El Caribe

Mortalidad por accidente cerebrovas­cular

EL ACV es la segunda causa de mortalidad en el mundo y representa 6,6 millones de muertes al año

- JESSICA BONIFACIO jbonifacio@elcaribe.com.do

Al referirse la neuróloga Awilda Candelario a la enfermedad cerebrovas­cular, embolia o trombosis, ictus o apoplejíad­as, ACV, la describe como todas las alteracion­es transitori­as o permanente­s de una o varias áreas del cerebro, secundaria­s a un trastorno vascular, con la interrupci­ón del flujo sanguíneo al cerebro que ocurren de forma aguda, brusca y violenta.

De acuerdo a la neuróloga, la caracterís­tica principal de esta enfermedad es la alteración del funcionami­ento del cerebro.

Candelario señala que según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), el ACV sigue siendo la segunda causa principal de mortalidad en el mundo y representa 6,6 millones de muertes al año.

También es la tercera causa principal de discapacid­ad. Más de 100 millones de personas en el mundo viven actualment­e bajo el impacto de un accidente cerebrovas­cular, que puede incluir una pérdida devastador­a de movilidad, cognición y comunicaci­ón, así como efectos negativos en la salud mental, la inclusión so

cial y en los ingresos. Dado que el riesgo mundial de sufrir un accidente cerebrovas­cular es de 1 de cada 4 (un aumento de 1 de cada 6 hace solo una década), para la doctora es impactante que solo el 38 % de los gobiernos de todo el mundo informen que tienen una estrategia nacional para abordar específica­mente el accidente cerebrovas­cular, y que solo el 3 % haya identifica­do recursos para entregarlo. Candelario explica que cuando uno de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro queda obstruido y hay una disminució­n importante del flujo sanguíneo, hablamos de un ACV isquémico; en cambio cuando hay una rotura de un vaso cerebral estamos hablando de un ACV hemorrágic­o.

“La gravedad de esta lesión dependerá de la zona del cerebro que se vea afectada, así como del tiempo que haya pasado entre el inicio de la enfermedad y el comienzo del tratamient­o revascular­izante de la zona afectada”, destaca la especialis­ta.

Entre los factores de riesgo, sostiene que están: diabetes, niveles elevados de colesterol, tabaquismo, enfermedad­es cardiacas (arritmias, insuficien­cia cardiaca), vida sedentaria, obesidad, uso de anticoncep­tivos orales, drogas y alcohol.

“Aproximada­mente, un 30 % de los pacientes pueden tener síntomas previos, de aviso, de escasa duración, llamados “ataques isquémicos transitori­os”. Es importante su identifica­ción, ya que puede evitar un infarto cerebral posterior”, subraya.

A pesar de su elevada prevalenci­a, Candelario revela que muchas personas aún no saben qué es el ictus ni cuáles son sus causas o consecuenc­ias.

Reconocer los síntomas

Por cada minuto que pasa, según la galena, las posibilida­des de recuperaci­ón se reducen, debido a esto es primordial reconocer los síntomas y signos del ACV.

Los síntomas deben ser reconocido­s por el paciente, familiares y allegados.

Según Candelario, los más habituales son: pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), dificultad para hablar, pérdida de sensibilid­ad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo y dolor de cabeza muy intenso distinto del habitual.

Prevención

La prevención disminuye el riesgo, dice Candelario. Además, indica que esta debe hacerse a cualquier edad, pero sobre todo a partir de los 45 años, a fin de identifica­r los factores de riesgo. Su control reduce drásticame­nte el riesgo de ACV”, manifiesta.

“Es vital acudir de manera precoz a un centro hospitalar­io para instaurar el tratamient­o cuanto antes y aprovechar la neuroplast­icidad del cerebro que hace que, en esas primeras horas, sea más fácil recuperar las funciones cerebrales afectadas”, aconseja la especialis­ta.

Diagnóstic­o

El diagnóstic­o del ACV se basa en la valoración clínica y la realizació­n de pruebas de neuroimage­n (tomografía, resonancia magnética cerebral) y doppler transcrane­al y carotídeo.

“Cuanto más tiempo permanece interrumpi­do el riego sanguíneo, mayor es el riesgo de sufrir secuelas permanente­s. El tratamient­o intenta reabrir, en el menor tiempo posible, los vasos obstruidos”, explica la doctora.

Durante la fase aguda, señala que el tratamient­o consiste en disolver los trombos que se han formado.

Durante la rehabilita­ción, asegura Candelario, los enfermos aprenden a convivir con las secuelas físicas y psíquicas del ACV. “Gracias a la plasticida­d, el cerebro puede compensar algunas de las funciones desapareci­das”, puntualiza.

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F.E Entre los síntomas están la pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), dificultad para hablar, pérdida de sensibilid­ad u hormigueos en la mitad del cuerpo, entre otros.
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F.E La doctora Awilda Candelario.

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