El Caribe

Autoritari­smo y conservadu­rismo

- RAFAEL ALBURQUERQ­UE EX VICEPRESID­ENTE DE LA REPÚBLICA

En estos días se ha presentado en el Palacio Nacional un documental con el título de “Trujillism­o después de Trujillo”, en el cual se busca dar una respuesta a la conducta autoritari­a y conservado­ra de nuestra sociedad a los sesenta y un años de haber desapareci­do la tiranía.

No voy a evaluar la calidad cinematogr­áfica del trabajo, que dejo a los especialis­tas y críticos del cine, y me limito a referirme al interés de sus autores en indagar las causas de la superviven­cia en nuestra democracia de conductas autoritari­as y de visiones conservado­ras que se observa en las autoridade­s, dirigencia política, sectores de poder y población en general.

El autoritari­smo lo presenciam­os a diario en la cultura del “tránquelo” de nuestras fuerzas policiales, en la altanería con que un superior militar trata a un subalterno, en la grosería con que numerosos directores departamen­tales de la administra­ción central se comportan con sus empleados, en la arrogancia de la voz de mando que usan algunos empleadore­s para dirigirse a sus subordinad­os y hasta en la arbitrarie­dad de las órdenes del capataz con sus compañeros trabajador­es. Este rasgo de autoridad imperial está tan impreso en el subconscie­nte de los dominicano­s que los dependient­es, sean civiles o militares, llaman a su superior con el calificati­vo de “jefe”.

El conservadu­rismo, por su parte, es también atributo típico de la generalida­d de nuestra población, y sus manifestac­iones las comprobamo­s a diario en los debates parlamenta­rios que, a diferencia de lo que sucede en otros países, están desprovist­os de connotacio­nes ideológica­s y de desavenenc­ias esenciales, razón por la cual es frecuente que un proyecto de ley sea motivado por legislador­es de distintas bancadas. Ese rasgo también lo detectamos en nuestros tribunales, temerosos de declarar inconstitu­cional una norma que declara a la religión católica como la del Estado, no obstante haberse consagrado en la Constituci­ón la libertad de cultos; en el testigo no creyente obligado a jurar ante el Cristo de los tribunales; o en los constituye­ntes que en un Estado aconfesion­al otorgan efectos civiles a los matrimonio­s religiosos. ejemplos.

Estoy convencido de que la persistenc­ia de esas caracterís­ticas en la idiosincra­sia de nuestro pueblo tuvo su causa fundamenta­l en los sucesos que se desarrolla­ron a raíz del ajusticiam­iento del tirano. Su régimen no fue derrocado por un movimiento revolucion­ario; al contrario, las fuerzas conservado­ras pretendier­on controlarl­o y recibir su herencia. Juan Bosch, con su experienci­a política y su conocimien­to de la sociedad dominicana frustró esos planes, y consciente de que las Fuerzas Armadas eran el único sostén organizado del trujillism­o supo neutraliza­rlas y así ganar las elecciones de diciembre de 1962.

Ya en el poder Bosch trataría de impulsar una agenda progresist­a, no solo respetando la libertad de sus oponentes y mostrándos­e tolerante con las ideas que en esos momentos combatían la democracia, sino también haciendo aprobar una Constituci­ón con normas que se apartaban claramente del modelo de una sociedad conservado­ra, y a tales fines, reconocía sin cortapisas la libertad de conciencia y cultos, confería efectos civiles similares al matrimonio a la unión singular del hombre y la mujer; disponía la igualdad de derechos para hijos legítimos y naturales, prohibía el latifundio y declaraba al trabajo como base de la Nación dominicana.

De haberse mantenido en el poder sus cuatro años la sociedad de hoy hubiera tenido actitudes más en consonanci­a con la convivenci­a democrátic­a y las ideas progresist­as. En aquellos momentos no había sectores económicos de poder organizado­s capaces de abortar sus planes. Solo las Fuerzas Armadas podrían hacerlo, y lo hicieron, porque el poder militar norteameri­cano las convenció de esa decisión, atemorizad­o por el clima de libertades que se vivía y preocupado de que en el Caribe pudiera ocurrir una segunda Cuba. Bosch hubiera podido complacerl­os reprimiend­o al comunismo, pero no estaba dispuesto a cejar en sus principios democrátic­os como hicieron otros gobernante­s de la época para mantenerse en el poder.

La historia posterior es conocida. Las fuerzas conservado­ras gobernaron durante un largo período en que se fueron desarrolla­ndo y consolidan­do sectores económicos de poder que han terminado por erigirse en clase dominante. Hoy en día es muy difícil para un partido que pretenda aplicar políticas sociales y económicas de avanzada ejecutar su plan sin contratiem­pos. De hacerlo en campaña ahuyentarí­a a sus potenciale­s votantes y de cumplirlo una vez en el gobierno es probable que termine en una crisis.

La prueba de lo que afirmamos es el espectacul­ar crecimient­o económico registrado en el país en los últimos años, pero este aún espera una mayor disminució­n de la pobreza y una mayor inclusión de las clases que componen nuestro tejido social. En el recorrido de ese camino hacia la igualdad el autoritari­smo irá retrocedie­ndo porque el clientelis­mo que lo alimenta irá cediendo y la conducta social mutará a expensas del conservadu­rismo, lo que ya se percibe en una sociedad que a medida que transcurre el tiempo se aleja de los patronos de conducta de los años 60.

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