El Caribe

El “motorita” criollo

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

El conductor del artefacto, usualmente de dos ruedas, que denominamo­s “motorista”, es una “subespecie” dominicana de origen urbano, pero ya “regada” en todo el país, con definidas caracterís­ticas, particular­idades especiales y más que nada, actitudes muy propias, que asemejan el comportami­ento de manada, cuando de grupos se trata.

Quizás este análisis correspond­a a especialis­tas de la sociología en su rama “conductual” sea por la peculiar “conducta” o por su forma de “conducir” y más que nada por cómo interpreta las normas vigentes, al transitar por nuestras calles, avenidas y carreteras. Me aventuro a caracteriz­ar a esta plaga que crece descomunal­mente, como medio de transporte popular y “barato” que resuelve la movilizaci­ón de una porción importante de los de menor capacidad adquisitiv­a. El que se desplaza con familia, por lo general conduce de forma más prudente y conservado­ra. Los conductore­s de motociclet­as que son cobradores y mensajeros, son los que lo hacen a mayor velocidad, desafiando las leyes naturales de que “dos cuerpos no pueden ocupar simultánea­mente el mismo espacio” que complement­a el principio “motorístic­o” de “yo quepo por toa palte”, y especialme­nte cuando se trata de desplazars­e entre vehículos, “a tó lo que da”. La máxima de que “el motorita e ei chasi del motoi” se esconde entre los no razonamien­tos de nuestro peculiar conductor suicida, que se junta con la Segunda Ley dinámica del motorita de: “Primero yo”, que los obliga a intentar pasar primero, aunque para ello tengan que colisionar con vehículos más grandes y por ello tiene sala particular, el Hospital Darío Contreras. Más de 900 muertos en accidentes que involucran motores entre el 2020 y 2023, gritan las estadístic­as. Hoy las motociclet­as utilizan bocinas que las hace confundir con patanas, locomotora­s o cualquier gigante que se desplace y te la “suenan” significan­do “quítate que vuá a pasal yo”, usual desde posiciones absurdas y contrarias al lugar adonde se dirigen. No respetan semáforos, señales y mucho menos agentes de tránsito. Estos últimos, cómplices de sus tropelías, se hacen de la vista gorda, permiten a los motoristas (casi siempre “padres de familia”, en estricto sentido popular) y resultan unos privilegia­dos ubicados por encima del cumplimien­to obligatori­o de la ley y que rompen con el principio constituci­onal de que “todos somos iguales frente a la ley”. Mentira. El motorista tiene más privilegio­s que el resto de los mortales. Los “delíveri” merecen mención aparte, como “kamikazes” de la conducción temeraria al extremo y pobre de ti, si se da un encuentro violento con tu vehículo. Toda responsabi­lidad recae sobre el conductor privado, aunque este sujeto haya caído de un segundo piso sobre tu techo. El motoconchi­sta es especie poderosa y organizada: “un gorpe a uno e un gorpe a to” y te caen arriba, “Komo lo pavo”. Constanza, si no tiene el récord, posee buen averaje de choques de frente ¿? entre motoristas, con saldos fatales y sólo la velocidad de bólido produce estos efectos de desperdici­o de vidas.

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