Fiestas, cambalaches y guateques campesinos
Y quizás la necia discusión y confusión tenga que ver con unas declaraciones de Alejo Carpentier que contaba de una tal Teodora Ginés, negra liberta dominicana, asentada en Oriente. ¿Historia o literatura? ¡Vaya uno a saber!
El son del sexteto Boloña de 1926 y más el del Trío Matamoros es el que alegró las fiestas, cambalaches y guateques campesinos con un ritmo pegajoso, contagioso y alegre. Esa alegría no solo era por los arreglos y compases, también por las historias graciosas que se contaban que le quitaban, a cualquiera, la maldición de la pesadez del trabajo mal pagado o los resabios de los desamores caprichosos ahogados en aguardiente.
Miguel Matamoro con voz y guitarra, Siro Rodríguez con voz y maracas y Rafael Cueto con voz y segunda guitarra tuvieron éxito en aquellos años de lujo, cabarets, casinos y mafia que hicieron de Cuba un garito como lo cantó Carlos Puebla en la Revolución de Fidel. El trío lo convirtieron en conjunto con piano, más guitarras, tres, más voces. Entró Lorenzo Hierrezuelo, Compay Segundo y una voz cuyo eco retumbó en toda América: la de Beny Moré.
En esa evolución, La Familia Valera tiene una vida parrandera que comparte en los barrios de Santiago junto a Eliades Ochoa y tantos que detuvieron el tiempo como lo corroboran los carros antiguos reciclados por la fuerza del bloqueo.
Y el son fue tan acogido y fuerte que hasta nos cambió el gentilicio en el Cibao. Con el “…santiaguera quiéreme a mi, a mi solito, quiéreme a mi, a mi…” ya nadie pudo decirle santiagués a los bailadores de la ciudad de los 30 Caballeros. Somos santiagueros a fuerza de sones de velloneras tocados en barrios, en el corazón del pueblo, con sus chulos, maipiolos y maripositas noctámbulas, como de
cía Rodriguito en El Suceso de Hoy.
Nos convertimos tan soneros como ellos a tal punto que a “Los Compadres” de allá aparecieron unos “Ahijados” de acá con sones que se hicieron clásicos y en una filosofía popular ciega: “el vaivén”, “el paso de la jaiva”, “Juliana que mala eres”.
Ese repertorio ha sido enriquecido siguiéndole los pasos a Cuco: Bartolito, Cesar Nanúm, Fernando Echavarría, Los científicos, Cheché Abreu, Sonia Cabral…
El Bacho, catorcita neto, que no tocaba ni la puerta, se inventó los Festisón como para que el olvido no lo encajonara y, los domingos, con la presencia del Gordo Oviedo y el Chino Bujosa, vistiéronse de son en las “Ruinas” de la ciudad colonial.
Los Pepines, que se olvidaron por completo de Johnny Pacheco, con razón, crearon un ambiente sonero como en los años 70 cuando la radio acompañaba los atardeceres para acercarnos a la isla prohibida, aunque fuera de oida.
En Guazumal, Tamboril, los Reales Son de Adalberto mantienen vivo aquel ritmo. Vivo porque su evolución arrastra una coherencia musical alegre, humorística, decimera.
Si quieres compartir la alegría de este pedazo de cultura nuestra, ven a los dos conciertos gratis que darán en el Centro Cultural y Museo Horacio Vásquez en Tamboril este domingo 28 de enero 2024 y el 4 de febrero a las 6 de la tarde.
Los Reales Son tienen calidad musical y resumen la tradición sonera que a los dominicanos nos gusta cuando cantan el son, son retozón.