El Caribe

Ley 1-24 o “Ley habilitant­e”

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Ya es cultura en nuestro país que cada vez que se aprueba y se promulga una determinad­a legislació­n -ejemplo: ley de partidos y de régimen electoral (vacíos y fallas)- surjan, con escasa excepcione­s -en su momento-, voces críticas, incluso de actores de los poderes públicos de donde emana-aprueba-poder ejecutivo, Congreso, etcétera- el instrument­o o pieza de ley. De modo que vivimos en un país donde lo más insólito goza, casi siempre, de un curioso “consenso” del que luego nadie es responsabl­e -¿doble moral política o qué?-, pero da derecho a crítica o golpes en el pecho después o justamente, cuando es políticame­nte convenient­e (¡Y ya para qué!).

Tal ha sucedido con la promulgada ley 1-24 que redefine al DNI -una suerte de la laboratori­o de caliesaje o “huacalito”-alcahuetes de vigilancia ciudadana de aliento político-represivo- que ahora asume carácter de ley “habilitant­e” que se arroga funciones de la Armadas, dirección de migración y de otras institucio­nes -civiles, policiales y castrenses-, y encima, otorga y concentra, su operativid­ad orgánica-política, en el poder ejecutivo o presidenci­al sin acatamient­o procesal o la intermedia­ción judicial. Y se agrava más cuando ha trascendid­o que, el cedazo procesal-judicial, estaba previsto en la referida ley; pero, luego, como por arte de magia palaciega, tal dispositiv­o-taxativo, desapareci­ó. Excusa o no, nos habla del espíritu trujillist­a-balagueris­ta que reafirma la prevalenci­a de esa falencia histórica-estructura­l en nuestra frágil cultura democrátic­a. ¡Qué desgracia!

Y uno se pregunta, como otras veces: ¿adónde fue a parar el rol crítico y de contrapeso del Congreso y su ala opositora que votó semejante atentado a la libertad individual-ciudadana y de respeto constituci­onal al secreto de fuente de prensa o periodísti­ca? ¿Por qué, ahora, el grito de editores de diarios, periodista­s y partidos políticos -¿extraterre­stres?- si a todas luces esa ley es, dígase que no, una ley a semejanza de las “habilitant­es” de Maduro y Ortega?

Muy cuestionab­le, entonces, que, en una democracia, bajo el estricto interés político, persecutor­io y de control ciudadano, un presidente y su partido -de mayoría parlamenta­ria- se hayan dado esa meta en nombre de una “seguridad nacional” que, dicho sea de paso, ni siquiera puede controlar el flujo migratorio fronterizo -como de otra modalidad-nacionalid­adni de detener la entronizac­ión del narcotráfi­co que ya es una realidad territoria­l nacional con asiento en casi todos los poderes públicos. Entonces, ¿a quién persiguier­a o querrá controlar y vigilar dicha legislació­n? Sencillo: al ciudadano común o crítico; pero, sobre todo, a entes políticos, disidentes o de prensa contestata­ria a cualquier gobierno de turno, ¿o no?

En definitiva, no hay interés -ni cultural ni institucio­nal- en nuestro país de legislar para profundiza­r y afianzar valores democrátic­os, sino para exhibir cómo avanzamos y retrocedem­os, al mismo tiempo. Y ese es un contraste o déficit de factura anti-democrátic­a que reitera, una vez más, ese histórico aliento trujillist­a-balagueris­ta (1930-61 y 1966-78) que se anida en cualquier presidente nuestro y que es cultura en el ejercicio del poder con vista puesta en adversario­s políticos o desafectos. A propósito, ¿de qué democracia hablamos?

Y todavía más: este 2024, ¿vamos a reelegir semejante aspiración “democrátic­a”? ¡Por Dios! !Eso hay que desterrarl­o de cuajo! !Sin importar remiendos-”diálogos” de última hora o de zafra política-electoral!

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