿Cuántas propuestas para beneficiar a los santiagues­es tendrían los diputados para llevar a la “Cámara Baja”? Muchísimas. Pero una cosa es la política en campaña y otra “arriba del palo”. Si los diputados de Santiago se interesara­n por la cultura tendrían que saber que con menos de $30 millones se remodela La Escuela de Bellas Artes, el Centro de la Cultura y el Palacio Consistori­al, en “un combo” de tres en uno. Tanto la escuela como el Centro se caen a pedazos y a pesar de las visitas de los anteriores ministros de cultura y sus séquitos, resultaron puro allante porque no hicieron absolutame­nte nada. Ahí tienen los diputados un buen dossier para que dejen el bulto de lado.

Lo mismo ocurre con las calles. Debe haber una comisión de La Academia de la Historia, el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación para ponerle los nombres a las calles, avenidas y escuelas.

La función de los ayuntamien­tos debe circunscri­birse a mantenerla­s limpias y no dejar que los regidores, politiquer­os también, opinen sobre lo que desconocen: la historia de sus pueblos.

Cambiar el nombre de un plumazo o de un “corroboraz­o” es muy fácil. Lo difícil es velar porque esas institucio­nes funcionen con dirección adecuada y presupuest­o decente y no dejar que los plafones se pudran por las goteras y el desprecio de sus autoridade­s.

¿Llamaremos al Palacio de Bellas Artes Théodore Chassériau porque este nació en Samaná y porque se destacó en Francia? No podemos pasarle por encima a tantos pintores destacados dominicano­s a los que hay que incluir los refugiados españoles que se aplatanaro­n y se dieron en cuerpo y alma al país.

¿Llamaremos Biblioteca Alexandre Dumas a la principal biblioteca del país porque este destacadís­imo escritor francês tanga descendenc­ia dominicana?

Antes que Pacheco, y de seguro cualquier selección de gestores culturales santiaguen­se estaría de acuerdo, hay un listado enorme de músicos que se entregaron a impartir docencia por el amor al arte y a su pueblo, más que por los suelditos de miseria que recibieron, incluyendo de gobiernos como el mismo del diputado autor de la absurda propuesta. Balaguer ofendió a los profesores cuando los llamó “aves de paso” de manera despectiva.

Más que Pacheco, tenemos a Ñico Lora, a Luis Alberti, a don Julio Hernández, Maridalia Hernández, al profesor Bueno, Henry Ely. Hasta Wilfrido Vargas, Vickiana, Fefita la Grande y Fernando Villalona lo merecerían más. Por supuesto que ninguno ganó un “Grammy”… ¡Gran vaina! Ni consiguier­on millones por sus conciertos…¡Bull shit! Ni cabildearo­n el bautismo en cuestión.

Ahora que existe la Casa de la Música sería interesant­e que desde ahí salieran los nombres que deben brillar en las institucio­nes culturales relacionad­as con la música y el canto. Abogamos porque el Ministerio de Cultura conteste esta asignación y el Teatro sea llamado “Gran Teatro del Cibao Víctor Víctor”, por el cantor de vainas incómodas, militante jodón de la dominicani­dad, tíguere bocón pepinero que no le comía pendejá a nadie, santiagués de pura cepa, y que fue más CORECATO que “morao”.

Propongo, al final, que la “Cámara Baja”, sea llamada “Gran Cámara Cucharimba” y que en vez de tocarse el himno nacional se inicie cada sesión con “el payaso” de Javier Solís (aplausos). Gracias, gracias…

 ?? FUENTE EXTERNA. ?? Gran Teatro del Cibao.
FUENTE EXTERNA. Gran Teatro del Cibao.
 ?? MERCADER. ?? Hector Ramírez de cabeza .
MERCADER. Hector Ramírez de cabeza .
 ?? FUENTE EXTERNA ?? Plafond de la sala Eduardo Brito del Gran Teatro del Cibao.
FUENTE EXTERNA Plafond de la sala Eduardo Brito del Gran Teatro del Cibao.

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