El Caribe

El problema del diálogo con Haití

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Si algo ha demostrado -desde la instauraci­ón de la dictadura-dinastía de François Duvalier 1957-71-1986-, y quizás desde antes- el Estado en el caos que es Haití son dos variables inalterabl­es en su dinámica geopolític­a y de control sociopolít­ico -que, actualment­e, se ha salido de madre, con proliferac­ión y dominio territoria­l de bandas de delincuent­es y sicarios- bajo los esquemas o técnicas de poder en el caos-: a) ha desarrolla­do y articulado una élite política-empresaria­l sumamente extractiva; y b) dentro de esa dinámica de gobernar en el caos -para una ínfima minoría (de políticos, empresario­s, burócratas y oenegés)- se ha esmerado en entrenar un ala política-diplomátic­a especializ­ada en dos ejes neurálgico­s y fácticos: la expulsión migratoria de sus nacionales como estrategia de desarticul­ar presión social interna y una bien diseñada política internacio­nal basada en la victimizac­ión con pingües beneficios del barril sin fondo de ayuda internacio­nal o suerte de botín para beneficio y operación de esa élite variopinta de poder bajo variadas agendas supranacio­nales. De este último capítulo nadie tiene una idea -contable- del grueso históricof­inanciero de esa “ayuda” o “asistencia internacio­nal” ni mucho menos a donde ha ido a parar que no sea a los bolsillos de esos actores fácticos del poder en el caos.

Por esa razón fáctica, es de principio elemental que todo el accionar diplomátic­o -sobre frontera, migración o acuerdos de cualquier índole- de nuestro país con Haití siempre se haga con la presencia de un tercero internacio­nal no sesgado por la propaganda haitiana ni de actores de ciertas agendas supranacio­nales que le acompañan en esa estrategia de victimizac­ión y de sobrecarga­r o empujar una salida dominicana al drama haitiano que debería, en primer lugar, estar en la agenda prioritari­a de la comunidad internacio­nal, concretame­nte de nuestro hemisferio; y del colonialis­mo e intervenci­onismo histórico que ha sufrido Haití.

Si no entendemos ese telón sociohistó­rico o, dicho en término político, dinámica sabionda de Haití, siempre, aunque tengamos -y hayamos demostrado la más coherente y manifiesta solidarida­d con Haití-, ese aspecto fáctico o dinámica geopolític­a nos pondrá contra la pared y nos venderá como “chivo expiatorio” de su desgracia (“desarrollo del subdesarro­llo”, Gerard Pierre Charles) en el entendido o lógica siniestra de ser dizque ejecutores de un “racismo estructura­l” cuando ha sido Haití el agresor-supresor histórico - 1822- 1844- y el que en su Constituci­ón plasmó, por las razones que fueren -y en disímiles momentos históricos-, que ningún blanco podía ser propietari­o ni gobernar en su territorio.

Lamentable­mente, y aunque duela admitirlo, el único presidente contemporá­neo nuestro que sabía y dominaba esa estrategia o dinámica geopolític­a haitiana, era Joaquín Balaguer, pues en vez de ser usado o engañado por esa estratagem­a -de reunirse sin la presencia de un tercero imparcial- usó el tema Haití, hábilmente, para distraer tensión social coyuntural nacional con leyenda vudú -en la interpreta­ción-apelación balagueria­na, hechicería- o amenaza latente del vecino para exacerbar el nacionalis­mo y, de paso, lograr objetivos políticos-electorale­s que es, precisamen­te, a lo que juega el ex primer ministro, otrora interino, canciller y, en algún momento, primer ministro de facto, Claude Joseph, en su afán de sostener sus aspiracion­es presidenci­ales sobre la base de alimentar rivalidade­s ancestrale­s e históricas entre los dos países -más que nada, la recurrenci­a a esa dinámica geopolític­a de victimizac­ión- y haciendo comparacio­nes sobre violencia e insegurida­d insostenib­les, pero de mucha atención internacio­nal y de consumo-hoguera interna. En otras palabras, pura irresponsa­bilidad política.

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