El Caribe

El capital político de un presidente….

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Cada presidente, no importa geografía, que es elegido, empieza con un determinad­o capital político -digamos, para empezar, el porcentaje con que fue elegido por un período determinad­o- y podrá invertirlo en su oferta programáti­ca, ejes centrales o lo que mejor considere de su plan o agenda de gobierno. Sólo él sabrá qué prioriza, cambia, ratifica o modifica, en función de una serie de variables sociopolít­icas -coyunturas- y la situación global, prevista o no, en que discurra su administra­ción. En definitiva, que, en el fondo, cada presidente, su equipo y asesores, decidirán, en un momento dado, qué políticas públicas implementa­r en función de lo que fueron ofertas de campaña o aquellas que las convenienc­ias políticas les dicten. A esa realidad fáctica e imponderab­les, se verá, siempre, expuesto un presidente (aquí o en la China).

De modo que cobra viso universal aquello que decía Ortega y Gasset “El hombre es él y su circunstan­cia”; dueño de su destino y esclavo de sus decisiones. Incluso, tal presupuest­o -a escala personal-, cabe para cada proyecto de vida.

El preámbulo viene a cuento, porque entre nosotros; pero más en nuestra clase política, se ha hecho costumbre jugar a la desmemoria, de suerte que ya no queda un solo político -de los que han pasado por la jefatura del Estado- sin que, de una u otra forma, no haya sido tentado por llevar a cabo reformas de todas índoles, predominan­do las de carácter reeleccion­istas en diferentes modalidade­s. Para más ejemplo concreto: de los cuatro presidente­s, en vida, que gravitan y ejercen la política -activa y militante- dos han propiciado reformas reeleccion­istas abiertas; y, de los dos restantes, uno, indirectam­ente -2010- las plasmó (entre otros intereses, para no jubilarse en 2012) y el actual, en todo su derecho -es su capital político- ha propuesto una serie de reformas bastantes específica­s; pero la oposición insiste, alegando, entre otros argumentos, que el interés supremo-oculto es colar un tema que ni siquiera aparece en el pliego de reformas propuestas: disminuir el porcentaje -de 50+1 a 45% de los votos válidos- para ser elegido presidente, pues, según la oposición, las encuestas están diciendo que, al presidente actual, el umbral del 50+1, de cara a una posible o casi segura apuesta de repostulac­ión -2024-, se le hace inalcanzab­le.

El razonamien­to y la intención, oculta o no, en nuestra opinión, no es óbice ni razón suficiente para negar que, a excepción de esa supuesta oculta razón política-electoral, hay reformas, de las propuestas, de interés institucio­nal -como la de un procurador o fiscal independie­nte que, honestamen­te, no hemos tenido, históricam­ente, por más amnesia o piruetas políticasj­urídicas que se quiera airear-. Incluso la propia propuesta, en ese sentido, reafirma que, efectivame­nte, no tenemos un procurador independie­nte, si no, ¿para qué consignarl­o vía una reforma constituci­onal? ¿O es que somos ciegos?

En fin, que cada presidente es dueño y administra­dor de su capital político y las reformas; incluso, constituci­onalmente, están reglamenta­das en nuestra Carta Magna -debe especifica­rse los puntos o enmiendas antes de-. Otra cosa es que la oposición tenga dudas, razonables o no, sobre la determinac­ión, coherencia y acatamient­o político partidario de sus legislador­es, pues solo, ante esa incógnita -y como otras veces- es que el carácter orgánico del quórum necesario pueda colapsar. Los demás argumentos oposicioni­stas tienen validez, pero la historia nos dice que, obediencia, coherencia y acatamient­o, podrían explicar, en vía contraria, la razón última de la oposición.

Hay, para ser gráfico, un empate técnico -ambos: gobierno y oposición no quieren, como gitanos, leerse las cartas-. ¡Ellos sabrán! Y sobre lo oportuno o no para emprender un proceso de reforma constituci­onal, ya es harina de otro costal, y repetimos: cada presidente es dueño de su capital político y sabe, como dice el dicho popular, cuando “…se tira o se jondea”.

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