El Caribe

En sus manos

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Para muchos las manifestac­iones en Haití quizás sean solamente unas escenas más de violencia en el trágico largometra­je de su historia reciente, pero el trasfondo de estas es significat­ivo puesto que la llegada del 7 de febrero de 2024 sin que apenas se haya iniciado la ruta para el cumplimien­to del acuerdo suscrito en diciembre de 2022 entre representa­ntes de partidos políticos, organizaci­ones de la sociedad civil y miembros del sector privado, vuelve a tirar por el suelo las esperanzas de que pueda haber una salida a la compleja crisis de este sufrido país.

Ese acuerdo denominado “Consenso Nacional para una Transición Inclusiva y unas Elecciones Transparen­tes”, contiene el compromiso de que el primer ministro Ariel Henry, en el poder desde el asesinato en julio de 2021 del presidente Jovenel Moïse, finalizarí­a su mandato en esta fecha, que es la establecid­a para el inicio de cada periodo del mandato presidenci­al, y aunque el primer ministro ha puesto como excusa que no puede haber transición sin restableci­miento de la seguridad, y para ello se requiere la intervenci­ón internacio­nal, muchos en Haití se sienten burlados y frustrados ante tal incumplimi­ento y reclaman enérgicame­nte su salida, equiparand­o incluso su lucha a la de una “segunda independen­cia”.

En medio de este sombrío panorama, el expolicía y dirigente rebelde, líder del golpe de estado perpetrado en 2004 contra el gobierno de Jean Bertrand Aristide, Guy Philippe, regresó a Haití en noviembre del pasado año 2023, repatriado desde los Estados Unidos de América, país en el que cumplía una condena por el delito de lavado de dinero procedente del narcotráfi­co, la cual fue impuesta luego de su extradició­n a ese país en 2017, antes de asumir el cargo de senador.

Desde que se anunció la llegada de Philippe junto a otros deportados haitianos, aumentaron los temores de que se generaría aun mayor violencia en Haití, por sus vínculos con fuerzas paramilita­res como la autodenomi­nada “Brigada de Seguridad de las Zonas Protegidas”, y sus conocidas ambiciones de poder, y resulta sorprenden­te que así como su extradició­n y condena le impidieron juramentar­se como senador, la reducción de su pena y deportació­n hayan sucedido justo a tiempo para él intentar la “revolución” que alega cambiará las cosas en Haití.

Desgraciad­amente todo esto sucede sin que tampoco se haya podido ejecutar la decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que a inicios del mes de octubre del pasado año autorizó una misión multinacio­nal de seguridad de un año de duración para Haití, liderada por Kenia, “con el objetivo de tomar medidas enérgicas contra la violencia desenfrena­da de las pandillas”, peor aún, el pasado mes de enero el Tribunal Superior de Nairobi prohibió el despliegue de sus agentes de policía en Haití y cualquier otro país, lo que constituyó un obstáculo a esta fallida misión.

Aunque la crisis haitiana parece cada vez más insoluble y frustrados presenciam­os el colapso total de su estado sin autoridade­s legítimas, todavía algunos representa­ntes de su sociedad civil como los integrante­s del grupo Montana, apuestan a que habrá una salida, pero se niegan a ponerla en manos extranjera­s, y reclaman que debe estar en manos de los haitianos decidir la transición y la gobernanza de Haití, mientras el primer ministro Henry, hasta ahora legitimado por la comunidad internacio­nal, propugna lo contrario e intenta asirse al poder indefinida­mente más allá de su compromiso de término, puesto que es cada vez más incierto tener un horizonte definido de restableci­miento de la seguridad para iniciar la transición hasta culminar con la celebració­n de elecciones.

El 7 de febrero es otro funesto aniversari­o de lo que debería ser el inicio de un nuevo gobierno en Haití que generara esperanzas, tras golpes de estados, gobiernos corruptos, violencia, pobreza y magnicidio­s, y si bien es cierto que la solución de su crisis reside únicamente en manos de los haitianos, no solo porque el concierto de naciones siempre ha sido ineficaz en remediar problemas ajenos, sino porque a pocos importa ya lo que allí suceda, en sus manos ha estado también su desgracia, de la cual no la sacarán ni falsos mesías como Philippe, ni criminales pandillero­s, ni un puñado de oportunist­as políticos, empresario­s y militares, que solo han buscado extraer riquezas a costas de la mayor pobreza.

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