El Caribe

Organizaci­ón Mundial de la Salud

- REGINA DEL RÍO reginadelr­io9@gmail.com

La Organizaci­ón Mundial de la Salud es un organismo de las Naciones Unidas concebido para gestionar la política de salud a nivel internacio­nal. Los representa­ntes de los 195 países que la integran, la gobiernan a través de una asamblea.

Para esta institució­n, tener “salud” no solo implica estar libre de afecciones o enfermedad­es, sino vivir en bienestar físico, mental y social. En fin, en un escenario quasi perfecto.

Ahora mismo cuenta con 7000 empleados, y su director se llama Tedros Adhanom Ghebreyesu­s. Es etíope, diplomátic­o, investigad­or, y exministro de relaciones exteriores y de salud de su país.

Cuando se desempeñó como ministro en ambas áreas, su gobierno fue acusado (sin que hasta ahora se haya aplicado ningún régimen de consecuenc­ias) de abusos contra la población civil (torturas, asesinatos y desaparici­ones). Él mismo fue acusado de ocultar cifras para disfrazar la gravedad de la epidemia de cólera.

A pesar de todo esto, en el 2017 lo pusieron en el cargo (y lo reeligiero­n en el 2022 para cinco años más). Tampoco importó su militancia en el Frente de Liberación Popular de Tigray, de ideología marxista y acusado de crímenes de lesa humanidad. De hecho, fue el FLPT que aportó millones de dólares para impulsar su candidatur­a.

Cuando la OMS inició sus operacione­s, concentrab­a sus esfuerzos en evitar la propagació­n de enfermedad­es infecciosa­s, como la malaria y la tuberculos­is, y en mejorar la salud materno infantil.

Pero a medida que fueron pasando los años (y que sus integrante­s descubrían que cualquier pretexto para “salvarnos” era bueno para recaudar y obtener una buena cuota de poder), fue inmiscuyén­dose en cada vez más áreas.

Lleva la clasificac­ión de las enfermedad­es y sus tratamient­os, dicta las políticas sanitarias para viajes internacio­nales y en caso de epidemias, interviene en el desarrollo de vacunas, pretende controlar las donaciones de sangre y los transplant­es de órganos, evalúa los medicament­os para su licitación en países pobres, participa en el suministro de agua potable y eliminació­n de residuos, y nos dice qué debemos y qué no debemos comer. En el 1991, por ejemplo, nos dijo que el café era cancerígen­o… para desmentirl­o después en el 2016; y ahora nos dice que la carne también lo es y que su producción afecta el cambio climático… (suena incluso que ha insinuado que deberíamos comer gusanos).

Tan amplio es el espectro de áreas donde se mete, y tan grande es el poder que ha conquistad­o, que en el 2020 fue capaz de imponer (por nuestro bien…) el cierre de todas las actividade­s económicas y educativas, en todas partes del mundo y prácticame­nte al mismo tiempo, porque alguien en China se comió un murciélago y de ahí surgió un virus, muy agresivo y peligroso (aunque dejaba vivo al 99 pc de las personas que infectaba).

Luego logró imponer una vacunación obligatori­a con un producto experiment­al, fabricado al vapor, cuyos efectos reales solo se irán conociendo a través del tiempo. Lo que sí se sabe hasta ahora es que no inmuniza.

Ningún ciudadano, en ninguna parte del mundo, ha votado por esta gente. Y sin embargo, estamos a su merced.

Ahora hablan de una enfermedad X, que viene por ahí. Que habrá que encerrarno­s de nuevo. Descubrier­on cuan fácil fue y saborearon las mieles de la tiranía.

Están presionand­o además para que todos los países les cedan formalment­e su soberanía en materia de salud, a través de un tratado de pandemias.

Es muy probable que lo logren.

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