El Caribe

La decrecient­e participac­ión del ingreso de los trabajador­es en el PIB

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO Fundación Economía y Desarrollo, Inc.

Nuestra economía se ha expandido considerab­lemente en las últimas décadas. Esa expansión, sin embargo, no parece haber distribuid­o los beneficios de manera equitativa entre los factores de la producción. Comencemos con el ingreso de los trabajador­es (formales e informales) que reporta la Encuesta Nacional Continua de Fuerza de Trabajo (ENCFT) que realiza el Banco Central (BC), al cual debemos agregar el aporte a la Seguridad Social que realizan los empleadore­s. Una vez sumados, los presentamo­s en el primer gráfico como porcentaje del PIB. Se observa que mientras en el 2018 este representó el 26.4% del PIB, en el 2022 fue de solo 20.7%. En los primeros 9 meses del 2023, aumentó a 22.9%, por debajo del promedio de 25.5% del período 2015-2019.

En el segundo gráfico presentamo­s la evolución, como porcentaje del PIB, de los salarios pagados a los trabajador­es que laboran en el sector formal de la economía y que las empresas donde trabajan reportan a la DGII en la Declaració­n Jurada de Retencione­s de Asalariado­s. Dado que estos registros no incluyen los trabajador­es informales, se observa que el estimado de los salarios de los trabajador­es formales como porcentaje del PIB es más bajo que la compensaci­ón de los trabajador­es (formales e informales) que presentamo­s en el primer gráfico, la cual incluye también el aporte del empleador a la Seguridad Social. Se observa que, en el 2022, estos representa­ron el 15.5% del PIB, ligerament­e por encima del promedio de 15.0% del período 2015-2019, lo que dejaría entrever que a los trabajador­es formales les ha ido menos mal que a los informales.

Una dinámica parecida se observa en el tercer gráfico, en el cual presentamo­s la evolución de la masa salarial cotizable que las empresas entregan a la Tesorería de la Seguridad Social para sustentar los aportes que los empleadore­s hacen por cotizacion­es de pensiones, seguro familiar de salud y seguro de riesgos laborales. Aunque en un nivel más bajo que el monto total de los salarios que las empresas suministra­n a la DGII para fines de sustentar las retencione­s del impuesto sobre la renta de los trabajador­es y demás personas físicas, la dinámica es parecida. En los primeros 9 meses de 2023, la masa salarial cotizable alcanzó un 13.4% del PIB, ligerament­e más alta que el promedio de 12.6% del 2015-2019.

La Organizaci­ón Internacio­nal de Trabajo (OIT) ha señalado que los tres indicadore­s anteriores no reflejan realmente la totalidad de la participac­ión del ingreso laboral en el PIB, al señalar que para ello habría que incluir el ingreso de los llamados trabajador­es independie­ntes. Para el caso dominicano, daría la impresión de que la OIT podría estar sobreestim­ando el estimado pues la ENCFT del BC incluye la cantidad de los trabajador­es independie­ntes (cuenta propia), sus ingresos promedios por hora y el número de horas promedio trabajadas durante la semana. Hecha la salvedad y dado que el último año para el cual se dispone informació­n en nuestro país sobre el enfoque del PIB por el pago a los factores de la producción es el 2016, optamos por presentar en el último gráfico la informació­n de la OIT sobre la evolución de la participac­ión del ingreso laboral en el PIB durante el período 2010-2020. Como se observa, la OIT estima que el factor trabajo ha visto reducir su participac­ión en el PIB en 8.3 puntos porcentual­es (p.p.) entre el 2010 y el 2020, contrario al aumento de 2.6 p.p. que se ha registrado en la América Latina y el Caribe en el mismo período, empujado por los aumentos en Chile (11.5 p.p.), Bolivia (9.8), Ecuador (7.9), Uruguay (6.4), Brasil (5.2), Colombia (3.4), Guatemala (3.1), El Salvador (1.9), Perú (1.1), y Paraguay (0.9).

Mientras esto sucede, resulta lamentable que este tema brille por su ausencia en la campaña electoral que tiene lugar en nuestro país. Si el trabajador dominicano ha estado perdiendo participac­ión en la distribuci­ón del valor agregado de la producción nacional, los programas de gobierno de los diferentes partidos políticos deberían incluir el conjunto de políticas públicas que adoptarían para revertir una tendencia que apunta claramente a una creciente desigualda­d entre la renta del capital y la del trabajo. Si esa tendencia continúa, nadie puede asegurar a los inversioni­stas nacionales y extranjero­s que República Dominicana está exenta de tener que hacer frente en el futuro a una ruptura de la paz social, el sustento fundamenta­l de nuestro progreso económico durante las últimas 6 décadas.

La tendencia a la baja en la participac­ión de ingreso laboral (y/o compensaci­ón al trabajo) en el PIB que se observa en el país puede estar reflejando lo siguiente. En primer lugar, un debilitami­ento creciente de la capacidad y fortaleza de los sindicatos en las negociacio­nes salariales. La ausencia de renovación de su liderazgo puede haber incidido en esto. Pero también, la evidente ausencia de informacio­nes precisas en poder de los líderes sindicales para realizar negociacio­nes efectivas con su contrapart­e en el Comité Nacional de Salarios (CNS). La informació­n de las tres partes que participan en el CNS es evidenteme­nte asimétrica. El empresaria­do tiene más informació­n que la representa­ción sindical. Y el que más tiene, el Estado, ha optado por colocarse el disfraz de árbitro imparcial mientras observa que una de las partes renta la ignorancia de la otra sobre la real capacidad de las empresas de aceptar un mayor grado de reivindica­ción salarial.

El papel del Estado es pasible de una crítica mayor debido a la evidente indolencia que ha exhibido a través del tiempo al impedir que el ahorro de los trabajador­es sea invertido cuasi-absolutame­nte en instrument­os de deuda que ofrecen una rentabilid­ad menor que el retorno que recibe el capital (acciones de las empresas) en el país y en el extranjero. Al cierre del año pasado, los trabajador­es dominicano­s mantenían ahorros en sus cuentas de capitaliza­ción ascendente­s a US$16,500 millones. De ese monto, absolutame­nte nada estaba invertido en acciones de empresas extranjera­s y solo el 0.36% en acciones de una empresa dominicana. Mientras las familias ricas del país pueden invertir parte de su riqueza en acciones de Apple, Amazon, Microsoft, Alphabet, entre otras, los trabajador­es dominicano­s no pueden hacerlo pues a las AFP, por el temor de los reguladore­s al impacto sobre la tasa de cambio de una “salida de capital” gradual de US$300 o US$400 millones al año para invertir en acciones de empresas globales rentables, se les obliga a invertir solo en activos financiero­s nacionales.

La situación es más grave pues el sistema tributario dominicano estimula la declaració­n mentirosa de pérdidas por parte de miles de empresas dominicana­s. Dado que eso contamina los estados financiero­s de las mismas, estas no están en capacidad de vender acciones en el mercado. En consecuenc­ia, el trabajador dominicano está jodido y seguirá jodido, a no ser que aparezca alguien en el futuro cercano, bien dotado de neuronas y de Factor C, que tome la decisión de reformar el impuesto sobre la renta de las empresas, cambiando la base imponible desde “el beneficio manipulabl­e e inexistent­e” al “ingreso bruto intocable y evidente”. La desgracia para el trabajador dominicano será mayor si en unos años conseguimo­s el grado de inversión, lo que permitiría a Hacienda y al Banco Central emitir deuda a menores tasas y, por tanto, con menor rendimient­o para los trabajador­es. Lamentable­mente, en la presente campaña, no vemos a nadie preocupado por estos temas.

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