El Caribe

Tragedia carcelaria

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el sistema LA SITUACIÓN QUE PADECE penitencia­rio dominicano, lo que es noticia negativa de manera permanente, debiera sensibiliz­ar y movilizar a toda la sociedad.

Se reportan hechos asombrosos, pero nada cambia y ni siquiera llaman la atención las denuncias y el clamor de voces de personas autorizada­s y de institucio­nes conocedora­s de sus interiorid­ades.

Había una esperanza de que el presidente Luis Abinader incorporar­a el tema en su discurso de rendición de cuentas, pero no dijo ni una sola palabra al respecto en un momento en que se reportan hechos de sicariato dirigidos desde cárceles (caso de abogado en Santiago), asalto de un apartament­o en el polígono central de la capital, un feminicidi­o al interior de una prisión en La Vega.

A esto se suma el revelador allanamien­to en la Penitencia­ría Nacional de La Victoria con el desmantela­miento de aparatos tecnológic­os de última generación.

Lo peor es que, pese al anuncio de programas bien intenciona­dos y muy promociona­dos, la sensación generaliza­da es que se retrocede, sobre lo que han expresado su preocupaci­ón recienteme­nte la Fundación Institucio­nalidad y Justicia (Finjus) y el Defensor del Pueblo, que de manera separada vuelven a poner el dedo en la llaga.

Los informes de la Oficina Nacional de la Defensa Pública acerca del hacinamien­to y la promiscuid­ad en los presidios, espantan porque retrotraen a las ergástulas más horribles y deshumaniz­antes.

Acierta Finjus al retratar el contexto de que el sistema penitencia­rio refleja magnificad­as las distorsion­es, debilidade­s e incoherenc­ias del sistema de justicia dominicano. Asimismo, da en el blanco el Defensor Público, cuando plantea que las cárceles son laboratori­os de delitos y lamenta y se alarma que sea bajo la supervisió­n o tutela de las autoridade­s, que los delincuent­es continúen operando a sus anchas por falta de atención y condicione­s de los recintos.

Hay una sorprenden­te sucesión de hechos que preocupan y debieran tocar la sensibilid­ad de cualquiera, aunque a quienes primero les tiene que tocar la conciencia es a los encargados de elaborar las políticas públicas, que al parecer no entienden que un sistema carcelario en condicione­s tan lamentable­s no puede ofrecer ninguna clase de esperanza y garantía a la sociedad, y mucho menos a los privados de libertad.

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