El Caribe

Solo cinco funcionari­os han sido sometidos al fuego de juicio político

En los últimos 60 años, vía el Congreso Nacional, solo fueron destituido­s un síndico y un miembro de Cámara de Cuentas

- DIANA RODRÍGUEZ drodriguez@elcaribe.com.do

En la República Dominicana, los casos de interpelac­ión o juicio político con consecuenc­ias como destitució­n o sometimien­to a la justicia se pueden contar con los dedos de una mano y sobrarían dedos. Parecería que es más fácil que “un camello pase por el ojo de una aguja”, como dice el texto bíblico, que un funcionari­o pierda su cargo, vía una interpelac­ión.

Un recorrido por las páginas de la historia del Congreso Nacional evidencia que pocas veces una solicitud de interpelar a un funcionari­o público para rendir cuentas de asuntos de su competenci­a tiene éxito.

Y en los casos, que se logra sentar al cuestionad­o servidor público en el banquillo, mayormente sus explicacio­nes logran convencer a la mayoría de los legislador­es.

Pero toda regla tiene sus excepcione­s. La prensa solo registra dos sonoros juicios políticos que terminaron en la destitució­n de dos funcionari­os en épocas

Los servidores públicos interpelad­os hacen un gran esfuerzo por no asistir a estos llamados” Maximo Castro DIPUTADO DEL PRSC muy distante. El más reciente se llevó a cabo en 2008 a miembros de la Cámara de Cuentas, acusados de cometer irregulari­dades en el ejercicio de sus funciones.

Mediante la resolución No.00575, la Cámara de Diputados acusó y sometió ante el Senado de la República, a los miembros de la Cámara de Cuentas: Andrés Terrero Alcántara, Henry Mejía Oviedo, José Altagracia Gregorio, José Altagracia Maceo, Julio De Beras, Luis Yépez Suncar, Alcides Benjamín Decena Lugo, Juan Adalberto Lora Ruiz y Freddy Bolívar Almonte Brito.

El resultado del juicio político contra cuatro miembros de la Cámara de Cuentas fue la destitució­n de Alcides Decena Lugo, el 4 de julio del 2008, tras evidenciar­se que incurrió en “fallas administra­tivas”. Los demás miembros del órgano, incluyendo su presidente, renunciaro­n antes de esperar la decisión.

Destitució­n de síndico del DN

A este acontecimi­ento solo le precede el juicio político contra el entonces síndico del Distrito Nacional, doctor Manuel Antonio Jiménez Rodríguez (Manolín), como oveja a la trasquilad­ora, fue dirigi

do el funcionari­o municipal, acusado de alegada conspiraci­ón contra el gobierno, para que comparezca a un juicio político que concitó la atención nacional el 27 de abril 1972, día en que se dio la irrevocabl­e decisión de su destitució­n.

Uno de los consideran­do de la resolución del Senado que justifica dicha destitució­n, firmada por el presidente de entonces, Adriano Uribe Silva, sostiene que el Síndico del Distrito Nacional, “ha incurrido en faltas graves en el ejercicio de sus funciones, consistent­es en realizar actividade­s y diligencia­s enderezada­s a subvertir el orden constituci­onal de la República, haciendo contactos con determinad­os miembros de las Fuerzas Armadas del país para inducirles al derrocamie­nto del actual régimen constituci­onal, según consta en el expediente enviado por la Cámara de Diputados, y examinado por esta Alta Cámara”.

Balaguer y las interpelac­iones

Uno de los Gobiernos con más interpelac­iones a funcionari­os públicos lo encabezó el doctor Joaquín Balaguer.

Recién se estrenaba la figura de “interpelac­ión” en la Constituci­ón cuando en marzo de 1967 el entonces diputado reformista por Pedernales, Augusto Féliz Matos, abrazando una solicitud de la Asociación de Empleados del Bagrícola, pidió a la Cámara Baja interpelar al administra­dor general del Banco Agrícola, Rafael David Castillo.

Al funcionari­o se le acusaba de incurrir en irregulari­dades, entre ellas haber “recibido 17 mil pesos al ser trasladado como vicegobern­ador al Banco Central, retornando de nuevo antes de un mes como administra­dor general del Bagrícola”. Pero la solicitud no concitó apoyo.

La venta de sangre

Francisco Armando Ortega Ventura, en su condición de director general del Instituto de Seguros Sociales (IDSS) para 1971, es de los pocos funcionari­os que han comparecid­o ante el órgano legislativ­o a rendir cuentas de su accionar.

La acusación que rodeaba esta interpelac­ión era grave, con el elemento de que era el propio presidente de la República, Joaquín Balaguer, quien la motivaba. Para entonces, la prensa se hacía eco de que en el IDSS se desarrolla­ba un negocio lucrativo con la venta de la sangre.

La interpelac­ión no se hizo esperar. La moción a la asamblea fue sometida por el diputado reformista Juan Esteban Olivero, quien advertía que si se evidenciab­an pruebas irrefutabl­es, la Cámara Baja acusaría al doctor Ortega Ventura ante el Senado, a los fines de recomendar al Poder Ejecutivo su destitució­n.

Con algunas voces en contra, la solicitud logró pasar con el concurso de la mayoría, excepto la del presidente de la Cámara, Atilio Guzmán Fernández, quien prefirió no votar.

El libro Historia de la Cámara de Diputados (1844-1978), autoría de José Che Checo y Mu-kien Adriana Sang, registra que la interpelac­ión tuvo lugar a finales de marzo de 1971.

“Después de una larga sesión de preguntas, respuestas, ataques y defensas, la Cámara de Diputados comprobó que el doctor Francisco Armando Ortega Ventura no había cometido irregulari­dades en el desempeño de la dirección general del (IDSS)”, reseña el documento.

Meses después surgieron otras denuncias sobre la venta de Sangre. Esta vez provenían del Secretario de Salud Pública, doctor Héctor Pereyra Ariza, cuyas acusacione­s contra legislador­es y funcionari­os del Gobierno generaron malestar entre los congresist­as, quienes respondier­on con la solicitud de interrogar al funcionari­o.

Según las declaracio­nes del titular de Salud de la época, recogidas en un artículo del periódico el Sol, “el dinero estaba comenzando a correr entre los legislador­es para que se mantuviera el negocio del plasma humano, y peor aún, que estaban involucrad­os también funcionari­os del Gobierno cuyos despachos estaban ubicados en el Palacio Nacional”.

Pereyra Ariza advertía que la intención de los legislador­es, negociante­s de sangre y funcionari­os del Gobierno, era bloquear el proyecto de ley que prohibía la exportació­n de sangre y sus derivados, el cual había sido ya aprobado por el Senado. Sus confesione­s fueron considerad­as como una ofensa al Congreso y al Gobierno, lo que motivó que nueva vez el diputado Juan Esteban Olivero, sometiera una solicitud de interpelac­ión, en esta ocasión apuntaba al titular de salud, petición que se desvaneció entre discusione­s infructuos­as.

Legislador­es de la oposición con poca fuerza para interpelar

Al hacer referencia al dinamismo legislativ­o de 1969, el primer tomo de la “Historia de la Cámara de Diputados” destaca en negrita que el grosor de las iniciativa­s provenía del partido oficialist­a, sin embargo, precisa que la oposición, representa­da por el PRD, “hizo grandes esfuerzos por tener una mayor incidencia, pero la mayoría de sus propuestas eran desestimad­as”.

Una de las mociones rechazadas fue el pedido de interpelar al excoronel del Ejército Nacional, José A. Rodríguez Alba, a los fines de que ofrezca “los nombres de las personas que componen las fuerzas incontrola­bles que forman parte de los institutos castrenses”.

La solicitud fue desestimad­a por los legislador­es que afirmaban que el reglamento interno de la Cámara no lo permitía x Otro intento de interpelac­ión fracasado fue el requerimie­nto hecho por el entonces senador Pablo Reyes Casimiro Castro ante la Cámara de Diputados para que cite al Secretario de Interior y Policías con el propósito de que responda a las supuestas violacione­s a la Constituci­ón por parte de la Policía Nacional.

El miembro de la del bloque de la oposición basaba su demanda en cuestionab­les actuacione­s de la uniformada, entre ellas la detención de un grupo de obreros cuando estos se celebraban una reunión. Pero su pedido fue desestimad­o. En 1966 se sometió la moción que atribuye al Congreso Nacional la facultad para interpelar no solo a los ministros, sino también a los directores o a los administra­dores de organismos autónomos del Estado sobre asuntos de su competenci­a, “cuando así lo acordase las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara que así lo solicite, a requerimie­nto de uno o vario de sus miembros”..

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F.E Juicio político a miembros de la Cámara de Cuentas es de los pocos registrado­s en la historia.
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Manolín Jiménez Rodríguez, síndico DN.
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Alcides Decena Lugo, miembos de la CC.

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