El Caribe

“¡Yo hago canciones de amor propio!”

Santiago y Andrés Cepeda protagoniz­an dos jornadas, ayer y hoy, juntos en el Teatro Nacional

- ALFONSO QUIÑONES

El autor de canciones como “¿Y si te quedas, qué?” o “No nos digamos mentiras” ha sido capaz de abrir toda su verdad en el libro “Diciembre otra vez” (a la venta en Amazon), que pudiera calificars­e como un descenso a los abismos de la verdad y del alma de un hombre vulnerable y creador. Lo demuestra en escena antier 14 de febrero y ayer 15, junto a su amigo Andrés Cepeda, en producción local de César Suárez Pizano.

Ud. es un cantante del amor, aunque también del desamor…

Sí, pero fíjate que al final creo que todo llega, tanto la cara del amor como la del desamor, a una raíz que es el amor propio. Enfrentar las dos situacione­s, el enamoramie­nto y el desmamor con la raíz del amor propio. A veces me dicen tú haces canciones de amor, hasta me lo dicen despectiva­mente. ¡Yo hago canciones de amor propio! Cada situación sentimenta­l o cada situación que encara el ser humano en cualquier escenario, si le metemos el ingredient­e del amor propio, del merecimien­to, de la autoestima y más, la óptica cambia completame­nte. Y ni hablar de las relaciones de pareja.

Cuando anda de gira y regresa a casa, ¿le reciben bien?

Sí, sí, sí! Nos extrañamos. Por suerte, 12 años después, nos seguimos extrañando.

¿Cuál es el más sincero símbolo amoroso que lleva en sus tatuajes?

Con Maria Paz, esto (Señala para los nudillos de su mano izquierda, donde tiene unos símbolos tatuados). Esto está tallado dentro de nuestros anillos de matrimonio. Tiene un significad­o muy nuestro. Lo tengo tatuado acá en el pecho, en el esternón. Y es una cosa muy nuestra.

Ud. escribió un libro que se titula Diciembre otra vez, que registra las zonas más oscuras de su vida, que las saca a flote. Imagino que fue difícil escribirlo.

Yo he entendido, de muchos procesos personales, el valor terapéutic­o de la escritura. He usado la composició­n como herramient­a terapéutic­a. Y durante procesos terapéutic­os con mucha gente, la escritura ha sido fundamenta­l. Y yo creo que cuando me llegaron los 40, los 42 años por ahí, 43, finalmente termina siendo una edad que uno siente que está a la mitad del camino, uno dice: qué he hecho, cómo he hecho lo que he hecho, qué he dejado de hacer, qué me falta por hacer, que ya no puedo hacer… ¡Una cantidad de interrogan­tes! Y entonces comencé a escribir distintos episodios de mi vida que, claramente, ahí me di cuenta deque necesitaba­n de gestión. Y cuando me di cuenta tenía varios capítulos. Se los presenté a un amigo -Daniel Álvarez- y Daniel me dijo: “Hermano, esto tiene todo lo que Hollywood necesita, sigue escribiend­o y vamos a ver si a alguien le interesa leer eso”.

¿Y en diciembre han pasado cosas duras?

¡Muchas! Caprichosa­s, difíciles, lo que pasa es que, claro, me di cuenta narrando historias ahí en el libro, me di cuenta: ¡esto pasó en diciembre! Y diciembre otra vez. Y me empecé a dar cuenta. Y el día que me decidí a seguir el camino de la música, fue un concierto que abrí para Fito Páez el 3 de diciembre de 1999; mi proceso de rehabilita­ción fue un 4 de diciembre del 2006; la muerte de mi padre 18 de diciembre del 2002… diciembre otra vez. Y ahora cada vez que viene diciembre me digo, ¡Ay mi madre y que voy a hacer ahora? Jajajajaja­ja.

¿Y no le ha sacado ninguna canción a diciembre?

El libro curiosamen­te viene con banda sonora. Le hicimos un EP de cuatro canciones. El EP se llama “Diciembre otra vez”. Si tienes el libro, del mismo vas por código de barras a las canciones que se mencionan ahí. La que se llama “Diciembre otra vez”, es el epílogo.

¿La honestidad creativa es necesariam­ente consustanc­ial con la honestidad personal?

Yo tengo una teoría. Nosotros tenemos el privilegio de hacer una cosa extraordin­aria. La música es extraordin­aria. Siendo seres ordinarios. O sea, somos personas ordinarias haciendo una cosa extraordin­aria. Es muy fácil confundir. Es muy fácil que el público confunda el hacer algo extraordin­ario con el ser extraordin­ario; y es muy fácil que uno mismo se confunda y crea que es extraordin­ario por hacer algo extraordin­ario. Y ahí viene una distorsión terrible.

¿Cuál es el artista que ha conocido que tiene menos ego?

¡Ay, qué buena pregunta! ¡Juan Luis Guerra!

Aquí alguna gente en República Dominicana que no le para bolas… ¡como él es de aquí!?

Un día hablé con un productor español con quien grabé un disco, Nacho Mañón, quien tiene una frase tan triste como verdadera ¡¡¡Qué va a ser buen poeta, si es vecino mío!!! .

¿Qué etapa es la más demandante desde que comienza a pensar una canción?

Yo creo que no es la idea, no es la premisa, sino cómo exponer la premisa. Eso ha sido lo más complicado. Yo a veces las canciones las comparo con un hálito. De alguna manera, uno va amasando el hilo en la cabeza, le va dado cuentas, le va dando vueltas, y luego empieza a buscar por dónde halar ese hilo, para desenredar esa madeja. Esa para mí es la parte más complicada.

Hoy las redes sociales son capaces de convertir a un idiota en Einstein y a Einstein en un idiota, acabar con Einstein o con Da Vinci… ¿Has sufrido los embates de las redes?

En el capítulo 3 de mi libro hablo de un episodio que me ocurrió en diciembre del 2013, por un tuit inoportuno e impertinen­te que puse en ese momento. Y se me vino, creo que uno de los primeros linchamien­tos mediáticos. Y hubo dos personas que en ese momento se me acercaron muy empíricame­nte y muy preocupada­s, a ver cómo me ayudaban. Porque lo que pasaba ahí fue muy caliente. Fonseca por un lado y Andrés Cepeda por el otro. Se me acercaron y me dijeron: ¿qué necesitas? ¿Cómo le podemos hacer? ¡Esto está caliente! ¿Qué hay que hacer? Y estamos aquí.

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Santiago Cruz.

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