El Caribe

El flagelo del acoso

- EMELYN BALDERA emelynbald­era@gmail.com

En República Dominicana hay 628,181 jóvenes que ni estudian ni trabajan, sin embargo, Paula Santana, hija de dos ciudadanos humildes, residente en un barrio populoso, se negó a ser parte de estas estadístic­as, desafió incluso, los obstáculos para llegar día tras día a un trabajo en el que hacía uno de los horarios más difíciles, -de 11 p.m. a 6 a.m. -, porque su meta la tenía clara: quería ser azafata y sabía que para eso debía emplearse el doble.

Una joven productiva que se negó a ser un número más de los ninis, jóvenes con apatía a todo lo que implique esfuerzo y trabajo.

Un día Paula ya no regresó más a su casa, con apenas 23 años, fue víctima de un acosador sexual, que según expertos de la conducta, sufren trastornos psicóticos o de personalid­ad narcisismo o delirantes como la erotomanía.

Su madre, destrozada ante el impacto de la noticia y la forma brutal en la que murió su pequeña hija, que sólo trabajaba y estudiaba, denunció ante las cámaras que invadieron su gran dolor, que su Paula, le había compartido la situación que vivía en este trabajo, al que iba día tras día, pese a tener ese inconvenie­nte.

Un compañero le acosaba y aunque -según su madre-, había hecho el reporte correspond­iente a Recursos Humanos, eso no bastó, porque en este país, hemos normalizad­o el acoso.

Hay quienes se han dedicado a acosar u hostigar con comportami­entos ofensivos, perturbado­res y amenazante­s a jóvenes, estudiante­s, mujeres y no pasa nada.

El acoso escolar es otro gran dolor de cabeza, tenemos cifras alarmantes, tan solo el pasado año las autoridade­s registraro­n 2,450 casos de estudiante­s de escuelas que sufrieron algún tipo de acoso y como consecuenc­ia de esto sufrieron estrés agudo, ansiedad y depresión.

Hay nombres que aún resuenan en nuestras cabezas, de niños indefensos que han perdido la vida, porque nadie los ayudó, nadie los escuchó, la sociedad fue indiferent­e.

El caso de Paula, duele y mucho y lo que es peor es que pudo evitarse, de no existir complicida­d en esta sociedad dominicana que valida estas conductas.

Su muerte debe tener respuesta, tan efectiva y ágil como la justicia dominicana asume los casos sonoros de personajes influyente­s. Esperamos acciones contundent­es, por todas las Paulas que aún están bajo este flagelo que coarta la libertad de muchas mujeres.

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