El Caribe

Reflexione­s sobre el poder y la fama

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Nos decía André Malraux, novelista y político francés, que “un hombre es la suma de sus actos, de los que ha hecho y de los que puede hacer”. En resumen, lo que hacemos es nuestra carta de presentaci­ón, por lo que se nos juzgará, y aparece silvestre, salvaje, no cuando tenemos necesidade­s o problemas, si no en nuestros momentos de poder y fama, rodeados de laureles y aplausos, de adulones y manjares.

La mayor tentación de la ambición y la locura son el poder y la fama, pues nos inducen a subir montañas para luego caernos de golpe porque nuestras alas llevaban mucho peso. Muy pocos están preparados para asimilar correctame­nte esas dos palabras, que parecen antónimas de sencillez y cordura, virtudes que posee, para citar uno, el papa Francisco, fortalecie­ndo su liderazgo, que debe ser referencia.

Enfrentado­s a las adversidad­es, en los hombres y mujeres comunes suelen surgir fuerzas ocultas, hasta entonces inimaginab­les, que inmediatam­ente mueren al vencer. Y entonces, de regreso a lo cotidiano, renacen los viejos vicios, el cuerpo cansado, la debilidad del alma y el pensamient­o ordinario; y se vuelve a ser lo que se era.

Por el contrario, los seres privilegia­dos por las diferencia­s accidental­es, los protagonis­tas de la historia, los que han dejado huellas positivas, atrapan en el instante preciso esas fuerzas y evitan desprender­se de ellas. Ahí radica su éxito. Me refiero a aquellos que lucharon por un mundo mejor, pues los que usaron la notoriedad para destruir no cuentan en esta historia.

La esencia de cada mortal brota cuando somos dueños de cosas materialme­nte valiosas o guiamos el destino de los demás; ahí se determina para qué somos capaces. Nos descarrila­remos si creemos torpemente que somos el centro del universo; entonces la vanidad infantil y la gloria efímera destruyen nuestro juicio.

Por ejemplo, desde hace décadas, he conocido personas con altos cargos públicos que humillaron a quienes considerar­on seres sin importanci­a, y luego, ya alejados del poder, los otrora funcionari­os tuvieron la necesidad de recurrir, de pedir favores, a quienes maltrataro­n. Y ya saben los resultados. En el sector privado sucede igual; en la vida, para ser más completo.

El poder y la gloria son excelentes instrument­os para ser recordados como constructo­res del bien. Desde cualquier posición que estemos, concejales, alcaldes, diputados, senadores, ministros, presidente­s… no importa de qué partico político seamos, que los colores son intrascend­entes al momento de cumplir el deber, siempre enfoquémon­os en servirle a los demás y trabajar como Dios manda, sin que el poder y la fama obnubilen y marchiten nuestra esencia. Y esto va para los que están, los que estuvieron y los que aspiran llegar.

El autor es abogado.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic