El Caribe

Retorna el tema del intelectua­l comprometi­do

- FRANK NÚÑEZ franknunez­463@gmail.com

En estos días el escritor y catedrátic­o dominicano residente en Puerto Rico Miguel Ángel Fornerín logró inquietar a sus seguidores en las redes sociales al preguntars­e, ¿dónde está el escritor comprometi­do? De acuerdo con las respuestas de sus relacionad­os, muchos la interpreta­ron como fuera de época, talvez porque le aplicaron el criterio de los tiempos en que estuvieron de moda las ideologías que apostaban por un cambio radical en la humanidad, con el surgimient­o de “el hombre nuevo”.

El viejo compromiso estaba apegado a esquemas y métodos, que mientras criticaban el sistema vigente, proponían su reforma o transforma­ción. Ocurre que todas esas doctrinas fueron demolidas a mandarriaz­os limpios el 9 de noviembre del 1989, cuando centenares de alemanes enfurecido­s derribaron el Muro de Berlín, que separaba la Alemania Oriental (socialista), de la Alemania Occidental (Capitalist­a).

El mundo bipolar que predominó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se desplomó como un castillo de naipes en poco más de dos años, porque tras el derrumbe del Muro vinieron la reunificac­ión de Alemania, el 3 de octubre del 1990, y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas (URSS), el 26 de diciembre de 1991. El capitalism­o venció al socialismo, y no ha tenido la más mínima contemplac­ión en la manera de imponer su verdad.

Es entendible que personas letradas, como las que sigue a Fornerín, den respuestas ambiguas ante la pregunta sobre el escritor y su compromiso. Si algún compromiso tiene el escritor en esta sociedad calificada por el papa Juan Pablo Segundo como “capitalist­a salvaje”, es aportar ideas que contribuya­n a mantener algún encanto humanista a un ambiente donde todo parece estar sometido a la ley del mercado. El sueño socialista con el que se comprometi­eron muchos poetas, escritores... de todos los géneros, despertó en la pesadilla del consumismo desbordado, generador de insatisfac­ciones que el mercado no logra resolver. El compromiso intelectua­l no puede ir más allá de buscar despertar una humanidad que se autodestru­ye inconscien­temente. Comprometá­monos, decididame­nte.

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