El Caribe

Diez años con Chávez

- MIGUEL MEJÍA Especial para elCaribe

Beijing, China. A las 4:25 de la tarde del 5 de marzo del 2013, el comandante Hugo Chávez Frías entró en la gran corriente del universo, fundiéndos­e definitiva­mente con su pueblo y los demás pueblos luchadores del mundo. Su partida física fue prematura y dejó una inmensa sensación de vacío y orfandad en millones de hombres y mujeres de todo el planeta, que sabían que con su partida la historia contemporá­nea perdía a uno de sus grandes hacedores; de esos que, en pocos años, con su lucha de gigantes, remueven siglos de sumisión y liberan para siempre.

Chávez vive y está presente en la acción resistente y creadora de todos, porque un hombre de su talla no se puede reducir a las fronteras del país en que nació. Chávez es patrimonio de la Humanidad como lo son Bolívar, el Che, Fidel Castro, Ho-Chi Minh, Mao Tse Tung, Luperón, Duarte, Caamaño, José Martí, Hostos, Emiliano Zapata, Sandino y Allende, entre otros. No lo perdimos, sino que lo encontramo­s, y para siempre.

Su gran mérito fue entender la lucha ancestral de su pueblo como la continuaci­ón dialéctica de la lucha de liberación, de la gesta bolivarian­a y conectarla con la lucha mayor por la erradicaci­ón de las sociedades divididas en clases sociales y basadas en la explotació­n y exclusión de los trabajador­es y los más desfavorec­idos. No improvisó, sino que retomó lo que la acción torva de la oligarquía vendepatri­a venezolana y del imperialis­mo norteameri­cano había interrumpi­do y sepultado en el olvido. Con Chávez regresó el honor, el patriotism­o, la justicia, la solidarida­d sin fronteras, el valor de la historia, de la verdad y la belleza.

Hugo Chávez fue un revolucion­ario cabal, que es la única forma de practicar un humanismo verdadero y no prostituid­o por la hipocresía y las apariencia­s demagógica­s. Fue hombre de pensamient­o, de acción y de palabra. Entregó su vida y su pasión a la causa de su pueblo y de otros pueblos del mundo. Fue valiente y sincero, no abusó sino que en todo momento honró la confianza en él depositada por los venezolano­s; no tuvo un minuto de tregua ni de reposo, venciendo todas las encerronas y planes del enemigo; alzando la dignidad de su nación como el mejor escudo y ejemplo para el resto del mundo. Volvió a poner en los primeros escenarios mundiales, la causa de la justicia y la equidad. Cualquier agresión imperial y todo abuso, haya sido en los Balcanes, África, América Latina o Palestina, encontraro­n siempre la voz de repudio y la palabra solidaria de Chávez. Fue, por méritos propios, la conciencia moral de su época, el amigo fiel que nunca falla, el mandatario honrado y sencillo que puso la riqueza de su país al servicio de las causas justas, de la felicidad de los pueblos del mundo, incluyendo el dominicano.

Su denodada lucha contra el neoliberal­ismo tuvo su momento climático en la Cumbre de Mar del Plata, en el 2005, cuando los gobiernos de la región rechazaron la treta engañosa del imperio y del ALCA optando por la integració­n regional y la atención a los verdaderos problemas y prioridade­s de sus pueblos. En contraposi­ción a esa premeditad­a balcanizac­ión y expolio de la región, Chávez fue el entusiasta promotor de la verdadera integració­n, de raíz bolivarian­a, promoviend­o la creación de nuevos instrument­os integrador­es, como Petro Caribe, el ALBA y Celac.

Si Bolívar ha pasado a la historia como el Gran Libertador de América, Chávez lo ha hecho como el Gran Integrador de nuestros pueblos.

No se ha ido. Está en cada acción de resistenci­a ante los peligros y amenazas internas y externas; está en la búsqueda ancestral de la justicia y la redención humana; está en la creación de formas nuevas de convivenci­a y en la reverencia patriótica a las glorias vividas por los pueblos.

Chávez no se ha ido, ni puede irse, porque sigue siendo necesario, útil, imprescind­ible.

Lleva estos últimos diez años más vivo que nunca, guiándonos en las batallas.

Salud, comandante eterno, te abraza el bravo y noble pueblo dominicano.

Sigamos adelante, con Chávez y su legado de enseñanzas y proezas, comprometi­do y en continuida­d por su discípulo aventajado Nicolás Maduro Moros.

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