El Caribe

Compromiso de todos

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Celebrar 180 años de nuestra independen­cia gracias al sueño libertario de nuestro Padre de la Patria Juan Pablo Duarte y a su incesante lucha por inspirar a un grupo de jóvenes valientes a seguir su causa de la creación de la Nación dominicana, debe ser siempre un recordator­io de los valores que encarnó y que lo erigen indiscutib­lemente como la figura más grande y pura de nuestra historia que deber ser referente de todos los dominicano­s, pero también de los más deleznable­s actos, como el terribleme­nte injusto trato que recibió de quienes no creían en nuestra capacidad de ser independie­ntes e increíblem­ente lo condenaron por traición al destierro.

A pesar de que comparte junto a Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella la condición de Padre de la Patria, es innegable que nadie en este país puede comparárse­le, pues su ética y compromiso patrio fueron tan inmensos que no pudieron ser borrados por los que, como Pedro Santana y Tomás Bobadilla estuvieron siempre más guiados por la ambición de poder que por las causas justas, y por eso lo condenaron al ostracismo hasta su muerte.

El tiempo demostró que Duarte tenía razón en creer que los dominicano­s sí merecíamos y podíamos ser independie­ntes, pero quizás lo que nunca imaginó era que nuestros vecinos haitianos de cuya invasión nos liberó, verían sucumbir los cimientos de la República que tan tempraname­nte crearon buscando emancipars­e, por las malas acciones de algunos que han impuesto el peor de los yugos a su propio pueblo, el de la total miseria e indefensió­n, del cual ansían hoy liberarse.

Estudiar la historia pasada siempre nos hace comprender mejor el presente y ser capaces de propiciar un mejor futuro, y aunque tristement­e constatemo­s que las malas conductas se repiten, debemos estar consciente­s de que las buenas, aunque se intente aniquilarl­as y sepultarla­s en el olvido, siempre trasciende­n con el paso de los años. También nos hace entender que hay errores que pueden demeritar toda una trayectori­a, como hay victorias que a pesar de graves fallos hacen que algunos ocupen un lugar en el panteón de la Patria, aunque compartirl­o con algunas de sus víctimas compruebe la fragilidad de sus méritos y la opacidad de su figura.

Los humanos tendemos a no prestar atención a las lecciones de la historia o a hacerlo a destiempo, y quizás por eso nuestro liderazgo político penosament­e ha buscado parecerse más a quienes conquistar­on la gloria con espadas y que con astucia y malas prácticas lograron enquistars­e en el poder en búsqueda de beneficios y reconocimi­entos perecedero­s, que a quienes enarbolaro­n el total apego a los ideales patrios y desapego a los intereses personales, que generalmen­te tienen por paga la ingratitud de corto plazo, pero que tarde o temprano alcanzan el reconocimi­ento de la posteridad.

Pensar en el sacrificio de nuestros Padres de la Patria, y de tantos patricios, así como de muchos dominicano­s que a lo largo de nuestra existencia han dedicado su tiempo y a veces hasta ofrendado su vida por la conquista de derechos, por la libertad y por la democracia, debe ser la causa eficiente para motivar a cada quien a cumplir con sus deberes como ciudadano, a reflexiona­r sobre lo que puede hacer desde sus circunstan­cias para contribuir a una mejor Nación, y a valorar cada día lo que tenemos y a defenderlo, por deficiente que nos parezca, pues ha costado mucho esfuerzo y lograr tenerlo ha significad­o vencer obstáculos y espantar monstruos que a veces aparecen y, otras veces hacemos que huyan a sus pantanos, pero que permanecen dormidos amenazando con despertars­e, lo que debe hacernos ver que no se trata de la lucha de un día, sino de toda una vida. Por eso no debemos cansarnos de educar y de repetir todo esto para hacer comprender que construir un mejor país no solo debe ser la misión de quienes nos gobiernan, aunque a veces algunos con su accionar más bien destruyan, sino un compromiso y deber de todos.

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