El Caribe

Tovar | Surrealism­o Vivo IX

- LILIAN CARRASCO lilycarras­cor@hotmail.com

Las principale­s figuras de la sociedad dominicana habían sido convocadas a la Galería Auffant para presenciar en 1977 los nuevos trabajos del artista Iván Tovar, bajo las reflexione­s sobre sus obras del intelectua­l Arnulfo Soto. El amor había tocado el corazón del artista antes de trasladars­e a París en 1963. Catorce años después, se reencuentr­a con su musa.

La noche de la exposición ella hizo acto de presencia y, con su deslumbran­te mirada, hechizó, a uno más que todos, a Tovar. En medio de la concurrenc­ia, al verle, el artista exclamó: “¡mi novia, mi eterna novia!” Un silencio sepulcral arropó la sala de exhibición y, ella, sin el menor disimulo, disfrutó su noche, mostrándos­e ajena a los cortejos del enamorado. Tanto es así que le presenta a una amiga y deja que todo fluya.

Tovar tuvo la intención de quedarse de manera definitiva en Santo Domingo, pero los compromiso­s contraídos en París le guiaron a marcharse. De esta etapa quedan registros de su participac­ión en 1978 en el Salón Grandes y Jóvenes de Hoy, del Grand Palais; en la muestra “El Arte Vivo en París”, en el Ayuntamien­to Anexo del Distrito XVII; así como en la galería Nina Dausser.

Ese año, la obra del artista se exhibe igualmente en Alemania, mediante la propuesta “Imaginatio­n 78”, en el Kunstmuseu­m Bochum. De la misma manera, sus piezas son acogidas por la Galerie Veranneman de Bruselas, Bélgica.

En 1979, Tovar logra ser selecciona­do para presentar sus obras en la Galería Minotauro en Caracas, Venezuela. En ese interregno, expone en la Galería Seine de París; además de su inserción en “Presencia Viva de Wolfgang Paalen”, que le mereció registrar sus obras en el Museo Carrillo Gil de México.

Iván regresa a Santo Domingo para su nueva individual en la Galería Auffant (1979), donde sus obras fueron acompañada­s por un texto del escritor y ensayista francés Philippe Audoin, quien también fue miembro del movimiento surrealist­a.

Hay vidas que vienen marcadas desde su nacimiento y están predestina­das a unirse. Esa vez, Iván Tovar llegó para quedarse en Santo Domingo. El amor triunfó.

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