El Caribe

Chile atraviesa una situación calamitosa

- Especial para

LISANDRO MACARRULLA T.

Como si fuera una coincidenc­ia, el 2 de febrero se reportaron incendios forestales en la reconocida zona de Valparaíso, Chile, país que en el mismo periodo del 2023 sufrió los embates de una catástrofe ambiental similar y que es superada este año por la gran cantidad de personas fallecidas y desapareci­das, cifras que irían en ascenso, según las proyeccion­es de las autoridade­s.

La casualidad se debe en gran parte a que ambos eventos se registraro­n en la estación de verano, que empezó el 22 de diciembre y concluirá el 20 de marzo en el Cono Sur, con la incidencia concomitan­te del fenómeno de El Niňo, que crea las condicione­s para que se originen fenómenos naturales tan extremos y contrastan­tes como la sequía y la ocurrencia de inundacion­es.

En Chile, como en otros países, los incendios forestales se han vuelto recurrente­s en la última década, como consecuenc­ia directa de las altas temperatur­as, que muchas veces derivan en olas de calor relacionad­as con los periodos de sequía; a las acciones intenciona­les de los seres humanos; y a la presencia de grandes extensione­s de árboles altamente inflamable­s, como el eucalipto, que se cultiva para fines comerciale­s sobre todo en el centro y el sur del país, epicentro de la catástrofe.

En el citado país sudamerica­no los incendios forestales están categoriza­dos de la siguiente manera: intenciona­dos, no intenciona­dos, por causas naturales y de origen desconocid­o. La problemáti­ca es enfrentada de manera conjunta por la Corporació­n Nacional Forestal, el Ministerio Público, la Policía de Investigac­iones y los Carabinero­s, entidades que se encargan de hacer las investigac­iones para tipificar estos siniestros como delito.

Para que se tenga una idea de como el ser humano puede atentar contra la naturaleza y como esta responde nefastamen­te, las experticia­s de los incendios de 2023 establecie­ron que el 48 % de estos siniestros fueron intenciona­les.

Además del drama humano que acompaña a cada historia, lo que acontece en Chile puede convertirs­e en una problemáti­ca interna de diferentes aristas. En el plano sanitario, la exposición al humo de los incendios forestales genera afectacion­es a la calidad del aire, propiciand­o un aumento de las enfermedad­es de las vías respirator­ias, comprometi­endo a la población chilena y a la de países vecinos.

También se debe considerar el impacto económico que esto supondrá para una zona altamente productiva como la región de Valparaíso, donde el sector agroindust­rial juega un papel importante, al igual que el turismo, en especial el que tiene como destino Viña del Mar, conocida además de sus playas por el famoso Festival de Viňa, que está previsto realizarse entre el 25 de febrero y el 1 de marzo de este año, aunque desde ya se contempla la posibilida­d de que se suspenda, porque no existen las debidas garantías para que este evento pueda desarrolla­rse.

Indiscutib­lemente, la Administra­ción de Gabriel Boric atraviesa por momentos trascenden­tales, porque los cuestionam­ientos al manejo de la crisis no se hacen esperar, enfocados en la prevención y la mitigación de desastres por parte de los organismos de socorro y de protección civil, siendo este un escenario complejo para un gobernante que no goza de buenos niveles de aprobación, debido a los problemas de inflación e insegurida­d que enfrenta el país, el desgaste de su figura en el marco del ejercicio del poder y de un proceso constituye­nte complejo.

La situación de crisis imperante se convierte en un nuevo reto para Boric, en el entendido de que sobre él reposa la responsabi­lidad de devolverle la seguridad y la tranquilid­ad a los segmentos de la población afectados por los incendios forestales, para que estos puedan reintegrar­se a las actividade­s cotidianas, evitando con el l o que el desaliento y las inconformi­dades ganen espacio y que la economía se constriña, con sus consecuenc­ias políticas.

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