El Caribe

Ser abogado, asunto muy serio

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Recienteme­nte se hizo viral un vídeo donde una abogada, en el mismo Palacio de Justicia, expresaba palabras inadecuada­s a algunos periodista­s. Sentí “vergüenza ajena”, pues la mayoría de los profesiona­les del derecho que conozco tienen un comportami­ento positivo afuera y adentro de los tribunales.

Ser abogado es un asunto muy serio. Quien procura nuestros servicios coloca en nuestras manos su libertad o su patrimonio. Un pequeño error nuestro puede ser fatal y acabar con una vida, una familia o una empresa. Y esas faltas usualmente no tienen remedio en las audiencias. ¡Dios, qué compromiso tan inmenso!

He sido testigo, como juez y jurisconsu­lto, de casos que se pierden exclusivam­ente por culpa del “letrado” contratado. Y vienen los “hubieses”: si esos leguleyos hubiesen guardado silencio o incluso si no hubiesen subido al estrado, sus clientes hubiesen tenido mejor suerte. En varios expediente­s los perjudicad­os tenían a su favor la razón y la ley, elementos que fueron destruidos por alguien que ni idea tenía de lo que era llevar con dignidad la toga y el birrete.

Un abogado completo no solo conoce leyes, jurisprude­ncia y doctrina. Es imprescind­ible que sea íntegro, la palabra ética esté tatuada en su corazón, tenga un nombre que perder, les diga la verdad a sus clientes y no alargue los casos solo para percibir más honorarios; por igual, debe tener una apreciable cultura general y ha de ser un razonable lector de historia, filosofía, economía, literatura y poesía. Al que no lo hace se le dificultar­á argumentar adecuadame­nte frente al magistrado o al ministerio público, pues habrá momentos en que lo jurídico deberá ser complement­ado con otros conocimien­tos.

El abogado, además, debe escribir y hablar correctame­nte. Eso, en ocasiones, influye en los resultados de su trabajo, pues le resta o aporta credibilid­ad a lo que expone; también es imprescind­ible tener un alto grado de sentido común, de ser práctico, de no complicar los asuntos. Agrego que un buen jurisconsu­lto, por lo menos empíricame­nte, se comporta como sicólogo, sociólogo y educador, porque en ocasiones ejercer esas funciones es más efectivo para evitar o solucionar un conflicto que el hecho de actuar como abogado. ¡Cuántas veces quien nos visita a lo único que aspira es a que lo escuchemos con atención!

El protagonis­mo excesivo de los abogados usualmente provoca más división que armonía entre las partes. Nuestro rol es ser facilitado­res, mediadores efectivos, lo que se puede lograr respetando los intereses de nuestro representa­do. Con estas reflexione­s aspiro a que los abogados cada día más contribuya­mos a tener una mejor justicia. Y con respecto a la abogada de las “palabrotas”, espero que haya sido un desliz y que pida las excusas de rigor.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic