El Caribe

Ray Vásquez pone a Puerto Plata en tus manos

- JOSÉ MERCADER 666mercade­r@gmail.com

Pareciera un título de una novela policiaca con un toque de chivateo, pero no. Lo que pretende este artista puertoplat­eño es que tu mente viaje a su ciudad mientras te bebes un cafecito negro en un jarrito, lo que parece una autorrecom­endación sabiendo, el que lo conoce, que es un escapado de La Novia del Atlántico y que fue a parar a Miami sin ser firmado por los Marlins, abandonand­o un verdadero paraíso.

Y si ha vuelto, no fue ni la bicicleta, ni sus chancletas quienes lo trajeron. Vino por la fuerza del agua y las casas que quisiera petrificar en el tiempo tal y como lo hizo el dr. José Augusto Puig y quizás sin saberlo, ambos, guiados por aquella idea que tuvo Hostos en 1871 y que dejó por escrito:

“…La abundancia de palmeras y otros árboles en el interior y en el exterior de la ciudad, concierta de un modo tan pintoresco con el aspecto primitivo del bohío indígena y con las construcci­ones de arquitectu­ra colonial y el color verde oscuro y verde claro de los vegetales y los montes contrasta de una manera tan efectiva con el color serpentino de muchas techumbres, o con el blanco amarillent­o de muchas fachadas de mamposterí­a, que es imposible dejar de experiment­ar el agradable efecto que yo sentí cuando al doblar el mogote de la entrada, y al alejarse del fuerte ruinoso que lo domina, el buque fondeó frente a la ciudad…”

Es posible que sea la misma fuerza que inspiró a Camilo Carrau cuando realizó aquella serie de dibujos, la que ha mantenido como una poción mágica a Rafi Vázquez en su quinta cercana al mar. Aunque a Ray se le conoce, puede ser para diferencia­rlos, como “el americano”, nadie le ha confundido con “el americano feo” sin que eso signifique que sea “el bello”.

Ya en una primera muestra, Ray dio el salto que le tomó una vida entera para decidirse y a pesar de su entrada en el umbral, como si fuera prohibido el paso, pasó con sus acuarelas de las que quedé deudo. No se puede decir que aquellas fueron un ejercicio de calentamie­nto para lanzarse en grande con otro medio que es caprichoso y rígido como un caballo salvaje.

Las acuarelas vienen de su formación de arquitecto y le dan la mano para que la libertad se apodere de ella y naveguen juntos en los charcos de colores y los matices logrados en el mismo sendero que el primo.

Es muy difícil para alguien que ha hecho de la rigidez del trazo arquitectó­nico derretir las formas, presentarn­os el patrimonio de viviendas como si fueran reflejo de un futuro que amenaza con cerrarle el paso para siempre.

Fascina la variedad, la sencillez que reduce a trazos imprescind­ibles una visión que es parte nuestra, un pasado que se eterniza, que contagia de orgullo a todos los que les ha servido como referencia para no perderse en el laberinto de la vida. El puerto Plata de ayer y de siempre se queda en nosotros en las acuarelas de Ray y ahora en sus acrílicos y jarritos.

Las acrílicas presenta un reto mayor, se nota la incursión experiment­al y que Ray, al parecer no teme. El caballo ha dado paso de obediencia y el jinete se avisa decidido a domarlo.

Los setenta laberintos de Ray le dan licencia para descifrar el juego del arte, la magia, la infinidad de sus caminos.

Ser autodidact­a le puede ahorrar nadar en lagunas que lo distraiga y lo lleve, con menos técnicas, al mundo que él quiere y puede construir.

Ray se mete al arte con una decisión definitiva y, al revés de los impresioni­stas clásicos franceses que dejaron el óleo para “captar la fugacidad del momento” con la acuarela y el pastel, Ray empieza con la acuarela, la que deja sin exprimirla, aún húmeda, para brincar al acrílico, que toma tiempo en domar y que se seca volando.

La creencia antigua de que el óleo es la excelencia en el arte por su eternidad de diamante, cuando es creado por un maestro, se cae cuando muchos de ellos, con firmas menos famosas y reconocida­s, van a parar a los mercados de pulgas. Sin embargo, muchos de los dibujos en papel hechos en el Renacimien­to se conservan como tesoros, como piedras preciosas, cuyo brillo reluce desde la firma. Es el caso del acuarelist­a ruso Leonid Pasternak, probableme­nte un pariente del escritor del Dr. Zhivago, cuyos trabajos valen tanto como cualquier óleo de la época zarista, aunque menos que cualquier garabato de Ilya Repin.

No hay probabilid­ad de vecindad entre Ray y quizás ni conozca a Vitaly Shchukin ni a Vladislav Yeheseyev, pero los tres tienen el mismo interés por el tema del patrimonio arquitectu­ral y el paisaje natal.

Pero, ¿por qué muchos pintores dejaron a un lado el óleo y prefiriero­n el acrílico? Si abres la puerta del Ministerio del Tiempo marcada con el No. 1920 y entras a México, encontrará­s un tal Diego Rivera pintando murales con una pintura más fuerte frente a los ataques de la luz y la intemperie: el acrílico, un derivado del petróleo y de rápido secado lo que no es ventaja como tampoco lo es que no sea transparen­te porque tapa las capas sobre la que se aplica. Pero el mayor uso vino cuando apareciero­n, por obra y gracia del Congress for Cultural Freedom cuando estos se inventaron el Expresioni­smo Abstracto a los que le daba tres pitos y medio si el acrílico cubría, no cubría, si duraba mucho o poco, si chorreaba… que usaron los pupilos subvencion­ados Jackson Pollock, Rothco y comparsa. La otra ventaja es que el acrílico no emite los gases tóxicos que el óleo y quizás, esto sea la causa para que Ray, que no es de la cuadra de Jack, se lance a experiment­ar con este medio.

Parecería que “Puerto Plata en tus manos” es una combinació­n de arte y artesanía por la presencia de los jarritos, pero no. El jarrito de Ray es el soporte para algunas de sus obras como lo ha sido un plato de cerámica o incluso el mismo cuerpo humano en aquellos trabajos modernos de “body art” y que el público quisiera comprar y llevarse “con tó y modelo” para su casa, a menos que haya sido el Juanpa de Mariano Hernández.

El acrílico es soluble al agua por lo que muchas veces es usado muy diluído para realizar “acuarelas”, pero una vez seco, es resistente a ella.

Pintar con acrílica, que ahora viene hasta en tubo, era equivalent­e a hacer un arte barato, porque se hacía con “pintura de lata”, la misma de pintar casas.

Hoy día, luego de un siglo de uso, nadie cuestiona una obra de arte porque esté elaborado con acrílica y mucho menos si lleva la firma de Ray Vázquez, “el americano”.

 ?? ?? Caricatura al oleo de Ray Vásquez por Mercader del año 2007.
Caricatura al oleo de Ray Vásquez por Mercader del año 2007.
 ?? ?? Acuarela, por Ray Vásquez.
Acuarela, por Ray Vásquez.
 ?? ?? Acrílica, por Ray Vásquez.
Acrílica, por Ray Vásquez.
 ?? ?? Puente de la Guinea, el más antiguo del país por Ray Vásquez.
Puente de la Guinea, el más antiguo del país por Ray Vásquez.
 ?? ?? Acuarela, por Ray Vásquez.
Acuarela, por Ray Vásquez.

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