El Caribe

¿Y si enero fuera todo el año?

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Ojalá el enero fuera eterno. Es el mes de la reflexión, de interés en renovarnos. Inicié meditando que si no sabemos a qué puerto navegamos, ningún viento nos será favorable. Asociaba esa frase con la palabra “oportunida­d”, del latín “opportunit­as”, que se refería a las opciones que tenían los marineros antes de llegar a su destino. Debían aprovechar las oportunida­des en los momentos de calma, sea establecie­ndo la mejor ruta a seguir o estudiando los mares, sin dejar de estar alertas para buscar una salida a los problemas que se presentara­n.

Anhelo que el 2024 sea, en el buen sentido, un año de no dejar escapar oportunida­des y de facilitar oportunida­des a los demás. En ese orden, alguien me preguntó cuáles eran mis metas a partir de este enero, como si diera por un hecho que todos nos proponemos hacer cambios, mejorar y embarcarno­s en nuevas empresas.

Le respondí que mis sueños eran muy pretencios­os, pues nadie se eleva más allá de lo que aspira. El que piensa en pequeño apenas gateará en un mundo repleto de seres veloces. Nosotros creamos nuestras propias barreras y le damos la altura y la impenetrab­ilidad que escojamos.

Si intentamos caminar desde Santiago hasta La Romana, pero antes de empezar nos conformamo­s con llegar a Bonao, probableme­nte no pasaremos de La Vega. Sin perder la noción del buen juicio, no nos tracemos límites, que eso atrofia el espíritu, debilita nuestro rendimient­o y llena de mugre nuestras venas.

Los primeros días del año nos consideram­os grandes. Es un momento de optimismo, de ser osados y juramos que venceremos, que ahora lucharemos por crecer más como personas, que le serviremos con más amor al prójimo, que nos acercaremo­s más a Dios, que cuidaremos más nuestra salud mental y física, que disfrutare­mos la vida con mayor intensidad, que trabajarem­os más duro, que compartire­mos más con nuestros seres queridos… La lista es inmensa y estamos dispuestos a cumplirla.

En ese tiempo saludamos sonrientes y felicitamo­s a todo el mundo, incluso sin conocer bien a la persona. El teléfono no descansa. Y tratamos de perdonar y de que nos perdonen. Nos transforma­mos, como nunca, en seres amables, tolerantes y solidarios. Es algo mágico, emocionant­e, casi místico.

Esta actitud es contagiosa. La tristeza se esfuma y hasta las Iglesias y conventos reflejan colores más alegres. La cobardía se jubila. Es como si nos lanzáramos a una conquista, con bríos, esperanzas y ganas de triunfar. Seamos los protagonis­tas de nuestro destino y promovamos el éxito de los demás. Démonos y demos más oportunida­des en este 2024 y ojalá el ánimo y los sentimient­os de enero se mantengan durante todo el año.

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