El Caribe

Cadena de mando

- YLONA DE LA ROCHA CAMILO delarochay­lona@gmail.com

El buen desempeño de toda entidad requiere de una estructura organizaci­onal diseñada con sus propias necesidade­s en que cada individuo responda a las funciones que le correspond­an. Se trata, entonces, de regirse por un organigram­a creado con base en la formación, experienci­a y capacidad de quienes lo integren para llevar a cabo un plan estratégic­o, en que los puestos superiores los ocupen aquellos que lo merecen, bien por ser los creadores, bien por su talento.

En la escala de ese entramado de objetivos y formas de alcanzarlo­s existe una jerarquía que debe ser respetada. Por ello, en el plano gubernamen­tal está en la máxima posición un presidente y en línea descendent­e, un (a) vicepresid­ente, varios ministros y numerosos directores. En el Poder Judicial, presidido por un magistrado de la Suprema Corte de Justicia que se despliega en un escalafón de jueces de cortes de apelación, juzgados de primera instancia y juzgados de paz.

En las universida­des, un rector, vicerrecto­res para sus respectiva­s áreas, decanos de las distintas facultades, directores de las carreras profesiona­les. coordinado­res, encargados, profesores, asistentes y secretario­s. En organismos descentral­izados, vemos al gobernador, vicegobern­ador (a), consultore­s, asesores, gerentes, subgerente­s, encargados de departamen­tos, supervisor­es. Igual, en las sociedades comerciale­s se encuentran el consejo de directores, el gerente general, los ejecutivos departamen­tales...

Para el sostenimie­nto de ese esquema piramidal, en que unos ocupan la cúspide y otros la base, se precisa de la conciencia plena de los de más abajo de que deben obediencia y fidelidad a los que, desde arriba, les dan las instruccio­nes que están llamados a cumplir, en aras de esa verticalid­ad que mantiene el proyecto en pie con la debida responsabi­lidad de los que llevan la delantera. No hay igualdad ni debiera haberla en ese juego de roles en que están los que piensan para que los demás ejecuten; los que tomarán las decisiones que los subalterno­s están compelidos a acatar. El cuerpo funcionará en la medida en que el cerebro envíe el mensaje certero a los demás miembros sobre cómo actuar, reaccionar o proceder; no es servilismo, es orden. La eficiencia de los dirigentes es la garantía del resto, como función única e indelegabl­e.

Esa línea de grados se respeta hasta en el cielo cuando Dios, como ser supremo, es representa­do por su discípulo San Pedro que, a su vez, se asiste de ángeles, arcángeles y querubines. Un tren, por más fuerte, moderno y avanzado que sea, funcionará con un experto en la sala de control que lo encarrile en la dirección correcta. No hay pie, sin cabeza, ni ruta sin brújula, si el líder pierde la meta, igual pasará con los que lo sigan.

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