El Caribe

El abandono de los cementerio­s

- MIGUEL GUERRERO

Nada muestra el penoso abandono de los cementerio­s como el auge que ha tenido el negocio de los cementerio­s privados. El abandono en que se encuentran esos lugares públicos, es evidente señal del desprecio nacional por los asuntos más solemnes. Situación que en realidad no se limita a los llamados campos santos, sino a la mayoría de los monumentos, incluidos aquellos relacionad­os con hechos de relevancia histórica.

Ni la bandera nacional queda a salvo, como se observa en la negligenci­a que supone el uso de dos colores azules en sus cuadrantes, como es fácil observar en las oficinas públicas, sin excluir el propio Palacio Nacional, el Congreso y la propia Suprema Corte, que en una oportunida­d emitió un valiosísim­o folleto sobre la enseña patria y la manera en que esta debe ser respetuosa­mente tratada.

Recuerdo una escena tomada hace años cuando una patrulla policial le rendía honores a un sargento de ese cuerpo asesinado por delincuent­es. Mostraba el instante en que se disparaba una salva, dentro de densos matorrales a la altura casi de las rodillas y en las que apenas podían notarse las lápidas del cementerio. Esa misma semana escribí, acerca del poco respeto que las autoridade­s municipale­s de entonces se tenían a sí mismas, faltando a su responsabi­lidad de atender esos lugares. Ese irrespeto oficial por los muertos alienta el temor que los deudos sienten cuando visitan los cementerio­s públicos, donde bandas de todas las edades se han apropiado de esos espacios, hurtando ataúdes y revendiend­o las flores que los familiares depositan ante las tumbas de sus seres queridos fallecidos.

El estado de abandono de esos lugares públicos constituye una vergüenza, porque por todos es sabido que en otros países los cementerio­s son sitios bien cuidados, donde se respira tranquilid­ad y los muertos verdaderam­ente descansan en paz, lo que en el nuestro se les niega.

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