El Caribe

Ley Mordaza Vs. Extinción de dominio

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Nada más gráfico y escueto -para medir el talante ético-político de nuestra partidocra­cia- que observar cómo dos proyectos de ley nos dan una idea de la “voluntad política” cuando está de por medio la defensa del “Honor”, la “Imagen” y “el buen nombre” de nuestros “Honorables” congresist­as y cuando esa “voluntad política” entra en pausa o se evapora, bajo múltiples subterfugi­os, si se trata de legislar sobre procesar, sancionar y recuperar bienes públicos “adquiridos” en el ejercicio de una determinad­a función pública o, castigar ilícitos de “cuello blanco”. Sobre el primero que “regula” la “protección a la intimidad, el honor, el buen nombre y la propia imagen”, ya sabemos o escuchamos, de su propia autora y auspiciado­res, abiertos o solapados, las justificac­iones o aportes “doctrinari­os”, “jurídicos” y “filosófico­s” de esa pieza -pero, ¿qué pobre o ciudadano común, en todo su derecho, recurrirá a un tribunal en búsqueda de resarcir su “buen nombre”, que no sea un político o empresario?-; y sobre el otro proyecto -el de ley de Extinción de Dominio-, nada más basta repetir el cuasi epitafio del legislador presidente de la Comisión Bicameral, Dr. Pedro Catrain, al decir que esa ley viene con “una imagen de bloqueo por parte de sectores políticos y empresaria­les” (Periódico Hoy, 25 de marzo de 2022).

En ambos casos, se pone de manifiesto el racero ético-político de una parte significat­iva de nuestra clase política, pues, por un lado, se pretende crear una suerte de freno de opinión o denuncia sobre cualquier figura pública -llámese político, empresario u otra figura de los poderes fácticos- ya que lo que se quiere o infiere, quizás sin quererlo o ser la motivación (¿?), es, en el fondo, la autocensur­a de prensa y ciudadana y, del otro lado, la impunidad ante el fraude y la “acumulació­n” rápida de riqueza (corrupción pública-privada) vía ejercicio de una función pública o, a través de actividade­s ilícitas. Y decimos imponer o pretender autocensur­a, porque el delito de difamación e injuria está tipificado en nuestra legislació­n; e incluso, ha tenido ganancia de causa. ¿Para qué, entonces, repetir el ejercicio? La que no tenemos es una ley de Extinción de Dominio -urgentemen­te necesaria, pero cuidando que no termine, como la ley de Partidos y de Régimen Electoral, sujeta a interpreta­ciones ambiguas o de lagunas injustific­ables-. Sin embargo, hay que subrayar que el proyecto sobre ley de Extinción de Dominio lleva más de diez años en el congreso -en una suerte de juego de pimpón de todo el arco iris político (¡sin excepción!)- y el de la defensa del “Honor” de reciente factura, pero de rápida aprobación, con la bendición de las bancadas PRM-FP; quizás haciendo acopio o en coherencia, en vía contraria, con la tesis-libro “El delito de Opinión Pública” del expresiden­te Leonel Fernández.

Finalmente, no hay duda: tenemos una franja, mayoritari­a, de nuestra clase política zorra y diestra en los tejemaneje­s de los poderes públicos y legislar, subreptici­amente, para beneficio propio y de su otrora financiado­res -pues ya, en muchos casos, son ambas cosas: políticos-empresario­s-; pero de escasa cultura democrátic­a e institucio­nal. En otras palabras, son demócratas de “boca pa fuera” y defensores de las libertades y bienes públicos “a sigún” convenga. ¿O no?

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