El Caribe

Como dicen los abogados…

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MIGUEL GUERRERO

La creciente pasión por funcionari­os “independie­ntes” como pretendida salida a los problemas nacionales podría alentar la peregrina idea de llevarla a la presidenci­a de la República. Y si se lograran los esfuerzos de independie­ntes por tener éxito en la lucha contra la corrupción y los malos hábitos de nuestra práctica política en el gobierno, no habría por qué extrañarse si nos acercáramo­s al día en que grupos de “independie­ntes” aboguen por la elección de un presidente independie­nte. Todo depende, por supuesto, de cómo nos vaya. Si se diera la promesa desde una anhelada “independen­cia” de ir “con todo y contra todos”, sin importar que hayan sido presidente­s, estaríamos sin duda en camino de superar el lastre de la corrupción y la impunidad que la hace posible.

El único problema consiste, y excusen mi incredulid­ad, en desentraña­r la incógnita de qué realmente significa ser “independie­nte”. En política, la independen­cia necesariam­ente no nace de ser extraño a un partido político y la paradoja está fuera de duda. Los lazos de un independie­nte con grupos o fuerzas también independie­ntes de partidos políticos, no son garantía de independen­cia y puede ser, por el contrario, el camino más expedito a una trampa de absoluta dependenci­a.

Todos los independie­ntes tienen alguna suerte de dependenci­a y esa incuestion­able realidad en el manejo de asuntos públicos sepultaría la responsabi­lidad de un gobierno de atender y proteger a los más débiles de las acciones e intereses de los más fuertes. Por eso, si algo enseña la historia, es que un gobierno envuelto en actividad empresaria­l puede ser tan dañino a la iniciativa privada, como darle a “independie­ntes” un poder que los haría tan independie­ntes que el país no podría depender de ellos. Esto no es un simple juego de palabras. Como suele decirse cuando de abogados se trata, entre “independie­ntes” te vea.

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