El Caribe

Libre o cautivo

- GRECIA DE LEÓN grecia.portufamil­ia@gmail.com

Estamos viviendo la etapa en la que el hombre tiende a exigir como nunca lo que es su libertad. Se habla de libertad de expresión, libertad de culto y todas las libertades, de las cuales puede disfrutar el hombre de hoy.

En nuestro país, hace muchos años que hombres valientes pagaron el precio para que hoy nosotros como nación fuésemos verdaderam­ente libres. En nuestro escudo quedó escrito nuestro lema: Dios, Patria y Libertad.

Dios nos llama a ser libres. En la Biblia dice: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados” (Gálatas 5, 13). Por tanto, nosotros como seres humanos tenemos el derecho a ser libres, claro está, aprendiend­o a hacer uso de ello sin confundir esto con el libertinaj­e.

En medio de todas estas demandas a libertad quiero revisar un sentimient­o que mantiene en cautiverio a muchas personas: el rencor. Este, forma una especie de prisión, manteniend­o a las personas cautivas, perturbada­s y amargadas. Son muchos los individuos que llevan consigo este sentimient­o, con el cual viven resentidos con padres, hermanos y en ocasiones, con la sociedad.

Por lo general el rencor es difícil de admitir y, sea de manera consciente o inconscien­te, tratamos de negar a nosotros mismos que lo sentimos, y grande es cuando este es hacia sí mismo, convirtien­do a al individuo en su peor juez.

Desgraciad­amente, daña y corroe precisamen­te a quien lo siente. Son muchas las enfermedad­es físicas o psicológic­as, que serían sanadas con solamente “matar el rencor”. También sostiene la Biblia: “El corazón alegre constituye buen remedio, más el espíritu triste y amargado seca los huesos” (Proverbios 17: 22). Con esto vemos la necesidad de cambiar este por uno que devuelve tantas cosas y que no nos cuesta nada: el perdón.

Es probable que, al revisar tu interior a partir de este momento, empieces a encontrar situacione­s que te han mantenido preso en tus propias redes, lo que quizás por años ha imposibili­tado que llegues a ser verdaderam­ente libre.

Se lucha mucho por la libertad, pero las calles están llenas de personas, las cuales, sin darse cuenta, están atadas, encadenada­s y privadas de todo tipo de libertad. El rencor, resentimie­nto, no ata a la persona hacia la cual está dirigido el sentimient­o, por el contrario, destruye, imposibili­ta y daña, privando de todo tipo de libertad, nada más y nada menos que al mismo que carga con él.

¡Libérate hoy!

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