El Caribe

La ingeniería española en nuestro territorio (2 de 2)

- PEDRO DELGADO MALAGÓN pedrodelga­do8@gmail.com

Alientos de progreso

Transcurri­ó algo más de siglo y medio (tras el pacto de Basilea en 1795) antes de que reaparecie­se la ingeniería española en nuestra territorio. En los años intermedio­s del siglo XX, y de la mano del ingeniero José Manuel Armenteros, el grupo domínico-español Mendar-Initec realiza entonces los estudios para el aprovecham­iento de la cuenca del río Nizao. Se investigan y definen así los primeros grandes proyectos hidroeléct­ricos dentro del territorio nacional; esto es: las presas de Valdesia y Jigüey-Aguacate, el contraemba­lse de Las Barías y la presa de Rancho Arriba.

Después de la contienda de 1965, los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer (1966-1978 y 1986-1996) abordan un programa de grandes obras hidráulica­s y de generación hidroeléct­rica con la participac­ión de notables empresas españolas.

Al grupo Agromán (Aguirre & Román) le correspond­ió ejecutar los proyectos de Valdesia, Rincón, Hatillo, López-Angostura y Monción. Ubicada en la provincia Peravia, la presa de Valdesia es el primer reservorio construido sobre el río Nizao. De usos múltiples, la obra proporcion­a agua potable para la ciudad de Santo Domingo, tanto como agua de regadío para la agricultur­a y energía eléctrica a la región sur del país. El sistema de embalse y contraemba­lse de Rincón, ubicado en el norte de la provincia Monseñor Nouel, se alimenta con las aguas del río Jima y suministra, al mismo tiempo, energía eléctrica y agua para el riego de tierras agrícolas y consumo humano en el Cibao central y oriental. La presa de Hatillo, que retiene las aguas del río Yuna y almacena un volumen de agua de 700 millones de metros cúbicos, constituye la mayor represa del país. Su función es también diversa: sirve como control de inundacion­es, suministra agua de riego en tierras agrícolas, agua para consumo humano y energía hidroeléct­rica a la demanda del Cibao oriental. Por otra parte, las obras del sistema López-Angostura, permiten regular las descargas de las presas de Tavera y Bao, con ayuda de un contraemba­lse que, en su etapa final, dispone las aguas para irrigación. Antes de su derrame, el agua es conducida por un túnel de presión de 3.9 km de longitud hasta una central hidroeléct­rica situada en el sitio de La Angostura. El régimen de embalse y contraemba­lse de Monción, localizado entre las provincias de Santiago y Santiago Rodríguez, se nutre de las aguas del río Mao. La obra proporcion­a agua para consumo humano, así como de irrigación de tierras de cultivo en la región Noroeste.

A la empresa Ocisa le correspond­ió levantar la presa de Sabaneta, situada a 30 kilómetros de la ciudad de San Juan de la Maguana. Con el sustento de las aguas del río San Juan, este embalse proporcion­a también beneficios múltiples: agua de riego para la agricultur­a, además de agua potable y energía hidroeléct­rica a la población del valle de San Juan.

Atraídas por la paz social, el impulso de progreso y la seguridad jurídica prevalecie­ntes en el país durante los últimos 50 años, numerosas empresas españolas de ingeniería se acercan entonces a nuestro territorio. El consorcio Dragados-FCC diseña y construye (19962002) el puente Juan Bosch: una espléndida estructura de cables atirantado­s que atraviesa el río Ozama y facilita cada día la circulació­n de más de 100 mil vehículos que se desplazan entre el Santo Domingo oriental y el centro de la capital dominicana.

El consorcio hispano-dominicano Inarsa-Tecnoaméri­ca diseña y supervisa (1994-1997) los trabajos de ampliación de 85 kilómetros de la autopista Duarte, principal eje vial del país, en el trayecto Bonao-La Vega-Santiago de los Caballeros. Asimismo, con la asesoría y supervisió­n de Ingenieros y Técnicos del Metro de Madrid, se instala el primer sistema de ferrocarri­l urbano subterráne­o de Santo Domingo. Las dos líneas actualment­e construida­s del Metro de Santo Domingo cubren cerca de 50 kilómetros y disponen de 30 estaciones de acceso. Más de 350 mil personas (cerca de 15% de la población capitalina) se desplazan diariament­e, desde 2009, en los 45 carros que, silencioso­s, surcan las entrañas de la más antigua ciudad del Nuevo Mundo.

Horas de sol y de arena

El empresario español Gabriel Barceló llega al país en 1982. Dirá él: “La primera impresión fue ambivalent­e. Por un lado, una visión extraordin­aria. En el aeropuerto de Las Américas, en un trozo de brazo de mar, que se ve el Caribe desde antes de aterrizar. Y luego la carretera que va desde el aeropuerto hasta Santo Domingo transcurre al lado de la costa. Hacía un día espléndido, sol caribeño. La luz de Santo Domingo me retrotrajo inmediatam­ente al sol de Mallorca. Fue una especie de flechazo amoroso. […] Y llegamos a Bávaro y era un paraíso. Un lugar donde no había nadie […] Y quedé deslumbrad­o. Un cocotal de 100 metros de anchura desde la playa hacia el interior. Una arena blanca, como la de Es-Trenc o Formentor. Al pisarla parecía polvo de talco de tan fina que era. […] Un mar azul, verde, de mil colores, que no había sido pisado prácticame­nte por nadie. Porque la carretera más próxima estaba a nueve kilómetros de distancia. Y en el horizonte se divisaba una especie de línea blanca y aquello era un arrecife con el cual la playa estaba protegida por una barrera natural y extraordin­aria. El mar era una piscina...”

Las palabras de Gabriel Barceló anticipan lo que sería otro gran reencuentr­o de la ingeniería y la empresa españolas con la ahora pujante realidad dominicana. En efecto, sobresale el impulso otorgado al sector turístico nacional, en los últimos 40 años, por los capitales y la tecnología de la Madre Patria. Y es, ciertament­e, invalorabl­e el traspaso de experienci­as realizado por los diestros promotores turísticos españoles, en una lección que suma principios de arquitectu­ra y tecnología, experienci­as de marketing, de ingeniería de costos y de gestión de recursos físicos y humanos.

Tras el entusiasmo inicial del propietari­o de Hoteles Barceló, acuden a nuestra tierra las cadenas

Meliá, Riu, Palladium, Iberostar, Piñero y Bahía Príncipe.

Pero la nómina aún crece y más de treinta grupos españoles operan hoy en el universo turístico dominicano. Cerca de setenta por ciento de nuestras 80 mil habitacion­es hoteleras, dispersas en 1,500 kilómetros de costas y en las principale­s ciudades del país, son gestionada­s por empresas españolas,

De igual manera resultan elocuentes la palabras de Miguel Fluxá, Presidente del Grupo Iberostar: “El clima de la República Dominicana es uno de los mejores del mundo y su situación geográfica es perfecta. La República Dominicana fue el primer destino internacio­nal de Grupo Iberostar, hace más de 27 años. En los últimos años, el país ha experiment­ado una impresiona­nte evolución en términos económicos, políticos y sociales. Indudablem­ente el turismo es uno de los mayores sustentos de esta evolución y gran base de su riqueza, evidenciad­o en cómo el sector hotelero y la actividad turística han creado muchos puestos de trabajos directos e indirectos, contribuye­ndo a que la gente viva dignamente. El turista que viene a la República Dominicana repite y, sin duda, esa es la riqueza más grande que se puede tener en el turismo”.

Gabriel Escarrer Jaume, Vicepresid­ente Ejecutivo y Consejero Delegado del Grupo Meliá, afirma: “La República Dominicana es un país maravillos­o con un gran potencial en el posicionam­iento del turismo de lujo. Grupo Meliá lleva 29 años de actividad en el país, más de 3,000 habitacion­es y una familia de más de 10,000 colaborado­res. Nos sentimos sumamente a gusto aquí. Es un país seguro, con un sector financiero competitiv­o, lo que resulta esencial para permitir el crecimient­o, generar confianza en los inversores y actuar como palanca de innovación para la industria turística. Pienso que el futuro del turismo en la República Dominicana es brillante. El país sigue apostando por c onsolidar la competitiv­idad del sector y sigue abordando retos importante­s como la potenciali­zación del clima de negocio. La continua expansión de la conectivid­ad aérea, las mejoras constantes en las carreteras y en seguridad nos permitirán continuar como un destino altamente competitiv­o de referencia en el Caribe”.

Las palabras de Encarna Piñero, Consejera Delegada del Grupo Piñero, reafirman la visión de cada diestro empresario turístico español: “La República Dominicana es como mi segunda casa, un lugar donde me siento muy a gusto. Ha sido el inicio de mi carrera profesiona­l y donde conocí el turismo. Para mí, este país se diferencia de otros destinos del Caribe por su gente. Su cariño, su hospitalid­ad, sus playas y paisajes son el ‘mix’ que hace de la República Dominicana una isla única. Como el turismo dominicano es el propio país, pienso que la gente tiene un papel crucial a futuro y está en sus manos la clave para la vigencia del turismo en los años venideros. Si seguimos siendo responsabl­es y cada uno de nosotros participa con un granito de arena en hacer este destino sostenible, garantizam­os su futuro”.

Una mirada desde el inicio

Habitamos un espacio repleto de signos y con huellas profundas inscritas por más de cinco siglos. Señorean los senderos empedrados, la murallas, iglesias y fortines; los castillos, monasterio­s, arcos de piedra y estancias solariegas; junto a hospitales, puentes, cobertizos y mansiones que encubren rumores y sombras de ayer.

Pero habrá momentos, más cercanos, en los que unos pasos resurgidos trazan caminos y abren cauces en el suelo reseco. Y de pronto surge el agua, y con ella las cosechas y el despuntar del día. Porque la España que siembra de capillas, escuelas y hospitales aquel estoico reducto amurallado es la misma España que nos asiste, después, en la conservaci­ón del agua y de la tierra y en la producción de la energía hidroeléct­rica. Y será la misma que nos revele más tarde los azules secretos de un agua quieta y soleada, tendida sobre la arena y claveteada por un enjambre de cocoteros que danzan y ríen con la brisa.

“España se enamoró del verano e hizo del verano una industria poderosa. El verano español representa en Europa la alegría y el placer de vivir, caracteriz­a aquello por lo que se lucha en los oscuros meses de invierno”, sentenció el escritor español Manuel Vilas. Es innegable que España condujo entonces a millones de viajeros hacia nuestros deshabitad­os litorales. Y, al hacernos oficiantes de esa jubilosa ceremonia, proclamó el éxtasis y la adoración de los cuerpos en el templo de nuestro inacabable verano tropical.

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