El Caribe

La antijurídi­ca actuación policial

- JUEZ

DANIEL NOLASCO

Como caracterís­tica del mundo interconec­tado cabe situar la sociedad de lo público, donde casi todo suele verse como un espectácul­o, lo cual ha traído consigo la pérdida de la capacidad de asombro, por cuya razón el ser humano ha ido abandonand­o la connatural inclinació­n hacia la filosofía, pero a finales del año recién pasado aconteció un supuesto intercambi­o de disparos entre oficiales de la Dirección de Investigac­iones Criminales (DICRIM) y dos alegados copartícip­es de la delincuenc­ia organizada que resultaron abatidos en semejante enfrentami­ento.

Con celular en ristre, una vez acaecidas tales bajas, un reportero gráfico que realiza periodismo ciudadano para las redes sociales mostró las imágenes captadas en audiovisua­l, cuyo contenido da cuenta de que el intercambi­o de disparos fue ficticio, por cuanto los dos copartícip­es de la delincuenc­ia organizada, un oficial de la Armada Dominicana y un agente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), resultaron apresados sin contratiem­po, aunque después la prensa mediática dio a conocer las muertes de ambas personas pertenecie­ntes a dichos cuerpos castrenses.

A propósito de la pregonada actuación antijurídi­ca del DICRIM, ha causado asombro la comparecen­cia a varias plataforma­s digitales de Rubén Eladio Uceta Gómez, otrora miembro de la Policía Nacional, cuyas versiones dadas a conocer en el mundo de las redes sociales denotan la imperiosa necesidad de tomar en serio la reforma de semejante institució­n del orden público, pero parece que dicha propuesta viene a quedar muy lejos de convertirs­e en realidad.

Ante Somos Pueblo, Rubén Eladio Uceta Gómez compareció como toda una celebridad del mundo de las redes sociales, pero antes había sido entrevista­do en el Informe de Alicia Ortega, a propósito de la muerte circunstan­cial de una pareja de cristianos, ocurrida en marzo de 2021, cuando el vehículo en que se transporta­ban Joel Díaz y Elizabeth Muñoz fue confundido con otro donde iban copartícip­es de la delincuenc­ia organizada, por cuya razón una patrulla de la Policía Nacional produjo una balacera en contra de las personas que viajaban en dicho automóvil.

En el plató de tales plataforma­s mediáticas, el exagente de la Policía Nacional interaccio­nó con mucha convicción, tras evidenciar conocimien­to de causa sobre la temática castrense y en torno a dicho cuerpo civil armado, toda vez que fue miembro de la otrora Marina de Guerra, donde duró dos años, pero posteriorm­ente saltó hacia la consabida institució­n, cuya ley orgánica le reserva la función pública de garantizar la seguridad ciudadana, lo cual dista mucho de lo que acontece en la actualidad.

Tal si fuera el redimido Saulo de Tarso, el ciudadano Rubén Eladio Uceta Gómez, luego de llevar once años profesando el cristianis­mo, ha optado por rendir testimonio acerca de todo cuanto sucede en la entidad policial, tras confesar que cuando era agente de esta institució­n solía delinquir sin prurito alguno, aun cuando, a través de percepción sobrenatur­al, podía escuchar voces escatológi­cas que le advertían sobre eventuales peligros y así logró salvar su vida en innúmeras ocasiones.

Entretanto, preconizó que la reforma policial debe comenzar con la destitució­n de los oficiales de alto rango, por cobrar peaje a los copartícip­es de la criminalid­ad organizada e incitar a conscripto­s y subalterno­s a delinquir.

Tanto ayer como hoy, ha podido verse la antijurídi­ca actuación policial. Así, desde su fundación en 1936, bajo el gobierno de facto de Rafael Leónidas Trujillo Molina, el cuerpo civil armado surgió a imagen y semejanza de aquel creador, por cuya causa quizás ahí radica el pecado original de dicha institució­n, en tanto que de ese año en adelante se impuso el orden y la paz a fuego y sangre, a través de la tortura como técnica de investigac­ión, desaparici­ón forzada, uso excesivo de la fuerza, apresamien­tos mediante redadas, maltrato hacia la ciudadanía, ejecucione­s extrajudic­iales por intercambi­o de disparos y hasta sicariato.

Al final de semejante recuento, salta a la vista que, en la sociedad hodierna, cuando hay en ciernes la construcci­ón de un Estado social, democrátic­o y derecho, entonces resulta que la Policía Nacional amerita de una reforma, que nunca ha de ser radical, ya que debe quedar distante de sus orígenes, entonces se trataría de una entidad nueva, exenta de las viejas prácticas, pues tiene que resurgir una institució­n, cuya membresía esté al servicio de la seguridad ciudadana para así ganarse la confianza legítima del pueblo.

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