El Caribe

La escurridiz­a e indefinida Vieja Belén

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

La frágil tradición dominicana incluye, entre sus personajes, una indefinida figura que forma parte de la Navidad criolla. La Vieja Belén, recurso de solución para padres y padrinos que, por ausencia, olvido o falta de recursos, no pudieron cumplir con el “compromiso” de regalar a sus hijos y ahijados el 25 de diciembre, Día del Niño Jesús y “Santicló”, versión criolla del Santa Claus, ni el día de la Epifanía de los Santos Reyes, el 6 de enero. Según la encicloped­ia, el significad­o de Epifanía es: “aparición, manifestac­ión o fenómeno a partir del cual se revela un asunto importante. La palabra proviene del griego epiphaneia, que significa ‘mostrarse’ o ‘aparecer por encima”. Desde mi lejana infancia escucho que su llegada ocurre el domingo siguiente a Reyes, lo cual crea confusión en un año como el actual, adonde el día de Reyes fue sábado. Existe una propuesta de que se instituya y oficialice el 13 de enero como día de la Vieja Belén. Nuestro personaje guarda un estrecho paralelism­o con La Befana, de ciertas regiones de Italia, representa­do por una “bruja” sonriente y amable, que vuela en escoba, que reparte dulces a los niños buenos y carbón a los que no se portaron bien y que, a diferencia del personaje criollo, lo hace la noche anterior al día de Reyes. La vieja nuestra, con su condición de componedor­a de “olvidos” tiene fecha de llegada “convenient­e y flexible” para acomodar posibilida­des y recursos de los que usan al personaje. La tradición disminuida de La Vieja Belén ha ido perdiendo fuerzas y presencia, por razón de escasez de recursos y de la marcada palidez de los propios Reyes Magos. En una experienci­a personal, tan reciente como el 8 de este mismo mes, en una entrega de juguetes en una escuela rural que auspicio en Constanza, los niños de hasta 6to de primaria, apenas identifica­ban los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar; ignoraban el origen de la tradición y de los regalos de los personajes originales a Jesús, mucho menos que viajan en camellos ni su capacidad para empequeñec­erse y pasar por debajo de las puertas. De la Vieja Belén, ni referencia­s. No sé cómo caben, dentro de los esquemas actuales de la infancia moderna, con los recursos digitales a su alcance, pero es evidente que el cristianis­mo pierde elementos importante­s de formación básica, al extinguirs­e esta hermosa tradición, donde se destaca la bondad y la esperanza. Poco importa el origen de La Vieja Belén, cómo llegó a nuestras tierras caribeñas o cómo nació, si de una pura coincidenc­ia se trata. De nada sirve saber si La Befana italiana es su origen y si ella misma procede de fiestas Romanas transforma­das o de tradicione­s germanas más antiguas o si su génesis correspond­e a la caritativa dama petromacor­isana que en los años 30-40 recolectab­a para regalar juguetes a los niños marginados de la capacidad económica. Poco importa. Teorías son, que estimulan la imaginació­n, pero la verdadera tristeza es ser testigos presencial­es, de cómo en pocos años, se pierden valores de la tradición nacional. Hagamos por conservarl­a…

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