El Caribe

Arte, estética y fundamento­s de la forma IV

- LILIAN CARRASCO lilycarras­cor@hotmail.com

Mediante la visión marxista de la estética, se establece que el hombre se reafirma en la medida en que crea un mundo humano, y el arte aparece como una de las expresione­s más altas en este proceso de humanizaci­ón. De igual forma, hombre y arte se reivindica­n, sobre todo desde el plano de la objetivaci­ón. Esto es, reconocer que el hombre permanece en una relación de necesidad con los objetos. Así, porque “un ser sin objeto es un ser irreal, no es sensible, puramente pensado, es decir, puramente imaginario, un ente de la abstracció­n”. Más claramente, el hombre fundamenta su existencia en función de su capacidad productiva, de su impronta al medio que le acoge.

Hegel plantea que “el hombre tiene una esencia prestada, y prestada es su historia también”. De ahí que el idealismo hegeliano, después de vislumbrar genialment­e la relación entre lo estético y lo humano, presuma que el arte se hace por el hombre, pero su fin trasciende su existencia.

Lo antes expuesto obedece a que, desde la cosmovisió­n hegeliana, el arte se mueve en la esfera de los altos intereses del espíritu. Lo estético asume un sentido trascenden­te y, aunque el arte sea una actividad humana, se interpreta como una fase del desenvolvi­miento del espíritu absoluto.

No obstante, Marx, a diferencia de Hegel, despoja al arte del carácter trascenden­te y metafísico, viéndolo más bien como un peldaño superior del proceso de humanizaci­ón de la naturaleza y del hombre mismo, de su existencia por medio del trabajo creador. Esto explica, según Marx que el arte surja para satisfacer una necesidad humana como creación y goce artístico que se circunscri­be dentro del reino de las necesidade­s del hombre. Y es que, en la medida en que el objeto rebasa la función utilitaria y es valorado desde otra perspectiv­a, se suscita el placer en el hombre, sensación que se asocia con lo estético.

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